El votante de Podemos y sus circunstancias: joven (pero no solo), con estudios y urbano
La publicación del avance de resultados del Estudio 3028 del Centro de Investigaciones Sociológicas nos permite seguir reflexionando sobre la sorpresiva irrupción de Podemos. Es necesario advertir que esta reflexión se produce con datos de recuerdo de voto, que presentan algunas distorsiones respecto al voto real que se produjo en las elecciones al Parlamento europeo, como resultado de posibles desviaciones de la muestra, error aleatorio y quizás ocultación de voto real. Pero ofrecen pistas para ayudarnos a comprender qué ocurrió en las elecciones del 25-M y qué puede ocurrir en el panorama político español en los próximos meses y años.
Los datos que ahora publica el CIS confirman alguno de los argumentos y intuiciones presentados en artículos anteriores de Agenda Pública (aquí, aquí o aquí) y desmienten algunas de las primeras impresiones que vertieron los analistas poco después de las elecciones del 25-M.
Comenzando por estas últimas, una de las primeras ideas que circuló durante los primeros días de junio era que Podemos había concitado el voto de las clases más desfavorecidas. Según esta interpretación, ciudadanos de las clases más humildes habrían acudido a las urnas para expresar su descontento con la gestión de la crisis y la actitud de los partidos hacia los que tradicionalmente se han sentido más cercanos.
El hecho de que Podemos obtuviera resultados muy destacables en barrios menos acomodados de grandes ciudades, en municipios de renta baja o en provincias con altas tasas de desempleo, parecía alimentar esa hipótesis.
Pero la utilización de datos ecológicos para inferir asociaciones entre variables individuales (clase social y comportamiento electoral) tiene riesgo y, en este caso, los datos parecen indicar que algunos analistas se precipitaron al evaluar el perfil socioeconómico de los votantes de Podemos.
Los datos del CIS sugieren que Podemos atrajo un porcentaje prácticamente equiparable de votos en todas las clases sociales. Es destacable que Podemos aparezca (con la debida cautela que exigen los márgenes de error que tiene la encuesta), como el segundo partido en recuerdo de voto de la clase media-alta y alta. Es reseñable, asimismo, el fuerte componente de clase en el voto al PSOE. El PSOE concitó cerca del 30% del voto obrero, muy por encima de los porcentajes de otros partidos.
Una impresión ampliamente extendida es que el votante de Podemos era un votante joven. Algunas encuestas postelectorales (con muestra más pequeña que la del CIS y encuestación telefónica) pusieron de manifiesto que Podemos no se nutría solo de votantes muy jóvenes, sino también de jóvenes-adultos y personas inmersas en una larga transición a la vida adulta (quizá bloqueada por la imposibilidad de llevar un estilo de vida de adultos a edades en que esto había sido posible en el pasado).
La encuesta del CIS evidencia que los votantes de Podemos son efectivamente jóvenes, bastante más jóvenes que lo que apuntaban otros sondeos post-electorales. También muestra que en los tramos de edad inmediatamente posteriores existe una sobrerrepresentación de sus votantes, mientras que en edades avanzadas, en cambio, el peso de los votantes de Podemos es bastante bajo. El apoyo a Podemos contrasta radicalmente con el apoyo al PP y (algo menos) el PSOE. La variable generacional parece perfilarse como la gran protagonista del comportamiento electoral de las pasadas elecciones y, posiblemente, de las convocatorias electorales de los próximos años.
Una segunda variable sociodemográfica que cobra importancia para calibrar el voto a Podemos es el nivel de estudios. Podemos es la segunda fuerza política en el voto de las personas con estudios superiores. En claro contraste con el PSOE, apenas concitó apoyos entre votantes con niveles más bajos de estudios.
Una novedad de la encuesta del CIS es que nos permiten conocer en qué tipo de municipios Podemos obtiene mayor proporción de votos. Los datos son inequívocos: Podemos aglutina apoyo urbano. En los municipios más pequeños el apoyo a Podemos disminuye drásticamente.
Algunos análisis habían abundado en la idea de que Podemos podría haber atraído el voto de sectores laboralmente precarios. Habrá que analizar a fondo este fenómeno cuando podamos disponer de los microdatos de la encuesta, pero la evidencia publicada por el CIS ofrece algunos indicios que apuntan en esta dirección. En la composición del voto a Podemos, los parados pesan prácticamente como en muchos otros partidos de izquierda (y como en el conjunto de la población): 26,5%. Pero la proporción de los votantes de Podemos que creen que es probable (muy o bastante) que pierdan su empleo en los próximos 12 meses (23,5%) es mayor que en los demás partidos. La de los que creen que es nada probable (24,5%) es menor.
Desde el punto de vista político, los votantes de Podemos sobresalen claramente por sus niveles de conocimiento y activismo político. Se trata de votantes generalmente bien informados sobre cuestiones políticas y que discuten frecuentemente sobre estos temas en casa y con amigos. Son además buenos conocedores de los sondeos pre-electorales.
Destacan asimismo tanto por el uso de nuevas tecnologías para informarse como en la comunicación política con otras personas. Entre la amplia mayoría de votantes de Podemos que usan Internet, el acceso a Twitter está particularmente extendido entre sus votantes en comparación a los del PP y PSOE.
Un dato curioso es que, a pesar de su juventud, los votantes de Podemos, tienden a declararse más infelices que los votantes de los principales partidos (en la literatura espcalizada la juventud tiende a asociarse normalmente con la felicidad). En una escala de 0 a 10, donde 0 es el valor que se otorgan las personas que se consideran completamente infelices, y 10 las completamente felices, los votantes de Podemos se sitúan en un 6,93 de media, relativamente lejos de los votantes de los partidos que atraen a los más felices (ERC con 7,53, PP con 7,49, Coalición por Europa con 7,37, UPyD con 7,34 E Izquierda plural con 7,23). Un porcentaje más alto que en otros grupos se sitúa por debajo de 5 (19,8%). Quizás el indicador de infelicidad esté capturando expresiones de indignación
Hasta aquí nuestra primera incursión en los datos de la encuesta postelectoral del CIS. Se trata de un primer análisis de urgencia y a la fuerza limitado. Deberá ser complementado por trabajos más sistemáticos y sosegados. Pero permite perfilar ya mejor los contornos del apoyo electoral al invitado inesperado en estas pasadas elecciones, y muy probablemente, en la vida política de los próximos años.