Recientemente estuve en México, estuve por el centro de alguna ciudad grande, varios días, y no vi ni a una sola persona en silla de ruedas.
Hablo de sillas de ruedas porque es lo más obvio y visible (especialmente en mi caso, que llevo una silla naranja y con luces). Podría preguntarme también por la cantidad de ciegos o de personas con muletas y los resultados serían parecidos.
Como supongo que en México hay un porcentaje similar (o superior) de personas con discapacidad que en España, imagino que las personas que no vi existen. Lo que pasa es que no se mueven por el centro de las ciudades. Supongo que viven en las afueras, o están encerradas en casa, o en una residencia. Como entiendo que el deseo de ir al centro de una ciudad es similar en un bípedo que en un retrón con ruedas, supongo que su ausencia de esta zona de la ciudad responde a razones ajenas a su voluntad.
Semejante desaparición de la vida pública, semejante invisibilidad, dice mucho de lo que nuestra sociedad está haciendo con los retrones. La opresión económica y de recursos a la que se ven sometidos es tan brutal que les impide participar de las actividades más sencillas y más cotidianas de la vida de un ciudadano. La bota que los pisa es tan enorme que quedan ocultos debajo de la suela.
Porque creedme, con una buena silla eléctrica y algunos euros en el bolsillo, un retrón puede pasear de lo más bien por el centro de una ciudad mejicana. Yo lo he hecho y no tiene ninguna dificultad.
A la vista de esta situación, el pequeño burguesito europeo que todos llevamos dentro nos susurra al oído y nos tranquiliza: “Es por el subdesarrollo. En Europa, con nuestra deslumbrante humanidad y nuestro sólido estado del bienestar, hemos conseguido que todo el mundo sea un ciudadano de pleno derecho. Menos mal que vives en Zaragoza y no en esta jungla preindustrial.”
Pero luego uno piensa, “¿en serio?”.
Es cierto que se ve algún que otro retrón por las calles de las ciudades españolas, es cierto que hay una cierta diferencia entre las coberturas sociales de aquí y las de allí, pero... ¿son muchos o pocos los que se ven? Dicho de otro modo, ¿cuántos deberían verse para que uno pueda decir que su visibilidad urbana es similar a la de sus conciudadanos bípedos?
La manera más sencilla de intentar dar una estimación que tenga algún sentido respecto de esta pregunta, es empezar por contestar ¿cuántas personas se mueven en silla de ruedas en España?
No hay muchos datos precisos respecto de estas cosas, pero, usando las dos fuentes de información más completas que conozco en este tema, el Portal de la Dependencia y la Encuesta sobre Discapacidades, Autonomía personal y situaciones de Dependencia 2008 del INE, y haciendo un poco de suposiciones al estilo Fermi, algún número más o menos razonable podemos sacar.
En el primer link podemos encontrar que ha habido hasta el día de hoy más o menos 1.600.000 dictámenes de dependencia en España. Aunque este número no nos dice mucho, ya que es probable que haya algunos dependientes que no tengan problemas en desplazarse (ciegos, discapacidades mentales, etc.), y además una cosa es cuántos dictámenes de dependencia y otra cuántos dependientes hay.
En el segundo link, mucho más rico en datos, aunque un poco antiguo, podemos ver (buscando un poco) que había en 2008 unas 2,100,000 personas en España con “problemas para desplazarse fuera del hogar”, una categoría un poco misteriosa y difícil de desentrañar, pero algo más específica que la anterior. ¡Con lo fácil que hubiese sido preguntar “¿va Usted en silla de ruedas?”!
Supongamos, siendo muy conservadores, que la cuarta parte de estas personas que manifiestan tener “problemas para desplazarse fuera del hogar” (y un tercio de los dependientes oficiales), unas 500,000 personas, no pueden andar, pero tienen las capacidades mentales lo suficientemente finas como para conducir una silla de ruedas.
Podemos discutir si el resultado es algo mayor o algo menor, pero ciertamente no puede ser muy lejano. Por ejemplo, hay otra categoría también bastante ambigua, “problemas para levantarse, acostarse, permanecer de pie o sentado”, en la que se encontraban más o menos 1,000,000 de españoles en 2008. Esto también nos sugiere que no estamos disparando muy lejos del blanco.
Así pues, si consideramos que hay unos 45,000,000 de habitantes en España a día de hoy (y un número similar en 2008), tenemos que 1 de cada 90 españoles, o redondeando, 1 de cada 100, un 1% de la población, se podría mover en una silla de ruedas eléctrica (o manual si tiene la suficiente fuerza en los brazos) y ser visto por nuestras calles haciendo sus cosas como todos los demás.
Ahora pensemos cuántos vemos realmente.
Por la calle, yo digo que muchos menos de 1 de cada 100, y si alguien piensa que me equivoco, que se ponga en una esquina normal grabando con el móvil, los cuente, y lo lo invito a una cena si le salen más de 1 cada 500.
Pongamos otros ejemplos un poco menos subjetivos.
En un AVE típico, caben entre 300 y 400 personas y hay 2 plazas para sillas de ruedas. No está mal, podríamos pensar. Esperan entre 1 de cada 150 y 1 de cada 200 retrones. Sí. Pero, ¿cuántos viajan? Yo uso bastante el AVE por su buena accesibilidad que ya comenté y sólo una vez he ido con otra silla en la segunda plaza. Por otro lado, casi siempre que he comprado el billete, a última hora incluso, las plazas están libres. Así que estimo una ocupación de 0,5 plazas de retrones de media, siendo muy benévolo. En la línea Madrid-Barcelona, que es la que más he usado, estimo una ocupación de bípedos, así a ojo, de no menos del 50% (siendo, de nuevo, conservador). Con lo cual me sale que más o menos 1 de cada 400 viajeros de AVE van en silla. Aunque estoy casi seguro que son menos.
El Teatro Principal de Zaragoza tiene un aforo de unas 1.100 personas. Cuando voy y está lleno, a veces veo otra silla. Cuando está medio lleno, normalmente soy el único retrón. Estimación: 1 de cada 500 espectadores del Teatro Principal van en silla de ruedas.
En conclusión, y si no he patinado mucho con las cuentas, parece que vemos aproximadamente la quinta parte de las personas en sillas de ruedas que deberíamos ver en nuestra sociedad. En otras palabras, no vemos al 80% de estas personas. O sea, hemos solucionado la quinta parte del problema que vi en México. Aún nos quedan las otras cuatro quintas partes.
“¿Dónde está toda esta gente que no vemos?”, se preguntará el lector y yo me temo que la respuesta es bastante triste y vergonzosa.