Siete destinos a los que no ir en verano (para no morir de calor)

Roberto Ruiz

Mucho antes de que llegue el verano y sus correspondientes vacaciones ya estamos planeando viajes y buscando nuevos lugares que descubrir. La imaginación empieza a volar y pensamos en playas paradisiacas, ciudades vibrantes y lugares exóticos. Los días libres son pocos y hay que aprovecharlos al máximo, que pasarán rápido. Pero hay algunos destinos que, por mucho que nos apetezcan, es mejor obviar cuando hace calor. Olvidarlos en verano. Y dejarlos para otro momento.

Pensamos en viajar en verano porque, normalmente, es cuando mejor cuadra para coger las vacaciones. Y además, hay más probabilidades de que tengamos buen tiempo y no nos llueva mucho. Pero ojo, porque tan importante puede ser evitar la lluvia como eludir el excesivo calor. Las altas temperaturas nos quitarán las ganas de todo y harán casi imposible que disfrutemos de nuestros días libres, arruinando nuestras vacaciones. Para que esto no suceda, te presentamos una lista de destinos maravillosos a los que es mejor no ir en verano, cuando las temperaturas alcanzan niveles insoportables, y te sugerimos como alternativa las mejores épocas para visitarlos.

Egipto

Egipto es uno de esos lugares a los que hay que ir alguna vez en la vida. Pero cuidado, hay que elegir bien el momento de nuestro viaje. En todo el país, y especialmente en ciudades como El Cairo y Luxor, las temperaturas pueden superar fácilmente los 40°C durante los meses de verano.

El calor extremo puede hacer que explorar sus monumentos, como las pirámides de Giza y el Valle de los Reyes, sea una tarea agotadora y potencialmente peligrosa. La exposición prolongada al intenso sol egipcio nos puede pasar factura, incluso si hacemos un crucero por el Nilo, porque todo viaje por el río implica varias paradas para visitar diversos templos en ruinas.

 Si quieres dejarlo para otro momento, la mejor época para visitar Egipto es entre octubre y abril, cuando las temperaturas son más suaves y cómodas para disfrutar de los sitios históricos y el paisaje desértico. Además, durante estos meses, las noches son frescas y agradables.

Marruecos

Marruecos es un país muy variado, lo mismo tiene desiertos que playas y altas montañas, pero es cierto que en verano ciudades como Marrakech y Fez pueden alcanzar fácilmente temperaturas superiores a los 38°C a lo largo del día.

El calor intenso hace que pasear por los zocos y visitar los jardines y palacios sea agotador. Además, las altas temperaturas pueden incluso quitarnos las ganas de disfrutar de la rica gastronomía marroquí. Aunque nos refugiemos en las estrechas calles de la medina en busca de fresco, el calor terminará por ganar terreno y encontrarnos, haciendo que las visitas sean extenuantes.

Los mejores momentos para visitar Marruecos son la primavera (marzo a mayo) y el otoño (septiembre a noviembre), cuando las temperaturas son más moderadas y agradables. Durante estos periodos los visitantes pueden disfrutar de festivales culturales, de variopintos mercados y de las dunas del desierto sin miedo a morir bajo un sol abrasador.

Nueva York

Nueva York tiene las cuatro estaciones muy marcadas, con inviernos fríos y veranos calurosos. Es una ciudad con un ritmo frenético que pronto se apodera de nosotros, y si a eso le sumamos unas temperaturas que pueden superar los 35°C en verano, con altos índices de humedad, entonces tenemos la combinación perfecta para vivir unas vacaciones para olvidar.

El calor y la humedad pueden hacer que recorrer la ciudad a pie sea una verdadera paliza. Además, las aglomeraciones de turistas son mayores en esta época, lo que puede restar encanto a la experiencia y aumentar la sensación de agobio. Los parques y espacios verdes pueden no ser suficientes en condiciones de calor extremo, y la única alternativa será visitar la ciudad yendo de aire acondicionado a aire acondicionado.

La primavera (abril a junio) y el otoño son las mejores épocas para visitar Nueva York. El clima es más agradable y la ciudad ofrece una belleza especial, sobre todo en sus parques. Además, las actividades al aire libre, como pasear por Central Park o cruzar el Puente de Brooklyn, son mucho más placenteras durante estas estaciones.

Sevilla

Las únicas personas que verás paseando por el centro de Sevilla una tarde de agosto serán turistas. No seas uno de ellos. La capital andaluza es conocida por sus veranos extremadamente calurosos, con temperaturas que a menudo superan los 40°C, y eso hace imposible que podamos disfrutar de la ciudad, ni siquiera de noche. 

El calor sevillano puede hacer que explorar la Catedral, la Giralda o el Alcázar sea una experiencia extenuante. Ni siquiera pasear junto al río proporciona algo de alivio y las calles y plazas pueden sentirse abrasadoras bajo un sol implacable. Si ves que por la calle no pasea ni un solo sevillano, plantéate entonces que tú tampoco deberías estar allí.

La primavera y el otoño son ideales para visitar Sevilla. El clima es más suave, lo que permite disfrutar de su arquitectura y cultura sin el agobio del calor. Y si haces coincidir tu visita con la floración de los cientos de naranjos que pueblan las calles de la ciudad, el embriagador aroma del azahar hará que nunca te quieras ir de allí. 

Tokio

Tokio es enorme, inmensa e inabarcable. Aunque cuente con varios y cuidados parques en realidad la ciudad es una jungla de hormigón y asfalto, lo que recalienta aún más el ambiente. En la capital japonesa las temperaturas de verano pueden alcanzar fácilmente los 35°C con altas dosis de humedad, creando una sensación térmica aún mayor.

En agosto el calor y la humedad te quitarán las ganas de recorrer la ciudad, convirtiendo tu viaje en una experiencia realmente incómoda, especialmente en áreas concurridas como Shibuya y Shinjuku. Las lluvias también son más frecuentes en esta época y no olvidamos tampoco que en agosto y septiembre aumentan las posibilidades de toparnos con un tifón.

Entre marzo y mayo y entre septiembre y noviembre son las mejores épocas para visitar Tokio. Durante estos meses, el clima es más templado y la ciudad se viste con cerezos en flor o colores otoñales. Además, las festividades y eventos culturales son abundantes, proporcionando una rica experiencia cultural sin las incomodidades del calor y la humedad.

Jordania

En Jordania, especialmente en el desierto de Wadi Rum y en Petra, las temperaturas en verano pueden superar los 40°C. Y claro ¿quién va hasta allí para perderse dos de sus maravillas más representativas?

El calor extremo puede hacer que explorar Petra y el desierto sea peligroso debido al riesgo de deshidratación e insolación. La caminata por los estrechos desfiladeros y las ruinas siempre es agotadora, pues las distancias son amplias, por lo que si además lo hacemos con calor, difícilmente conseguiremos disfrutar de la experiencia. 

La mejor época para visitar Jordania es entre marzo y mayo o de septiembre a noviembre, cuando las temperaturas son más frescas y permiten disfrutar de las maravillas arqueológicas y paisajísticas sin el agobio del calor. Podremos aprovechar para conocer el Mar Muerto con una temperatura más agradable, al igual que Ammán, Madaba y la ciudad romana de Jerash.

Las Vegas

Ojo con Las Vegas porque sus temperaturas en verano pueden superar fácilmente  los 40°C, y rara vez bajan de los 30°C incluso de noche. La ciudad de las luces se convierte en un auténtico horno y tuesta sin piedad a quienes vagan por sus calles.

El calor extremo puede hacer que caminar por el famoso Strip de Las Vegas sea toda una temeridad. Es cierto que en una ciudad como esta se pasa mucho tiempo en interiores ajenos a las temperaturas del exterior, pero basta que quieras hacer alguna actividad al exterior, como visitar el cercano Gran Cañón, para que te arrepientas de no haber ido en otro momento del año. 

De nuevo la primavera y el otoño son las mejores épocas para visitar Las Vegas. El clima es más templado y permite disfrutar de las atracciones y los espectáculos sin el agobio del calor. Además, durante estos meses, la ciudad ofrece una animada vida nocturna y una amplia gama de eventos y espectáculos para disfrutar de lo lindo.