Una visita a Robben Island, la isla que tuvo preso a Mandela

Roberto Ruiz

13 de octubre de 2022 22:17 h

A 12 kilómetros de la costa de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, se encuentra Robben Island. Una pequeña isla de apenas 5 km² y una enorme importancia para la historia del país. Podríamos viajar muchos siglos atrás para hablar de ella, cuando los portugueses la dieron por descubierta en el siglo XV, o cuando más tarde los navegantes holandeses e ingleses la utilizaron como base de repostaje, pero si es trascendental para comprender la Sudáfrica actual es porque fue la prisión de Nelson Mandela durante 18 años.

El nombre de la isla de Robben no hace referencia a ningún personaje ilustre, sino que proviene del neerlandés y su significado es ‘la isla de las focas’. Ya desde el siglo XVII fue utilizada para el encarcelamiento de presos políticos, los colonos holandeses fueron los primeros en utilizar la isla como prisión, y desde 1846 se aprovechó su aislamiento para albergar una numerosa colonia de leprosos, así como de personas con problemas psiquiátricos y enfermos crónicos. 

A partir de 1961, en pleno apartheid, Robben Island comenzó a ser utilizada por el gobierno sudafricano como prisión para presos políticos y delincuentes convictos. El 12 de junio de 1964 Nelson Mandela y otros activistas políticos fueron condenados a cadena perpetua a través del Proceso de Rivonia acusados de protagonizar actos de sabotaje dirigidos a derrocar el apartheid. Y ese mismo año él y sus compañeros fueron encarcelados en Robben Island.

Mandela pasó en ella 18 de los 27 años que estuvo preso, en 1982 fue trasladado a la prisión de Pollsmoor y en 1988 a la de Víctor Vester, donde permaneció encarcelado hasta su liberación en febrero de 1990.

Hoy, Robben Island es Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO y desde el fin del apartheid se convirtió en un popular destino turístico. Bajo la gestión del Robben Island Museum recibe cada año miles de visitantes que quieren conocer de primera mano cómo es el lugar que transformó a quien obtuviera el Nobel de la Paz en 1993 y se convirtiera en presidente de Sudáfrica en 1994.

Un ferry, un autobús y el testimonio de un ex preso para conocer Robben Island

Robben Island está considerado un sitio de vital importancia para la historia de Sudáfrica y está abierto al público. Robben Island Museum es la entidad encargada de darla a conocer a los visitantes y sus visitas guiadas son la única forma que tiene el viajero de acceder a ella. De septiembre a abril ofrece cuatro visitas al día y de mayo a agosto solo tres. Cada tour tiene una duración de unas cuatro horas, teniendo en cuenta que el ferry tarda media hora en llegar y otra media en volver. El punto de salida y regreso es el Nelson Mandela Gateway, en el V & A Waterfront de Ciudad del Cabo.

Una vez que desembarcamos en la isla la visita se divide en dos partes: un primer recorrido en autobús en el que se nos muestran los lugares de mayor interés de la pequeña superficie insular, y un segundo paseo a pie por el interior de la prisión, donde nos espera el plato fuerte de este viaje a la historia de Sudáfrica. 

Una vez en el autobús un guía nos conducirá por la historia de la isla y por sus puntos más representativos. Pasaremos por el cementerio de leprosos, por la cantera de piedra caliza donde los presos eran conducidos a realizar trabajos forzosos, por la iglesia del Buen Pastor levantada por leprosos en 1895, por la iglesia de Garrison construida en 1841 por los presos, por el colegio de primaria al que atendían los niños de los trabajadores de la prisión, así como por varias construcciones que tuvieron diverso uso durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Robben Island se convirtió en un emplazamiento estratégico para defender Ciudad del Cabo.

Tras este recorrido, el autobús nos dejará en la Maximum Security Prison, la prisión de máxima seguridad que ha dado fama a la isla. En ella un ex preso político nos espera para guiarnos por las instalaciones de la cárcel en la que cumplió condena, transmitirnos cómo era la vida en ella y hacernos partícipes de sus recuerdos y anécdotas, en muchos casos salpicadas por duras experiencias difíciles de imaginar. Pasaremos por las dependencias de los guardas, por los comedores, por los baños de los presos y por diversas estancias en las que mediante fotografías, uniformes y grilletes conoceremos mejor cómo era el funcionamiento de la cárcel, y cómo la segregación hacía mella en ella diferenciando incluso ropa y comida dependiendo del color de la piel de cada preso. 

Un poco más adelante nos adentramos en un corredor de celdas. Entre ellas hay una que nadie se quiere perder y en la que el guía se detiene con especial interés. Es la celda del recluso número 466/64, Mandela, un pequeño y húmedo espacio de 2,4 m de alto por 2,1 de ancho en el que Madiba cumplió parte de su condena. Una esterilla en el suelo, una manta, una mesa y un cubo en el que hacer las necesidades. Poco más. Tras conocerla, salimos al patio al que los presos salían a ver el sol y se nos enseñan también las diminutas celdas de aislamiento donde eran castigados. Con el fin del apartheid, la prisión de máxima seguridad para presos políticos cerró en 1991, mientras que la prisión de media seguridad para otros presos fue cerrada cinco años después.

Robben Island pasó de ser un lugar de dolor y destierro a convertirse en todo un símbolo de la victoria del espíritu humano sobre la adversidad y la opresión política, y también de reconciliación. Y al igual que fue el lugar donde Mandela cumplió gran parte de su condena, también tras sus muros estuvieron presos otros dos presidentes de Sudáfrica: Kgalema Motlanthe y Jacob Zuma. La isla quiso alejar a los más acérrimos enemigos del sistema, y sin embargo hizo de puente hasta el final del apartheid.