El 20D se juega en el plasma. La política espectáculo ha superado a la de las propuestas y ahora es más fácil ver a un candidato cocinando o bailando que debatiendo. Los programas que cuentan no son los electorales sino los de televisión. En este blog, Isaac Rosa repasará los mejores momentos de este 'show' en la campaña de las elecciones generales 2015.
Los amigos para eso están
Todos tenemos un Bertín en nuestra vida: ese amigo fiel que te acoge cuando tienes mal de amores, y te abraza, te deja su sofá, aguanta tus ganas de hablar, te ríe las gracias y se deja ganar al futbolín. Todo para que te sientas mejor. El que no lo tenga, que se busque uno, porque cuando te llegue la bajona necesitarás ese ratito de cariño.
Mariano estaba pasando una mala racha con España, no sabía si cualquier día le iba a poner las maletas en la puerta, y allá se fue a casa de Bertín. “Venga, tranquilo, que estas cosas siempre se acaban arreglando. Siéntate y habla, no te lo guardes que es peor”. Y Mariano habló, vaya si habló. Hora y media sin parar, que en esos momentos jodidos se te suelta la lengua y lo cuentas todo: los buenos y malos recuerdos, los amigos que no has vuelto a ver, la vida que tenías antes de conocerla, los días felices y las broncas, los muchos viajes que has hecho con ella… Cuando Rajoy enumeró los pueblos de Sevilla que había visitado (y eran todos los de la provincia), temimos que siguiera por Jaén y Córdoba, pero ahí quedó.
El buen amigo es el que te aguanta la hora y media sin bostezar, y encima pone cara de interés y hace gestos de asombro ante las naderías que le cuentas: “¿Hay AVE a León? ¿Pero qué me estás contando, presi?” Hasta te celebra las marianadas como si fueran aforismos de metafísica. Y de esas sanchopanzadas tan propias de Rajoy hubo para colección: “Por fortuna la gente piensa de manera diferente; si pensáramos todos igual sería lo malo”. “Si te pones a una cosa, te pones; y si no, no te pongas”. “Los políticos son como serán en todas las profesiones, hay gente magnífica y gente no tan magnífica”. “Aquí la clave es ponerle buena voluntad, cada uno hace lo que puede, no nos vamos a volver locos” (referida a los intentos del anfitrión por encender la cocina).
Como tu Bertín aguanta lo que le eches, tú sigues rajando, y le hablas de tu España, de cómo la sigues queriendo (“un país de primera división”), y de lo mucho que has hecho por ella (el Ave, la recuperación), de las ganas de seguir juntos para siempre (Cataluña y la unidad nacional).
Con la flojera te acuerdas de tu pobre madre, de cuando eras un crío (“yo tenía 22 años y votaba a Alianza Popular”), y te lías a enseñar fotos, con tanto entusiasmo que hasta se te olvida difuminar el rostro de tus hijos para la tele. Al menos las fotos antiguas sirvieron para desmentir esa leyenda urbana de que Rajoy nunca ha sido joven.
El amigo pañuelo te pone música blandita, te sirve un vino y te habla de ella, porque en estos casos es imprescindible que sea amigo de los dos, de ti y de ella. Bertín lo es, vaya si lo es: amigo de Rajoy, y de España. De España entera. No hubo un solo nombre en la conversación del que no se confesara íntimo: Paco Vázquez, Esperanza Aguirre, Felipe González, la alcaldesa de Sanxenxo y, por vía televisiva, amigo de todos los españoles que cada miércoles entran en su casa.
Es importante que sea buen amigo de los dos para que, después de que le hayas llorado lo tuyo, hable con ella y le cuente todo lo que la quieres y lo mucho que vales. “Venga, España, joder, no puedes dejar a un tío como Mariano”. Gracias a Bertín, ayer España descubrió al hombre fieramente humano que llevaba décadas sepultado bajo el burócrata: un Mariano tierno, encantadoramente simplón (en su relato del encuentro con Obama en un gimnasio solo le faltó pedirle un autógrafo). Un Mariano familiar, emotivo y, con un par de albariños, hasta divertido. Como el lunes no fue al debate, su “minuto de oro” lo tuvo ayer en el futbolín, donde hay que reconocer que estuvo increíblemente suelto y gracioso. Los estrategas del PP decían que había que poner piel, y ayer hubo piel como para un almacén de bolsos.
Del sofá pasáis a la cocina, donde el amigo peluche te alimenta y te cuida: “no te vayas a manchar”, “dame eso, que te vas a cortar”, como temiendo que estés más desesperado de lo que pensaba, cuchillo en mano. Pero ya te sientes mejor, así que brindáis “por el futuro de España”, confiado en que te va a dar otra oportunidad, o al menos tranquilo porque sabes que, si el 20D te tienes que ir de casa, siempre podrás dormir en el sofá de Bertín.
Todos tenemos un Bertín en nuestra vida: ese amigo fiel que te acoge cuando tienes mal de amores, y te abraza, te deja su sofá, aguanta tus ganas de hablar, te ríe las gracias y se deja ganar al futbolín. Todo para que te sientas mejor. El que no lo tenga, que se busque uno, porque cuando te llegue la bajona necesitarás ese ratito de cariño.
Mariano estaba pasando una mala racha con España, no sabía si cualquier día le iba a poner las maletas en la puerta, y allá se fue a casa de Bertín. “Venga, tranquilo, que estas cosas siempre se acaban arreglando. Siéntate y habla, no te lo guardes que es peor”. Y Mariano habló, vaya si habló. Hora y media sin parar, que en esos momentos jodidos se te suelta la lengua y lo cuentas todo: los buenos y malos recuerdos, los amigos que no has vuelto a ver, la vida que tenías antes de conocerla, los días felices y las broncas, los muchos viajes que has hecho con ella… Cuando Rajoy enumeró los pueblos de Sevilla que había visitado (y eran todos los de la provincia), temimos que siguiera por Jaén y Córdoba, pero ahí quedó.