Hablemos de dos de los mayores placeres de la vida: viajar y comer. De cómo es posible descubrir una ciudad desde el estómago saboreando su más auténtica gastronomía.
Pero concretemos. Hablemos de tapas y de bares míticos, algo de lo que Sevilla tiene para dar, repartir y volver a empezar. Y es que la tapa, esa porción exacta servida en pequeñas proporciones, nos permite probar varios platos sin tener que hartarnos con uno solo. ¿No es eso maravilloso?
Salimos a recorrer Sevilla en busca de esas tapas con nombres y apellidos, palabras que no se pueden separar y que sueltas no tendrían sentido: “las espinacas de El Rinconcillo”, “las croquetas de Casa Ricardo”, “los boquerones de Blanco Cerrillo”… y es que como ya se planteaba Aristóteles entre el huevo y la gallina aquí pasa lo mismo ¿qué fue primero, el montadito de “pringá” o el bar Las Columnas?
Tapas hay muchas, pero aquí tienes esas que no es necesario nombrar y que responden al “¡dame una!” del camarero. No hace falta más para que todo el mundo sepa qué saldrá de cocina a continuación.
Las espinacas con garbanzos de El Rinconcillo
Cuando le preguntas a un sevillano por una tapa de referencia no lo duda ni un segundo: las espinacas de El Rinconcillo. Fundado en 1670, este bar lleva alimentando a los sevillanos desde que Murillo paseaba por sus calles. Te recomendamos hacerte un hueco donde el bar hace esquina, en la barra que hace de pizarra para las cuentas, por supuesto. La tortilla con jamón es otro básico.
Dónde: El Rinconcillo, c/ Gerona, 40.
Las tortillitas de camarones de La Barbiana
Tortillitas de camarones hay muchas, pero crujientes como las de La Barbiana ninguna. En pleno centro de Sevilla, su ubicación lo puede confundir con un lugar para guiris, pero una vez dentro comprobarás que su clientela es local y de la de toda la vida. Su cocina nace en las costas de Huelva y Cádiz y nada como una manzanilla de Sanlúcar para acompañar sus famosas tortillitas.
Dónde: La Barbiana, c/ Albareda, 11.
El montadito de “pringá” de Las Columnas
A escasos metros de la Giralda, Las Columnas es uno de esos sitios en los que si consigues llegar hasta su barra en hora punta ya te puedes considerar todo un experto del tapeo. Pidas lo que pidas acertarás, pero no puedes pasar por allí sin probar su montadito de “pringá”. Un lugar de toda la vida donde sevillanos y turistas comparten estrecheces codo con codo.
Dónde: Bodega Santa Cruz “Las Columnas”, c/ Rodrigo Caro, 1ª, esquina Mateos Gago.
Los boquerones en adobo de Blanco Cerrillo
Hasta Blanco Cerrillo te llevará tu olfato porque es imposible pasar por el centro de Sevilla y no salivar con el aroma del adobo de sus boquerones. Es inviable pasar por la calle Tetuán y no girar la cabeza. Fue fundado en 1926 y además de los boquerones su cazón y sus pavías tampoco se quedan atrás.
Dónde: Blanco Cerrillo, c/ José de Velilla, 1.
Las croquetas de Casa Ricardo
Estas croquetas se han ganado su fama a pulso. Todo empezó en 1898 con la abacería Casa Antonio, la que después pasó a ser La Covadonga, después Casa Ovidio y en 1985 por fin la actual Casa Ricardo. En pleno barrio de San Lorenzo y con paredes que rezuman ambiente cofrade, sus croquetas de jamón son conocidas en toda Sevilla.
Dónde: Casa Ricardo, c/ Hernán Cortés, 2.
La ensaladilla del Donald
Un lugar de ambiente taurino fundado en 1973, cocina andaluza tradicional, que presume de mantener tapas idénticas a las de hace 40 años y, sobre todo, sede de la ensaladilla más famosa de toda Sevilla. Su secreto está en la patata y en la mayonesa, pero todo lo que digamos será poco si no la pruebas por ti mismo.
Dónde: Cafetería Donald, c/ Canalejas, 5.
El jamón de Las Teresas
Para jamón, el de Las Teresas. Situado en pleno Barrio Santa Cruz, comenzó en 1870 como tienda de ultramarinos para convertirse en bar cien años después. Mira que habrá jamones en toda Sevilla, pero su ibérico de bellota ha destacado siempre como el mejor de la ciudad. Sus espinacas con garbanzos acompañadas de pan frito es otro de sus imprescindibles.
Dónde: Las Teresas, c/ Santa Teresa, 2.
La tarta vegetal del Patio San Eloy
El Patio San Eloy le debe su nombre a su calle y es toda una institución en Sevilla, tanto que desde que nació en 1972 se ha propagado por la ciudad hasta contarse una docena de sus establecimientos. Sus montaditos son míticos, es imperdonable no probar el Serranito o el Noruego, pero su tarta vegetal es uno de sus imprescindibles. Lo más auténtico (pero menos cómodo) es comer en sus escalones de azulejos.
Dónde: Patio San Eloy, c/ San Eloy, 9.
La punta de solomillo de Las Golondrinas
Un lugar con solera en pleno corazón de Triana. No puedes pasar por alto ni los champiñones con alioli ni las zanahorias aliñadas, pero si no pides una punta de solomillo es como si no hubieras ido a Las Golondrinas. Muy cerquita, en la calle Pagés del Corro 76, tienen otro establecimiento más amplio pero no tan auténtico.
Dónde: Las Golondrinas, c/ Antillano Campos, 26.
El solomillo con ajo del Sol y Sombra
Para sumergirte en la más auténtica sevillanía tienes que ir al Sol y Sombra, en Triana. Una taberna taurina de las de toda la vida, empapelada con carteles de corridas de todos, algunos centenarios. Su especialidad es el solomillo al ajo, magnífico, y no te vuelvas loco buscando el servilletero, tú lo que quieres es el rollo de papel higiénico que está sobre la barra.
Dónde: Sol y Sombra, c/ Castilla 151.
(+1) La cerveza de El Tremendo
Y aquí nuestro comodín, porque si hay bares famosos por sus tapas, también los hay que le deben su renombre a su arte de tirar la cerveza. Bien fría y con la espuma perfecta, El Tremendo congrega a media Sevilla en su puerta. Los altramuces, la mojama o los chicharrones son sólo una excusa para disfrutar de la cerveza más famosa de Sevilla.
Dónde: El Tremendo, c/ San Felipe, 13.