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The Guardian en español

Un padre y una hija separados por el genocidio en Ruanda se reencuentran 23 años después

Quizá nunca se sabrá cuántos muertos provocó el genocidio en Ruanda. Se calculan que entre 500.000 y 1.000.000. Si la cifra de 800.000 víctimas, la más barajada, es la más exacta, equivaldría al 11% del total de la población y al 80% de los tutsis que vivían en el país

Johnson Kanamugire

Leonard Sebarinda vio por última vez a su hija Beata Nyirambabazi cuando ella tenía dos años, en pleno genocidio ruandés. Poco después, la pequeña sería llevada a Italia para ser adoptada, tras ser tomada por error como huérfana. El hombre, que ahora tiene 70 años, ya había abandonado toda esperanza de volver a verla.

Pero 23 años después, Beata –que ahora se llama Jeanette Chiapello– ha volado desde Italia a Ruanda para encontrarse con su padre, después de que un hermano pasase años buscándola.

La madre de la niña, una tutsi, la llevó junto a su hermana gemela y a su hermano a un refugio en la iglesia católica de Nyamata, donde esperaba estar a salvo de los asesinatos. Pero los atacantes hutu llegaron, lanzaron granadas y lanzas a la iglesia, asesinando a las cerca de 10.000 personas que estaban allí escondidas. Hoy esa iglesia es un monumento que recuerda el genocidio.

Después de la matanza, los aldeanos encontraron a la pequeña viva entre montones de cadáveres, con su madre y sus dos hermanos muertos. La llevaron a un orfanato local.

Dada en adopción por error

Su padre estaba escondido en otro lugar con los otros tres hijos de la pareja. Sebarinda pasó días intentando buscar a su familia y finalmente halló a su hija en el orfanato, junto a cientos de niños que habían perdido sus familias.

“Confirmé que efectivamente era mi Beata. Incluso sonrió al verme”, cuenta Sebarinda al periódico The EastAfrican. “La dejé allí mientras planeaba cómo iba a sacarla para ocuparme de ella y de sus hermanos que habían sobrevivido. Me fui del orfanato con el plan de volver”.

Mientras tanto, la niña fue enviada a Italia; una más de un grupo de niños huérfanos registrados para ser dados en adopción. Cuando Sebarinda volvió y no la encontró, le dijeron que la habían mandado a Italia, pero que nadie más en el orfanato tenía información sobre dónde se encontraba.

Decenas de niños fueron enviados así a Europa para ser adoptados, a pesar de que algunos de ellos todavía tenían familia en Ruanda.

Intervención de la ONU

En 1992, tras la intervención de la ONU, se devolvieron 92 niños a Ruanda desde Italia. Sin embargo, algunos permanecieron en el país, a pesar de una llamada personal del presidente de Ruanda, Paul Kagame, para que el gobierno italiano propiciara su retorno.  

Uno de los hermanos de Chiapello, Vincent Twizeyimana, empezó a buscarla hace 10 años. Se acercó al orfanato en el que estuvo en Ruanda, consiguió algunas fotos de ella y, finalmente, un nombre y una dirección de e-mail.

Al principio, ella negó sus conjeturas, diciendo que era huérfana y que no podía ser la persona que Twizeyimana estaba buscando. Sin embargo, a principios de este año, Chiapello contactó con su hermano por Facebook. Un test de ADN confirmó que son familia.

Acompañada por su marido italiano, Chiapello viajó a principios de octubre a Ntarama, en el distrito de Bugesera, donde fue recibida con una ceremonia tradicional.

Sólo conocía unas pocas palabras de kinyarwanda, el idioma de la zona, pero con la ayuda de un traductor habló con sus familiares sobre su vida en el orfanato y su posterior adopción por una familia italiana. Y también sobre las dificultades de su situación. “Tardé en reflexionar sobre mis raíces africanas y mis padres biológicos hasta mi vida adulta”, concluyó. 

Traducido por Marina Leiva

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