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Zinemaldia abre con la película del año (y no es la de Amenábar)

Dos de los curas perversos de 'El Club'

Pedro Moral Martín

Se esperaba todo de Alejandro Amenábar. ¿Qué es eso en lo que ha estado trabajando el director de Tesis durante seis años? Había curiosidad. A parte de salir en el reality de Alaska y Mario y de dirigir la campaña de Estrella Damm, el madrileño ha dirigido y escrito Regresión. El hijo pródigo se reencontraba con sus géneros favoritos, el terror psicológico, el suspense y el thriller de tintes hitchcocknianos.

Antes de la proyección la histeria colectiva se ha apoderado (como siempre ocurre) del festival: actores y directores en sus posiciones esperando las hordas de periodistas dispuestos a preguntarles lo mismo todo el rato, agentes de prensa pegados a sus móviles, una enorme cantidad de público alienado en filas kilométricas para entrar a ver películas, azafatos y azafatas poniendo orden… y así. Cuando por fin comienza la película de Amenábar, todo el mundo se queda en silencio, el Kursal se convierte en un tempo, y entonces resulta que es precisamente la histeria colectiva uno de los males que quiere retratar Regresión.

El intento de ‘La Semilla del diablo’

Desde ahora habrá que distinguir a dos directores que conviven en un mismo cuerpo, el Amenábar de Los Otros, y el Amenábar de Ágora o Regresión. El segundo es el malo. La cinta cuenta la historia de un detective que no se entera de nada llamado Bruce Kenner e interpretado por Ethan Hawke y que en 1990 comienza a investigar el caso de Ángela (Emma Watson) una joven que acusa a su padre de haberla agredido sexualmente. Éste asume la culpa y esa inesperada reacción destapa una conspiración satánica a varios niveles sociales que se hace cada vez más grande, más oscura, más sórdida…

El director español intenta rodar un thriller contenido, pausado, como el que alimentó el género en los 70’. Quiere emular a títulos como El exorcista o La Semilla del diablo, hay ritos satánicos, vecinos que se comportan de manera extraña, pesadillas demasiado reales… El filme tiene todos los ingredientes para ser un éxito enganchando al espectador con la regresión, una clase de hipnosis para reabrir en los sujetos experiencias traumáticas con la que el director asume el legado de Recuerda, del mejor Hitchcock. Amenábar llega incluso a ironizar sobre la histeria colectiva, ese mal de festivales que también comparten los observadores de ovnis y que demuestra lo susceptibles que somos los humanos de creernos nuestras propias mentiras.

Sin embargo, el guión de Amenábar es terrible empezando por unos personajes artificiales que solo sirven a la trama y terminando por algo imperdonable, es todo muy previsible. Por muy bien que ruede o domine el género, es imposible hacer de una historia como esta una película que aspire a algo más que ser un thriller correcto y entretenido.

Pablo Larraín, el verdadero protagonista

Decir que el director chileno venía de tapado al festival sería no decir la verdad porque su última película, El Club, ganó el Premio del Jurado en Berlín. Pero aquí, en San Sebastián, compite en la sección Horizontes Latinos y nadie se esperaba el impacto de su película. El director de la fantástica No se ha pasado la mitad de su carrera retratando la impunidad, la de Pinochet o la de ese falso Tony Manero, y aquí vuelve a hablar de lo mismo solo que mucho más cruel, complejo, perturbador y terrorífico que nunca.

Muchos de los curas que cometen crímenes, como los abusos sexuales o el robo de niños, no son castigados por los estamentos pertinentes sino que son llevados a ‘casas de retiro’ donde purgan sus pecados. Larraín cuenta cómo la existencia de cuatro hombres que viven este retiro se ve interrumpida por la llegada de un quinto que hará que todo se precipite. La nueva iglesia contra la vieja iglesia, si no son acaso lo mismo. Y de fondo el retrato de cuatro de los personajes más despreciables que ha dado el cine moderno. Y lo son no porque hayan violado, matado, abusado o mentido, lo son porque no se arrepienten, porque no asumen los hechos. La religión les sirve como perfecta justificación para reforzar sus acciones, por atroces que sean.

Con este material Larraín ha filmado una película hipnótica y desagradable y también, en cierta forma, espiritual. La luz de su fotografía, de un azul perenne, provoca que la historia ocurra en una madrugada constante. El director mueve a los personajes por la casa, les hace hablar, o más bien vomitar sus pecados, mientras la humedad cala los huesos (y el alma) del espectador. A pesar de todo el realizador no se priva del humor negro. Y como ocurre con el cine de Haneke, es muy complicado no quedar en shock al finalizar el metraje. El Club es una de las películas más impactantes en lo que va de año.

El prestidigitador llamado Hou Hsiao-Hsien

La sección de Perlas se ha inaugurado con una joya del cine contemplativo. Una película no apta para espectadores que aman las emociones fuertes. Hou Hsiao-Hsien lleva depurando su técnica y su estilo durante toda su carrera. No es fácil hacer lo que hace y tampoco es fácil contemplarlo. El director de Taiwán ha presentado, tras ganar el premio a Mejor Director en Cannes, The Assassin, un filme de artes marciales en el que una asesina debe matar a su primo, gobernador disidente de una provincia militar y un viejo amor.

El realizador vuelve a obviar el ininteligible argumento porque lo que prima es la rotunda belleza de sus imágenes. La periodista Ester Miguel Trula habla de un universo donde los personajes son sólo ideales. Hou juega con el espectador a través de planos fijos y excesivamente largos lleno de detalles, adornos y sutilezas estilísticas y narrativas que esconden y muestran lo importante. El espectador debe aguantar -a veces con estoica paciencia- las lánguidas secuencias de esta película, pero la recompensa es demasiado valiosa. Es cine hecho por un prestidigitador, un artista, un mago.

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