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El golpe de estado de José María Aznar

José María Aznar.

Javier Pérez Royo

Según José María Aznar en “España hay un golpe de Estado sin desarticular”. Los protagonistas de dicho golpe fueron desalojados de las instituciones desde las que lo habían perpetrado con la aplicación del artículo 155, pero han vuelto a ocuparlas tras las elecciones del 21D del año pasado. Y allí siguen.

No ha sido el primer presidente del Gobierno del PP el primero en poner en circulación la tesis del golpe de Estado que se habría concretado entre los meses de septiembre y octubre del año pasado en Barcelona, pero sí el primero que mantiene que el golpe de Estado está vivo y que, en cierta medida, ha triunfado, en la medida en que los protagonistas del mismo siguen controlando las instituciones de gobierno de la Generalitat de Catalunya. Siguen, en consecuencia, en condiciones de poder intentarlo de nuevo.

Parece claro que la desarticulación de la trama que hizo posible el golpe de estado del pasado otoño debería ser la tarea principal del Gobierno de la nación. No se entiende que pueda haber una tarea más urgente de la que tuviera que ocuparse. En las palabras de José María Aznar en su entrevista en Onda Cero hay una velada (o no tan velada) acusación de “traición” contra el anterior presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y contra su sucesor, Pedro Sánchez, por haber permitido el primero y estar permitiendo el segundo que siga actuando una trama golpista contra el Estado español. El delito de traición, dicho sea de paso, es el único que se menciona expresamente en la Constitución como presupuesto para la exigencia de “responsabilidad criminal del Presidente” del Gobierno (art. 102 CE).

La traslación de la responsabilidad penal del Gobierno de la Generalitat al Gobierno de la Nación es una operación que empieza a dibujarse. No es el President Torra o el President Puigdemont, que mueve los hilos desde Alemania, el que tiene que ser motivo de preocupación para la sociedad española, sino el Presidente Sánchez, que no cumple con la obligación que constitucionalmente tiene encomendada de garantizar la “seguridad del Estado” (art. 102 CE).

La desintegración del PP, que se está produciendo, si es que no se ha producido ya, como consecuencia de los años de dejación en el ejercicio de sus tareas como presidente del Gobierno y presidente del partido por parte de Mariano Rajoy, ha conducido a poner el Gobierno de la nación en manos de una coalición encabezada por un político socialista sin escrúpulos, del que se puede esperar cualquier cosa, menos una política de defensa inequívoca de la unidad política de España y de la integridad territorial de su Estado.

La tragedia de lo que está ocurriendo en el interior del PP no es solamente una catástrofe para el partido, sino una catástrofe para España, que se encuentra desarmada para hacer frente al próximo golpe de estado, que inevitablemente sobrevendrá, porque la trama golpista no ha sido desarticulada.

Este es el diagnóstico de José María Aznar, que pienso que no va a tener posibilidad de abrirse camino en el interior del PP, porque es un organismo en tan avanzado proceso de descomposición, que no puede servir de instrumento para estrategia política de ningún tipo. El desarrollo de las primarias lo está poniendo de manifiesto. El PP ya no es nada.

Pero fuera del PP, el diagnóstico de José María Aznar y el programa político que del mismo se deriva sí va a estar presente. Es más que probable que lo acabe haciendo suyo en buena medida Ciudadanos y no es descartable que haga acto de presencia en las elecciones municipales y autonómicas de mayo del año próximo de formas muy variadas. En dichas elecciones puede empezar a prefigurarse algo parecido a lo que acabó siendo la CEDA en la Segunda República. Me temo que la tesis de la deslealtad extrema del nacionalismo catalán magnificada por la “traición” del Gobierno de la Nación por no hacerle frente, va a formar parte del escenario político del o de los próximos años.

Atentos, como suele concluir sus artículos Miguel Ángel Aguilar.

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