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Gentrificación en el camping: el pulso de 60 familias veraneantes contra la nueva propiedad que las quiere desalojar

A la izquierda, un grupo de 'campistas' de toda la vida jugando a petanca. A la derecha, imagen de una tienda de HolaCamp

Pau Rodríguez

Coma-ruga (Tarragona) —

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La primera vez que Sandra López y Raúl Collbatallé pisaron el camping Sant Salvador tenían meses de vida. Ubicado frente a la playa de Coma-ruga, en Tarragona, era el alojamiento vacacional de sus padres y abuelos. Y ha sido también el suyo hasta que el pasado mes de febrero recibieron una carta del nuevo propietario. Les comunicaba que tenían un mes para retirar sus 'bungalows' y marcharse.

Las familias, que llevan veraneando en el lugar en algunos casos desde hace 20, 30 o incluso 40 años, se niegan a irse sin más y han decidido plantar batalla. Consideran que son víctimas de un proceso de “gentrificación” alimentado por la moda de los cámpings de alto standing. “Lo que quieren hacer, con prestaciones y restauración de lujo, no está pensado para nosotros”, lamenta López. 

La nueva propietaria es HolaCamp, una empresa nacida en 2023 de la mano de empresarios e inversores del sector, que ya cuenta con siete campings en España. Su modelo se acerca al del glamping, la evolución hacia el lujo de la tradicional oferta de parcelas para tiendas de campaña y caravanas. Sus planes son ambiciosos: este 2024 aspiran a pasar de siete a 17 alojamientos.

Sin embargo, en Coma-ruga sus previsiones de apertura han chocado con un grupo de fieles al camping Sant Salvador que no quiere renunciar a sus barbacoas y paellas entre amigos y a las competiciones de petanca sin cuartel. Un total de 62 familias exigen negociar en bloque su continuidad en el alojamiento o, al menos, que les den más tiempo para salir y para desalojar sus pertenencias.

Denuncian engaños del anterior propietario

Estos veraneantes, que históricamente se alojaban en caravanas, se sienten además estafados por el anterior propietario, que les animó a comprarse bungalows justo antes de venderse el establecimiento. “En algún caso amenazó con que iba a quitar las caravanas, así que muchos compraron los bungalows”, sostiene Sandra. Las familias invirtieron entre 5.000 y 7.000 euros por las casetas más viejas y entre 20.000 y 25.000 por las más nuevas.

Las familias sospechan que el antiguo director las empujó a comprar bungalows para que el camping alcanzara las 3 estrellas y así venderlo más caro. Pero ahora HolaCamp no está interesado en estos pequeños alojamientos –no son del estilo de su negocio–, y en febrero conminó a retirarlos. Les dio un mes, que al final aplazó hasta fijar como ultimátum el pasado 15 de abril.

Desde entonces, las familias saben que sus bungalows pueden ser desmontados y trasladados a un rincón del camping, unos trabajos y almacenamiento por el que la propiedad avisó que les cobrará. 

Las 62 familias que piden negociar –en total eran 80, pero algunas aceptaron la nueva situación– han llamado estos días a hasta 22 campings de toda Catalunya para ver si les aceptan con sus casetas, pero todos les han dicho que no. Algunas han empezado a ponerlas a la venta, pero explican que les pagan 3.000 o 4.000 euros por ellas. Solo el coste de desmontarlas y trasladarlas calculan que alcanza los 7.000. 

El CEO de HolaCamp, Alfonso Leprevost, admite que inicialmente quizás se equivocaron al comunicar por carta el desalojo a unas familias que tenían tal apego sentimental con el camping. Pero añade que sus demandas son “ilegítimas” y que no tienen recorrido judicial. Asegura asimismo que ellos están dispuestos a negociar, caso por caso, la venta de los bungalows o la continuidad de sus estancias, pero no de forma colectiva. 

Leprevost pone en duda además que las familias tengan que malvender sus casas rodantes. “De entrada, todos son alojamientos que tienen más de 12 años, pero es que además en el mercado de segunda mano ahora mismo se compran a precios muy elevados porque no hay stock”, argumenta. 

Al otro lado, las familias, que han puesto sus demandas en manos de los abogados del Col·lectiu Ronda, insisten en tratar la cuestión conjuntamente. “Hay familias que llevan 20 o 30 años encadenando contratos anuales de temporada y les generaron unas expectativas de que haciendo una inversiones podrían continuar allí”, señala la abogada Esther Costa. Desde HolaCamp, en cambio, responden que no se les pueden echar en cara las promesas que pudiera hacer su antecesor.

Pero la abogada y las 62 familias van más allá y acusan a HolaCamp de “gentrificar el camping”. “Lo mismo que ocurre con la vivienda pasa con los campings. Se viste de ecoturismo lo que acaba siendo la concentración de gente adinerada, un proyecto de élite que expulsa al resto”, lamentan.

El camping “pueblo”, un modelo desaparecido

En pleno debate sobre la masificación turística en Barcelona y el litoral catalán, el camping Sant Salvador era un vestigio de un estilo de veraneo en desaparición. El de aquellas familias que firmaban un contrato de temporada en el camping para plantar su caravana de mayo a octubre, cada año en la misma parcela, y instalarse allí todos los fines de semana y durante las vacaciones.

Sandra y Raúl lo describen como “un pueblo”. Una suerte de segundas residencias para vecinos mayoritariamente de la periferia de Barcelona. “Todos mis amigos son de aquí, a mi marido lo conocí aquí de niña y a la boda vino medio camping”, pone como ejemplo esta mujer de 42 años, que sabe que difícilmente encontrará un lugar donde por 3.700 euros pueda ver correr a sus hijos sin supervisión durante todos los meses de verano.  

Este modelo de clientes fijos es cada vez menos frecuente, sobre todo en campings de la costa donde hay mucha demanda turística. Leprevost, de HolaCamp, atribuye a esta situación el hecho de que el negocio perdiese dinero cuando ellos lo compraron. “Tenía demasiados fijos, en torno al 40%, en total unas 85 familias que ocupaban además demasiado espacio. No tenía ninguna viabilidad”, razona el empresario, que añade que en su caso solo se plantean tener una cuota del 15% de este perfil. 

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