Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.
Angela Merkel se está cargando Europa
Angela Merkel es “la canciller de la austeridad” y su actitud se caracteriza por una “intransigencia egoísta”. Decenas de millones de europeos están convencidos de eso. Pero cuando esas ideas figuran expresamente en el texto preparatorio de la conferencia nacional que el Partido Socialista Francés celebrará el próximo mes de junio, el asunto adquiere relevancia política continental. Esa declaración marca, hasta el momento, el punto más alto de la degradación profunda que está sufriendo el proyecto europeo, que cada nuevo sondeo confirma y amplía: según el último Eurobarómetro, dos de cada tres ciudadanos de la UE han dejado de confiar en la Unión.
Para gran disgusto de los responsables del PSF, el texto antes citado fue filtrado por alguno de ellos a la prensa. Horas después, el presidente de la Asamblea Nacional, el socialista Claude Bartolome, elevaba aún más su tono y proponía que Francia abordara directamente esas cuestiones en un “careo” con Alemania. Y aunque varios ministros del Gobierno galo han tratado de restar importancia a unas y otras declaraciones, parece ser que Berlín no se las han tomado precisamente bien.
Fuentes periodísticas francesas aseguran que Angela Merkel ha pedido explicaciones a François Hollande. El diario económico Handelsblatt, próximo al centroderecha, ha escrito: “El partido socialista que está en el poder en Francia ha hecho un descubrimiento sensacional: que Alemania es culpable de todo. Sus opiniones sobre la señora Merkel son una manifestación de la división y del pánico que reinan en el PSF. Lo único que les une es que la canciller alemana es su enemigo común”.
Para el Suddeutsche Zeitung, de centroizquierda, los ataques se explican en la perspectiva de las elecciones de este otoño. “El 22 de septiembre los alemanes no sólo votarán por la composición de su parlamento, sino también por la suerte de otros muchos países. Europa quiere entrar en la campaña electoral alemana. Pero los sondeos muestran que tanto en España como en Alemania la mayoría de la gente cree que su propia clase política es la responsable de la crisis”.
Seguramente la polémica quedará en breve apagada por algún gesto de amistad que acordarán los líderes políticos de ambos países. Pero muy probablemente resurgirá en la conferencia del Partido Socialista Francés, en el que, al igual que la derecha gala, existe desde hace bastante tiempo una corriente crítica con la política oficial de entendimiento sin límites entre Alemania y Francia, que es la base de todo el proyecto europeo.
La crisis está agudizando y reforzando esas posiciones. El paro –que en marzo registró un récord histórico, alcanzando a 5,7 millones de personas, en sus distintas gradaciones– está hundiendo la presidencia de François Hollande. Y Angela Merkel sigue haciendo oídos sordos a sus reiteradas peticiones de que la UE cambie de política económica, relaje la austeridad y tome medidas para promover el crecimiento. En esas condiciones, el discurso europeísta clásico suena cada vez más a vacío, si no a falso, y Hollande corre el riesgo de que dentro de su propio partido surja una fuerte contestación al mismo.
Algunas firmas alemanas de peso han manifestado su preocupación porque la crisis y la actitud de Berlín estén configurando un panorama europeo en el que de nuevo, y como en los peores momentos del siglo XX, Alemania se está quedando sola y frente a todos en Europa. Pero esas opiniones no parecen conmover a Angela Merkel que, además, sabe que sus mayores rivales electorales, los socialdemócratas y los verdes, así como los principales medios de comunicación, comparten su política europea.
Tampoco la protesta que se está produciendo en Alemania mismo contra una austeridad salarial que dura casi una década parece estar afectando a la canciller. El lunes pasado no despegó un solo avión de Lufthansa por la huelga del personal de tierra, que exige una subida del 5,2 %. Los trabajadores de correos –que piden un 6 %- prosiguen su huelga intermitente. Y esta semana pararán los trabajadores del metal para apoyar su reivindicación del 5,5 %. Y es que ceder en esos conflictos podría conducir a una elevación generalizada de los salarios. Y si el porcentaje de la misma estuviera en el entorno del 5 %, su impacto macroeconómico supondría, de hecho, una ruptura, parcial pero no desdeñable, del rigor que Berlín se empeña en imponer a toda Europa.
A pesar de unas y otras cosas, la popularidad de Angela Merkel entre los votantes alemanes sigue altísima. Pero se hunde cada vez en el resto de Europa, con excepciones muy puntuales. Y con ella, la del proyecto europeo. Hace cinco años ni un solo país de la UE, ni siquiera la siempre euroescéptica Gran Bretaña, registraba más de un 50 % de votantes hostiles a la Unión Europea y la mayoría la apoyaban con fuerza en todos ellos.
En la actualidad, y según el último Eurobarómetro, han dejado de creer en la UE el 53 % de los italianos, el 56 % de los franceses, el 59 % de los alemanes, el 69 % de los británicos y el 72 % de los españoles. Y los resultados de las elecciones italianas de febrero no hicieron sino agravar esos datos: casi dos de cada tres italianos apoyaron a partidos en cuyos programas figuraban denuncias radicales de la política europea o incluso propuestas de alejamiento de la UE.
A los líderes y a los miembros de la inmensa y costosísima estructura política que en cada una de las naciones y en Bruselas sostiene la UE, esas opiniones mayoritarias parecen importarles muy poco. Siguen actuando como si no existieran. Pero esa actitud tiene un límite. Y la realidad puede explotar el día menos pensado.
Sobre este blog
Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.