Cada día 22 veteranos y ex soldados de guerra se quitan la vida en Estados Unidos. Esto supone el 20% de los suicidios totales entre la población. En 2012 el número de suicidios entre militares superó las muertes en combate: 349 suicidios frente a 259 muertos en combate en Afganistán. En las cifras no se cuenta con la estigmatización que conlleva el suicidio y cómo muchas veces no se reportan como tales algunos tipos de muertes que están estrechamente relacionadas con la depresión, que conlleva abuso de drogas o accidentes de coche.
Parece que muchas de las razones que llevan a los veteranos al suicidio son las condiciones que viven al regreso cuando se enfrentan a dificultades económicas, sociales y a graves secuelas psicológicas y físicas. El desempleo, el síndrome de estrés postraumático, la falta de integración social, los traumas físicos, la rehabilitación y la invisibilización social, son algunos de ellos.
Medir la relación entre cantidad de conflictos armados y suicidios es complicado, cabe plantearse si no es la cantidad si no más bien el tipo de conflicto, la crudeza, duración y el grado de violencia interna y otros muchos factores psicológicos y sociales inherentes al carácter del ser humano, que debe enfrentarse a situaciones de violencia extrema. Sin obviar las características propias de la institución militar, que provoca tensiones psicológicas, físicas y personales, donde el pensamiento queda diluido y anulado a través de una cadena jerárquica de mando, que podría ayudar a explicar el gran número de veteranos que se suicidan sin haber sido nunca desplegados sobre el terreno.
Entramos aquí en dos niveles de análisis diferentes, por un lado el ciclo de vida de los soldados que primero viven un ensalzamiento social y político durante su reclutamiento, despliegue y misión, para después ser desechados socialmente al volver. Este hecho es muy similar al que viven muchos civiles sin trabajo en sociedades con un valor muy alto de la productividad capitalista, en el que la persona puede ser etiquetada de inservible, convirtiéndose en figuras susceptibles de ser desechadas, sin entrar a valorar otras consideraciones.
Por otro, encontramos el valor de las muertes en guerra para el relato militarista, necesario para mantener la industria y todo el engranaje de guerra, por ello se hace más útil hablar de las muertes que se producen durante la guerra que de las que se producen después. El relato belicista y militarista necesita de la imagen del héroe de guerra caído en combate, de esta manera podemos purgar todas las miserias de la guerra a través de la muerte. Los soldados que mueren fuera de contexto no dejan lugar a la expiación ni a la exaltación de los valores nacionales y militaristas. Por contra, nos muestran la realidad de la guerra descarnada, carente de todo sentido.
Rechazar lo inservible es propio de teorías interrelacionadas como el darwinismo social, los fascismos, el capitalismo y el belicismo, defensores todos ellos de la cultura del desarrollo social a través del enfrentamiento, para los que la guerra es un método de adaptación al medio, donde sobrevive y ha de sobrevivir el más fuerte de la especie. Donde la guerra es, como decía el fascista Marinetti “única higiene del mundo”, una limpieza social necesaria que participa del proceso de selección natural. Argumentos a favor del capitalismo, el racismo, el belicismo, el colonialismo y el neoimperialismo, sin espacio para aceptar que la guerra y el ejército pueden matar poco a poco, en el vacío total y el silencio absoluto de las ciudades lejanas de donde vuelan las balas.
La situación de los veteranos de guerra es una verdadera contradicción para todas estas teorías, la naturaleza humana se autodestruye a través de su propia violencia cuando no es capaz de convivir con el otro o de aceptar los requisitos autoritarios de la institución militar. La guerra deja entonces de ser ese mecanismo natural e inherente al ser humano, para convertirse en un proceso grotesco, brutal y autodestructivo.
La evolución social, ética, mecánica, tecnológica y económica de la humanidad debería servirnos para mejor las condiciones sociales de todos los seres humanos, paliar el sufrimiento físico y psicológico y contribuir al bienestar colectivo. Si no es así el trabajo, el esfuerzo, la investigación y todos los descubrimientos de los que somos capaces pierden su sentido. Si no es para alcanzar mejoras comunitarias y poner en valor la cooperación por encima de la lucha, el enfrentamiento y el asesinato físico y psicológico del otro.