El sueño de 300 subsaharianos choca contra la valla de Melilla
Melilla se despertaba este martes, en el 516 aniversario de su españolidad, con una nueva entrada de inmigrantes a través del vallado fronterizo. Tras un verano muy duro para los subsaharianos en Marruecos, -en donde han sido víctimas de una persecución brutal sin precedentes que ha dejado a su paso cinco muertos, más de 400 heridos y cerca de mil deportados, según cifras oficiales- la valla de Melilla volvía a ser protagonista a nivel internacional, después de intentar ser atravesada por más de 300 personas a la carrera.
Hace un mes apenas quedaban unos pocos inmigrantes supervivientes en los bosques del monte Gurugú y sus alrededores. Pero, al bajar la intensidad de las redadas, los internamientos y las expulsiones, muchos jóvenes que se encontraban escondidos en Rabat, Casablanca y otras grandes ciudades del sur del país han ido subiendo hacia la provincia de Nador –colindante con melilla- para huir del país en busca del sueño europeo.
Un sueño que, para más de 300 subsaharianos, chocaba con una triple alambrada metálica de más de seis metros de altura pasadas las 6:30 de la mañana, a la altura del paso fronterizo del Barrio Chino –el más cercano al Gurugú.
Más de un centenar de ellos, según la Delegación del Gobierno en Melilla, conseguía entrar a la ciudad autónoma y echaba a correr por las calles del barrio de El Real, el más cercano a esta zona del perímetro fronterizo.
Los inmigrantes saben que si son interceptados nada más poner pie en suelo español la Guardia Civil los detendrá y expulsará por alguna de las puertas instaladas cada pocos metros del vallado. Por eso nada más entrar intentan escapar de los agentes y permanecer el mayor tiempo escondido para evitar ser “rechazados en frontera”.
Esto permite que se den escenas como las vividas por algunos vecinos de El Real que observaban atónitos cómo el helicóptero de la Benemérita iluminaba a los diferentes grupos de subsaharianos que vagaban perdidos por las calles mientras desde los coches patrulla, otros agentes les disparaban con pelotas de goma para derribarlos.
Desde la representación gubernativa en Melilla se hablaba de un solo herido por parte de los subsaharianos y de al menos seis por parte de los agentes intervinientes. Lo cierto es que a las diez de la mañana ingresaba en el Hospital Comarcal un inmigrante en silla de ruedas con una fractura en una de sus piernas y que, poco después de las dos y media de la tarde, lo hacía otro en camilla tras haber sido encontrado tirado en el suelo moribundo y casi sin aliento.
Al otro lado del vallado fronterizo, en el Hospital Hassani de Nador, han sido atendidos hasta el momento 10 subsaharianos que presentaban múltiples contusiones y diversas fracturas. Uno de ellos permanece ingresado y va a ser intervenido esta noche ya que precisa de una complicada cirugía traumatológica.
Todos los ingresados aseguran haber entrado a Melilla y detallan con exactitud como las Fuerzas españolas les expulsaban de suelo español y les entregaban a las marroquíes.
Tanto la Gendarmería como las Fuerzas Auxiliares alauíes permanecieron toda la mañana de este martes peinando los alrededores del vallado y han realizado varias incursiones en el monte Gurugú. Aquellos inmigrantes entregados por España, los capturados en las redadas y al menos cuatro de los atendidos en el hospital han sido deportados a Argelia; en total, más de un centenar, según informan las organizaciones que trabajan con inmigrantes en la provincia de Nador.
La realidad es que Melilla demanda en su cumpleaños soluciones reales al drama de la inmigración por parte de una poco implicada Unión Europea; que Marruecos no encuentra el término medio en su política migratoria que a todos quiere agradar y a nadie convence; que los países de la franja subsahariana siguen estando olvidados, pasando penurias y no tomando las riendas en estrategia de emigración; y que los subsaharianos que permanecen escondidos en los bosques van a seguir intentando huir de todas estas realidades y chocando con la valla. Mientras, todos pagan su frustración con una violencia que engendra más violencia y que a todos perjudica, pero en especial a los más débiles, los inmigrantes.