Más en elDiario.es
Ruta por el Loira más desconocido: los pueblos más bonitos de Touraine
Cuando pensamos en el Valle del Loira, inevitablemente nos vienen a la mente los majestuosos castillos que se alzan a lo largo del río. Es posiblemente una de las zonas más visitas y conocidas de Francia, y razones no le faltan para serlo. Sus châteaux salpican la campiña dejando un paisaje de contrastes con lo rural, entre pueblecitos llenos de encanto, bosques y viñedos, y alguna que otra fortaleza.
Pero en este contexto siempre hubo, y ahí sigue, una ciudad de especial interés, tanto histórico como cultural, que hoy es un excelente punto de partida para explorar la región: Tours. Encantadora de por sí, a orillas del Loira y con un casco antiguo medieval, la capital de la provincia de Touraine transmite un espíritu moderno mientras nos habla de santos del siglo IV. También ha sido cuna de personajes tan variopintos como Balzac o la cantante Zaz.
Tours es conocida por su ambiente universitario, que le da una vitalidad especial. Con una población joven y dinámica, es fácil encontrar aquí una animada vida cultural, llena de festivales, exposiciones y eventos. Este aire fresco crea un interesante contraste con todo lo que tiene que contar la ciudad, repleta de calles adoquinadas que nos transportan a otra época. Tours tiene un equilibrio perfecto entre lo antiguo y lo nuevo, y eso se percibe en cada rincón.
Tours tiene una historia fascinante que se remonta a la época galorromana, pero lo que muchos viajeros desconocen es que la actual ciudad está compuesta por dos ciudades que en su día estuvieron separadas, una al oeste y otra al este, y que se unificaron a finales del siglo XVIII con la Revolución Francesa. Hoy ambas mitades quedan separadas por la Rue Nationale y pasar de una a otra es tan fácil como cruzar las vías del tranvía.
La parte este, más monumental pero con menos vida que su otra mitad, es la que nació sobre los antiguos restos galorromanos. De hecho, vista desde el aire aún se puede apreciar la forma circular de sus inicios arquitectónicos junto a la catedral de Saint-Gatien, obra maestra que destaca por sus esculturas y vidrieras. Aquí encontramos dos de los principales símbolos de este lado de la ciudad: un enorme cedro del Líbano de 32 metros de altura y más de 220 años de edad y, a pocos metros de él, por extraño que pueda parecer, un elefante disecado originario de un circo turonense de 1902.
La parte oeste, la que nació en la Edad Media alrededor de la primitiva basílica de San Martín de Tours, es donde el ritmo de la ciudad cambia por completo. Aquí es donde se concentra la vida universitaria, donde los bares y restaurantes pueblan las calles, y donde se encuentra la famosa plaza Plumereau, el corazón donde surge el latido que mueve la ciudad de Tours. Eso sí, durante la Segunda Guerra Mundial ambas mitades de la ciudad quedaron arrasadas y tuvieron que ser reconstruidas posteriormente.
Adentrarte en la mitad oeste de Tours es bastante parecido a emprender un viaje en el tiempo. Es cierto que la ciudad quedó destruida, pero aún quedan suficientes ejemplos arquitectónicos como para hacernos una buena idea del esplendor que ya lucía Tours muchos siglos atrás. Recorriendo calles adoquinadas llegaremos hasta la ya mencionada plaza de Plumereau. Y allí, sentados en alguno de sus cafés o restaurantes que invitan a descansar y disfrutar del ambiente, es fácil imaginar cómo estas fachadas han sido testigos de siglos de historia, desde el medievo hasta la actualidad.
Uno de los personajes más importantes que ha marcado la historia de Tours es San Martín, cuya influencia está presente en la ciudad de la que fue obispo católico. San Martín de Tours, conocido por ser uno de los santos más venerados en Europa, tiene su tumba en la ciudad, aunque naciera en el año 316 en Panonia (Imperio Romano), la actual Hungría. Su legado sigue vivo, atrayendo a peregrinos y visitantes que quieren conocer más sobre su vida y obras. De hecho, la basílica dedicada a San Martín es uno de los lugares de mayor importancia de la ciudad, no solo por su relevancia religiosa, sino también por su historia.
Es interesante detenernos aquí y en sus alrededores para conocer que originalmente hubo una gran colegiata de San Martín de Tours, del siglo XI y donde reposaban los restos del santo, que fue abandonada, vandalizada y transformada en un establo en 1793, para terminar siendo demolida tras el colapso de las bóvedas en 1797. De aquel templo solo quedan dos torres, muy distantes la una de la otra y ahora separadas por varias calles y edificios que se construyeron posteriormente, dando forma a la ciudad como si nada hubiera pasado, y dejando ambas torres aisladas. Una de ellas, la de Carlomagno, ofrece excelentes vistas de la ciudad. Entre 1886 y 1902, y sin mover de su sitio la tumba del santo, se construyó un nuevo templo, en línea perpendicular al original, mucho más moderno y de estilo neobizantino que es el que podemos visitar hoy en día.
Tours ha sido reconocida como Ciudad de Arte e Historia, no hace falta más que pasar por sus museos o su quartier des arts para comprenderlo, y también ostenta el título de Ciudad Capital de la Gastronomía, lo que la convierte en un destino imprescindible para los amantes de la buena comida. Los mercados locales, los pequeños restaurantes y las especialidades de la región del Loira son razones suficientes para detenerse y saborear la vida a un ritmo más pausado.
Un detalle fundamental que marca la esencia de Tours es su ubicación a orillas del Loira. Este gran río, cuyo valle está incluido en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO como paisajes culturales vivos, no solo marca la estética de la ciudad, sino que también le da a Tours un aire agradable y bucólico. Una de las experiencias más auténticas y recomendables que se pueden vivir en la ciudad es sentarse al atardecer en una de sus guinguettes, las tradicionales terrazas de bares y restaurantes que se instalan al aire libre junto a ríos y lagos en Francia, para dejarse llevar por una atmósfera relajada y desenfadada. Con una bebida en la mano y el sonido suave del agua, es un lugar perfecto para desconectar y disfrutar del lado más acogedor de Tours.
Si prefieres ir un paso más allá y conocer el río desde dentro, entonces te gustará subirte a una toue, la embarcación tradicional del Loira, para disfrutar de sus aguas desde una perspectiva diferente. Este tipo de barco, con su diseño plano, era utilizado antiguamente para el comercio fluvial, pero hoy en día se ha adaptado para ofrecer agradables paseos que suelen incluir un aperitivo a bordo con especialidades regionales, vinos y zumos de la zona.
A menos de 20 km de Tours, en pleno corazón del Valle del Loira, se encuentra el castillo de Villandry, el último de los grandes castillos renacentistas que se construyeron en esta región. Aunque no es el más conocido, es sin duda uno de los más especiales y nada más llegar comprenderás por qué. Sus orígenes se remontan a una fortaleza del siglo XII, cuya torre del homenaje sigue visible hoy en día, pero en 1532 Jean Breton, secretario de finanzas y principal consejero de Francisco I, lo adquirió y construyó en su lugar un castillo con un gran jardín ornamental. En el siglo XVIII se rediseñó su interior, en el XIX los jardines se diseñaron al estilo inglés y ya en el XX, los científicos Joaquín Carvallo, español, y su esposa Ann Coleman, estadounidense, adquirieron Villandry y recrearon los jardines al estilo de los que existían en el siglo XVI, en perfecta armonía con la arquitectura de piedra. Hoy es su bisnieto el actual administrador del castillo y sus jardines.
Visitar el palacio es sumergirse en un mundo de lujo y gusto por el detalle, en el que cada rincón busca la perfección. Junto al vestíbulo de entrada se proyecta una película de 15 minutos que presenta la historia de Villandry y, después, en la sala de la maqueta podremos hacernos una mejor idea de la magnitud del lugar que estamos a punto de visitar. Pasaremos por diversos salones, por la antigua torre del homenaje, por el comedor, la cocina, diferentes dormitorios, la biblioteca, galerías que son auténticas pinacotecas y por el salón oriental, especialmente característico por presentar un techo mudéjar procedente del palacio de los duques de Maqueda, construido en el siglo XV en Toledo.
Castillos en el Loira hay muchos, por eso lo realmente característico y valioso de Villandry lo encontramos en sus jardines. Para hacernos una idea, la finca amurallada se extiende a lo largo de 15 hectáreas, de las cuales siete pertenecen a los jardines. Con un diseño geométrico y una atención al detalle minuciosos, los jardines están divididos en varias áreas temáticas. Desde el jardín ornamental, con sus delicados patrones y su jardín del amor, hasta el jardín de agua, el jardín del sol, el laberinto e incluso el bosque.
Lo interesante de estos jardines es que no solo transmiten belleza, sino que también son funcionales. El huerto, que ocupa toda una hectárea, sigue produciendo verduras tal y como hacía en la Edad Media, con todas las plantas formando figuras geométricas. De hecho, durante tu paseo puedes pasar por una pequeña casetilla en la que, con suerte, encontrarás verduras y hortalizas recién recolectadas para que los visitantes se sirvan de forma gratuita. Además, tampoco falta el jardín de hierbas donde, tal y como se hacía en el Medievo y el Renacimiento, se cultivan plantas aromáticas y medicinales. El lugar perfecto para vivir una experiencia que invita a la contemplación y a disfrutar del entorno natural de Villandry.
Ruta por el Loira más desconocido: los pueblos más bonitos de Touraine