Uno de los países del sur de Europa más desconocido, Albania cuenta con una naturaleza salvaje, una cultura a medio camino entre Oriente y Occidente y 400 kilómetros de aguas azules y transparentes en los mares Jónico y Adriático. Situado en la península de los Balcanes, es un país fronterizo con Grecia, Macedonia del Norte, Kosovo y Montenegro; tiene el tamaño de Galicia y viven en él unos tres millones de habitantes.
Fue parte del Epiro griego y resistió la conquista romana, quienes lo denominaron Albania por la blancura de sus cumbres nevadas. Tras la división del imperio en 395, el país balcánico se unió a Bizancio y fue parte del Imperio otomano durante cinco siglos. En su bandera se dibuja un águila bicéfala, símbolo bizantino, que mira tanto al Este como al Oeste.
A pesar de recibir viajeros italianos, sigue siendo poco frecuentado por el turista extranjero.
Hace apenas un año que comenzaron a operar vuelos directos desde Barcelona y Madrid. Desde 2014 es un país candidato a unirse a la Unión Europea (UE), la moneda en curso es el lek y sus precios son más que asequibles: si alquilas el alojamiento a un particular te puede costar diez euros la noche, el menú del día cuesta cinco y beber una cerveza sale por uno.
Albania vivió bajo un régimen comunista hasta 1991. Ese momento de transición y caída del comunismo en el país balcánico está maravillosamente narrado en Libre: el desafío de crecer en el fin de la historia (Anagrama, 2023), las memorias de la escritora y profesora albanesa Lea Ypi durante sus años de infancia y adolescencia, y que se han traducido a 27 idiomas.
Hasta 1992 no se convocaron las primeras elecciones, aunque el Estado rozó la descomposición y la guerra civil en 1997. Ya en plena transición, la guerra en el vecino Kosovo atrajo a 480.000 refugiados de etnia albanesa al país.
Tirana
La capital de Albania es la entrada principal al país a través del aeropuerto Madre Teresa, que era de origen albano. Esta ciudad, que hace un siglo no superaba los 10.000 habitantes, hoy es una urbe heterogénea con más de medio millón de personas. Murales de colores conviven con bulevares de estilo francés, grises edificios soviéticos de cemento, mezquitas otomanas, iglesias ortodoxas y edificios de estilo italiano.
Con una marcada impronta mediterránea, los albaneses viven en la calle, mantienen largas sobremesas y trasnochan con cerveza y raki, un licor de la época otomana. Cuenta con una gran cantidad de cafés en las calles del Blloku, el barrio residencial de la élite política albanesa en tiempos de la dictadura.
Para hacerse una idea de cómo eran aquellos años merece la pena entrar en el Bunker’Art, un refugio transformado ahora en un museo de memoria histórica cuyo acceso es la entrada a un búnker como los que se encuentran por todo el país.
Shköder y Krujë
Al norte de Tirana el paisaje se transforma en montañas nevadas, bosques frondosos e imponentes castillos, como el que vigila la ciudad de Shköder, frente al lago homónimo.
También Krujë se encuentra entre afiladas montañas y cuenta con el castillo-museo de Skanderberg. Su bazar oriental, que se dibuja entre callejuelas empedradas, lleva hasta a una ciudadela que es símbolo del país. En el siglo XV, el héroe nacional Jorge Castriota, Skanderbeg, resistió tres asedios y frenó ahí a los otomanos.
Apolonia
Al sur de Tirana se encuentran los principales reclamos arqueológicos, como Apolonia, declarada por la Unesco Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco. Allí, las ruinas greco-romanas se suman a un imprescindible museo.
Vlora, a unos 50 kilómetros al sur, es un centro muy popular de veraneo. Su bahía se encuentra protegida por la península de Karaburun y algunos islotes y también tiene un lago interior y las ruinas romanas de Orikum.
Hacia el interior, Berat también es Patrimonio Mundial. La ciudad, que se encarama sobre el río Osum, alberga vestigios otomanos. En una de las montañas del valle se encuentra una ciudadela con cuatro iglesias bizantinas cubiertas de frescos y un museo con restos increíbles.
Riviera albanesa
Frente el parque nacional de Llogara se encuentra la llamada Riviera albanesa. Una sucesión de playas y calas, cuevas marinas, acantilados y pueblos tradicionales. La capital, Saranda, junto con Porto Palermo son los lugares más famosos en las estampas estivales.
Hasta Saranda se puede llegar en trayecto en ferry desde la isla griega de Corfú en apenas una hora y media. Comparte con ella las aguas transparentes y de color azul turquesa del mar Jónico y una luz única.
Los 20 kilómetros de carretera que separan a Saranda del Parque Nacional de Butrinto, desde 1992 Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco, se recorren en 40 minutos debido al estado de las carreteras en el país.
Con una extensión superior a las 200 hectáreas, el parque conserva restos del pasado griego, romano, bizantino, veneciano y otomano. El asentamiento permanente más antiguo fue construido por los griegos en el siglo VIII a.C. Este impresionante museo al aire libre fue descubierto en 1920 por arqueólogos italianos.
Gjirokastra, por su parte, con sus callejas otomanas y tejados de lajas de piedra se encuentra preservada en extremo porque era el lugar de origen del dirigente socialista, Enver Hoxha, que mantuvo al país aislado durante cuatro décadas. La ciudad atesora una historia de 2500 años. Además de su fortaleza Argyrokastro (Castillo de Plata), conserva más de 600 kule, casas de la época otomana, que la confirmaron como Patrimonio Mundial en 2005.