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Estos son los 5 pueblos más bonitos de Portugal perfectos para una escapada

La Península Ibérica está repleta de enclaves naturales, parajes históricos y destinos únicos esperando ser visitados. El territorio ha aglutinado durante siglos a diferentes civilizaciones, las cuales han dejado a su paso multitud de construcciones y poblados que aún perduran en el tiempo. Nuestro país vecino, Portugal, es muestra de todo ello. Durante años, el territorio ha ido evolucionando y adaptándose a los nuevos tiempos sin perder de vista sus raíces. De esta manera, ha conservado gran variedad de pueblos con encanto e historia, volviéndolo una opción perfecta para una escapada de última hora.

Pese a ello, encontrar un destino no siempre es un trabajo fácil: la gran cantidad de opciones puede, en muchos casos, complicar la tarea. Así, estos son cinco pueblos bonitos y cargados de historia en Portugal perfectos para una escapada.

Tomar, en Santarém

La pequeña ciudad de Tomar, en el centro de Portugal, es un enclave con una dilatada historia y gran relación con la Orden de los Caballeros Templarios. Esto se debe a que la orden se asentó en la villa durante décadas y aún se conservan construcciones de su ocupación.

Una de las principales construcciones de Tomar es el castillo, clasificado como Monumento Nacional desde principios del siglo pasado, y Patrimonio de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) desde hace más de 40 años.

La zona urbana se remonta a la Edad Media, y cuenta con edificios en disposición en cruz, representando los puntos cardinales, y un convento a cada extremo. La pequeña ciudad destaca también por su gastronomía, con productos locales como el café o dulces como las queijadas de almendra y calabaza o las tradicionales fatias de Tomar.

Alcácer do Sal, en Setúbal

La localidad de Alcácer do Sal es uno de los enclaves más antiguos de Europa. Fundada en el año 1000 a. C., el espacio —que fue elevado a ciudad a finales del siglo XX— cuenta con restos de civilizaciones neolíticas, griegas y fenicias.

Durante sus inicios, la ciudad rodeada por el río Sado fue utilizada como puerto comercial y zona de pesca, además de para la cría de caballos y otras actividades agrarias. Además, el enclave fue conquistado por los árabes y más tarde reconquistado por los portugueses, conservando aún piezas arquitectónicas de ambas culturas.

Muestra de ello es el castillo, una construcción árabe con muros que rodean el enclave y un total de 31 torres. Dentro del recinto también se encuentra la Iglesia de Santa María del Castillo —Igreja de Santa Maria do Castelo en portugués—.

Batalha, en Leiría

La localidad de Batalha es una pequeña villa portuguesa fundada por el rey João I en agradecimiento a los locales por la victoria en la batalla de Aljubarrota. De la misma manera, el monarca mandó construir el Monasterio de Santa María da Vitória en la localidad a finales del siglo XIV, para conmemorar la gesta.

La obra, de estilo gótico portugués, destaca por su excelente estado de conservación, así como por la mezcla de estilos e influencias que presenta. Esto es debido a que su construcción se prolongó durante varios reinados.

Además del monasterio, el pequeño pueblo de Batalha cuenta con empedradas calles y tranquilas avenidas, donde relajarse y disfrutar de las gentes y el ambiente rural típico de las zonas interiores de Portugal.

Marvão, en Portalegre

A pocos kilómetros de España, la villa de Marvão es un enclave medieval ubicado en el punto más alto de la Sierra de São Mamede. El enclave destaca por haber sido durante siglos un importante punto de combate para diferentes conflictos bélicos.

Sin embargo, dentro de las murallas del imponente Castillo de Marvão —o Castelo de Marvão en portugués—, es posible disfrutar de estrechas calles, con una mezcla de estilos arquitectónicos casi incomparable; entre los que se combinan arcos góticos, ventanas manuelinas y construcciones de granito.

El territorio también alberga otras construcciones con gran historia como la Iglesia de Santa María, la cual fue transformada en museo, la Iglesia de Santiago, la Capilla renacentista del Espíritu Santo o el Convento de Nuestra Señora de la Estrela.

Monsanto, en Castelo Branco

Entre las faldas de la sierra de Garduña y el río Ponsul, la aldea de Monsanto destaca por sus empedradas casas y calles llenas de historia. La leyenda cuenta cómo la población de Monsanto resistió durante más de siete años a los ataques del Imperio Romano.

La población fue también ocupada por los musulmanes y reconquistada después. En 1165 se la donaron a la Orden de los Templarios. Su maestro en Portugal, Gualdim Pais, mandó construir el castillo que destaca en lo alto de la colina.

La villa destaca por sus construcciones, ya que las viviendas están totalmente integradas en las piedras de granito presentes en la ladera. De esta manera, los domicilios están levantados aprovechando las formas y dimensiones de las rocas.

Entre todas las construcciones, destaca la Torre de Lucano, coronada por un gallo de plata en conmemoración del concurso realizado en el año 1938, en el que se denominó a Monsanto como “la aldea más portuguesa de todo Portugal” por la autenticidad de su cultura, sus gentes y sus calles.