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Amnistía Internacional es un movimiento global de más de 7 millones de socios, socias, activistas y simpatizantes que se toman la lucha contra las injusticias como algo personal. Combatimos los abusos contra los derechos humanos de víctimas con nombre y apellido a través de la investigación y el activismo.

Estamos presentes en casi todos los países del mundo, y somos independientes de todo Gobierno, ideología política, interés económico o credo religioso.

De Guantánamo, a cadena perpetua en Rusia

Rasul Kudaev, antiguo prisionero de Guantánamo, fue torturado durante su arresto y varios días después © Private

Yolanda Vega

Responsable del trabajo sobre Rusia en Amnistía Internacional España —

Casi en la misma fecha, a muchos kilómetros de distancia, en Rusia, se dictaba una sentencia contra una persona que estuvo encerrada en Guantánamo y que logró salir. En 2004 Rasul Kudaev fue liberado de Guantánamo sin cargos y enviado a su país, Rusia. Hoy se encuentra en prisión condenado a cadena perpetua después de haber sido torturado y sometido a un juicio injusto por delitos que siempre ha negado haber cometido.

Le acusan de haber participado en los atentados que se produjeron el 13 de octubre de 2005 contra las instalaciones del gobierno en la república rusa de Kabardino-Balkaria, en los que murieron más de 140 personas. Diez días más tarde, el 23 de octubre, Rasul Kudaev fue arrestado y, como muchos otros sospechosos, fue torturado por la policía para extraerle “confesiones”.

No es una acusación ambigua e imprecisa. Kudaev contó a su abogada Irina Komissarova que el mismo día de su detención fue  brutalmente golpeado en la jefatura de la Brigada de Lucha contra la Delincuencia Organizada (UBOP) de la localidad de Nalchik, y que el 25 de octubre, lo habían golpeado de nuevo en la parte inferior del torso y en los talones, en el centro de reclusión temporal (SIZO). El 28 de octubre lo trasladaron a otro lugar donde le torturaron con electricidad. Otro hombre que estuvo detenido con él en el SIZO de Nalchik, contó a la familia de Kudaev que lo habían atado con cinta adhesiva y pateado “como a una pelota de fútbol”.

La abogada declaró que cuando visitó a su cliente el 24 de octubre, estaba sentado en un taburete en una postura retorcida, agarrándose el estómago, y tenía muchos rasguños en el rostro. Apenas estaba consciente, y tan malherido que era incapaz de hablar bien o de alzar la cabeza para mirar a nadie. Dos días más tarde lo volvió a visitar: esta vez no podía caminar sin ayuda, y prácticamente tuvieron que arrastrarlo para llevarlo ante ella. Irina Komissarova presentó varias quejas ante diferentes organismos. Poco después fue retirada del caso.

A pesar de las evidencias existentes, las  denuncias de tortura nunca se han investigado. De hecho, la “confesión” que obtuvieron de esta forma fue la prueba principal para condenarlo a cadena perpetua. El derecho internacional  prohíbe de forma absoluta el uso de la tortura y que los tribunales acepten pruebas obtenidas bajo tortura. El tribunal que condenó a Kudaev sí las aceptó. Lo que, sin embargo, rechazó fue el testimonio de varias personas que afirmaron que Kudaev no pudo participar en el ataque porque estaba en otro lugar.

Rasul Kudaev y otros condenados recurrieron la sentencia pero el Tribunal Supremo confirmó el pasado 14 de enero la cadena perpetua. Tampoco le parecieron dignas de tener en cuenta las alegaciones de tortura.

El recorrido judicial no termina aquí, pero de momento Kudaev será trasladado en cualquier momento a una colonia penitenciaria en el norte de Rusia, lejos de donde vive su familia en Kabardino-Balkaria. Hasta ahora su madre había estado llevándole medicinas para sus múltiples problemas de salud y también comida, algo que ya no podrá seguir haciendo. Tampoco podrá seguir llevándole los cientos de cartas que activistas de derechos humanos  en todo el mundo le han estado escribiendo dándole ánimos.

A pesar de todo, Kudaev mantiene alta la moral, confía en que su caso no será olvidado, que no caerá en un nuevo limbo como el que ya vivió en Guantánamo.

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