Pamplona más allá de San Fermín: la otra cara de la capital navarra
Su historia, la monumentalidad de su patrimonio, su gastronomía y la vida de las calles de Pamplona son capaces de dejar los toros y los encierros en un segundo lugar
Para muchos, Pamplona es San Fermín. Pero la mayoría que piensa eso es porque o no ha estado en Pamplona, o porque solo ha estado en Pamplona durante San Fermín. Y es cierto que la capital navarra hace su agosto en julio, cuando su gran fiesta revoluciona la ciudad y durante unos días se convierte en el centro del mundo, y en una de las caras más internacionales del país. Pero para conocer bien Pamplona hay que ir en cualquier momento salvo en San Fermín, pues es cuando mejor podrás apreciar todo lo que tiene que ofrecer sin la alteración de las fiestas.
Pamplona rebosa vida. Siempre. No le hace falta estar de celebración para cautivarnos con el ambiente de sus calles, con la gastronomía de sus bares, la monumentalidad de su patrimonio o la riqueza de su pasado y presente.
Una ciudad tradicional, universitaria, actual y muy concienciada con el valor de su casco histórico, que invita a pasear, a asomarse a sus murallas y a disfrutar de sus parques. Por lo que si quieres ver cómo es Pamplona más allá de San Fermín, toma nota y acércate a conocerla para comprobar cómo el jolgorio de su centro es capaz de dejar los toros y los encierros en un segundo lugar.
Un paseo por los alrededores del casco histórico
El casco histórico de Pamplona es de una belleza espectacular, pero no salir de él sería cometer un error garrafal. Tiene que haber tiempo para todo, y para ver la ciudad desde fuera la mejor opción es dar un paseo extramuros. Como hablamos de un perímetro importante, lo mejor que podemos hacer es recurrir a una bicicleta, y así hacer que nuestro viaje gane en sostenibilidad. El Ayuntamiento de Pamplona tiene un servicio público de alquiler de bicicletas eléctricas, si es que quieres ir a tu aire, pero si prefieres sacarle el máximo partido a tu tiempo siempre puedes recurrir a empresas como Destino Navarra, que ofrece recorridos guiados y tiene un acuerdo con la empresa de bicicletas municipal para que pedalees con ellas.
En este trayecto alrededor de la ciudad verás las murallas en todo su esplendor, que datan del siglo XVI y están declaradas Monumento Nacional. Será básico que pases por los Jardines de la Taconera, que son uno de los espacios más exóticos y románticos de la ciudad, y seguir tu camino hasta que llegues a la Ciudadela, que con su forma pentagonal fue levantada entre 1571 y 1645 como fortaleza defensiva, y salvo porque una de sus puntas fue suprimida a la altura de la Avenida del Ejército, mantiene un perfecto estado de conservación.
La bicicleta te permitirá pasar por la Universidad de Navarra, o más bien por las universidades de Navarra, porque tiene dos, una pública y otra privada, y no están lejos la una de la otra. Podrás seguir pedaleando hasta llegar al río Arga y seguir su cauce para pasar por las Huertas de la Magdalena y después llegar al puente de la Magdalena, que es uno de los más bonitos y antiguos que se conservan. Solo un poco más adelante llegaremos de nuevo a la muralla de la ciudad y podremos hacer nuestra entrada en el casco histórico a través del Portal de Francia, que es la única de las seis puertas originales de la muralla que se conserva en su lugar y con el mismo aspecto que cuando fue construida en 1553.
El centro peatonal para pasear
Pamplona fomenta la movilidad peatonal y no tendrás más que entrar en su casco histórico para comprobarlo. No tardarás en comprender que andando y sin coches es como mejor se disfruta la zona monumental, porque aquí hay mucho que ver y disfrutar. Y sí, aunque Pamplona es mucho más que San Fermín, una vez que estás intramuros las referencias a la fiesta grande van a ser constantes. Tanto que, cuando pases por la Casa Consistorial, que no pasa desapercibida por su fachada barroca y neoclásica, verás a su lado un trocito de la valla de los encierros que durante todo el año hace de photocall para los turistas.
La Plaza del Castillo es considerada el corazón de la ciudad, una amplísima superficie en la que a lo largo de la historia se ha celebrado prácticamente de todo, y en la que nunca falta vida. Ni en ella ni en el famosísimo Café Iruña, fundado en 1888 y tremendamente popularizado por Ernest Hemingway al ambientar en él buena parte de su novela Fiesta.
En tu paseo por la ciudad, mapa en mano para no perderte templos como el de San Saturnino o San Nicolás o edificios como el Palacio del Condestable o la Cámara de Comptos, no puedes pasar por alto llegar hasta el Rincón del Caballo Blanco, junto al Baluarte del Redin, para disfrutar de unas vistas privilegiadas sobre el río Arga y la ciudad construida extramuros.
Una catedral muy diferente
Tras recorrer las coquetas calles del casco histórico, el primer encuentro con la catedral de Santa María la Real puede resultar un poco chocante. Fue construida durante los siglos XIV y XV sobre los restos de un templo románico como obra cumbre del gótico, pero su fachada fue sustituida en 1799 por una de estilo neoclásico de Ventura Rodríguez. Ni Hemingway ni Victor Hugo tuvieron palabras bonitas sobre ella, y es que su sobriedad puede recordar más a la de un edificio institucional que a la de un templo religioso de su importancia. Pero eso sí, en cuanto atravesamos su puerta todo queda atrás y el gótico nos envuelve con todo su esplendor, con mucho espacio para los fieles pues su coro fue desmontado y situado detrás del altar mayor. No olvidemos que es la primera catedral del Camino de Santiago desde Roncesvalles y que su claustro, de 1472, merece una mención aparte por estar considerado uno de los más exquisitos del gótico universal.
Pero lo que hace diferente a la catedral de Pamplona no es su fachada, sino su filosofía de cercanía al pueblo. Hace ya diez años que es OPC (Organizadores Profesionales de Congresos) y sigue una firme línea de socialización del patrimonio. Para abrirse a la ciudadanía en determinados momentos del año abre sus puertas de par en par y a lo largo del año llega a organizar unos 30 eventos de muy diversa índole tanto en su claustro como en su refectorio. Celebraciones como Âme&Arte, una muestra de diseño y arte que dos veces al año instala su propio mercado con una selección de pequeñas marcas de autor.
Además del templo y el claustro, la experiencia en la catedral de Pamplona se completa con el Museo Occidens. Descubre los orígenes, que nos lleva por la historia y el desarrollo de la cultura occidental, así como por el patrimonio de la catedral, con una presentación exquisita, didáctica y cautivadora.
La comida de siempre y la comida de ahora
Gastronómicamente, Pamplona puede permitirse el lujo de basar su cocina en su producto. Es algo común en toda Navarra, y es que aquí las cosas saben a lo que tienen que saber, con frescura, intensidad y pureza. Por eso a veces no hace falta que las elaboraciones sean muy sofisticadas, porque el sabor viene de serie. Pamplona es un pequeño paraíso para aquellos a los que nos gusta comer bien, y es que entre alcachofas, espárragos, alubias pochas, cogollos, pimientos del piquillo, ternera y tantos y tantos ingredientes, tenemos de sobra donde elegir si lo que buscamos es producto local. Además, aunque nunca está de más sentarse a disfrutar con la servilleta en el regazo en un buen restaurante, Pamplona pide salir de pinchos. Las zonas más concurridas son con diferencia las que implican a la Plaza del Castillo y las calles Estafeta, San Nicolás, Comedias o Mercaderes. Lo suyo es ir de bar en bar, probando aquí y allá, porque encontrarás opciones más clásicas o más vanguardistas que contrastan a la perfección. Así que date tiempo, no te conformes con una sola opción. Y ojo, porque en primavera se celebra la Semana del Pincho de Navarra.
Si además de lo tradicional quieres añadir a tu viaje algo totalmente innovador, pero igualmente auténtico, puede ser interesante vivir la experiencia gastronómica de Verduarte, donde el chef Nacho Gómara se esfuerza por poner sobre la mesa el mejor producto de la huerta de la Ribera navarra, apostando por el pequeño agricultor y resaltando la riqueza de la materia prima. Su menú se inspira cada mañana en los productos disponibles en una auténtica exaltación del placer de comer verduras, fusionando tradición y creatividad, por lo que cada plato supondrá una nueva sorpresa.