Cuando los –normalmente– adorables niños del cine o de la televisión crecen, a los espectadores nos queda un regusto amargo y un poco desesperanzado. Como si asistir al paso repentino (a una distancia de minutos, si se quiere) de su infancia a su vida adulta fuera un fiasco, una estafa al candor que nos creímos y a la esperanza depositada en ese futuro indefinido. Ha pasado con Ana Torrent, de El espíritu de la colmena a Tesis, con la Cristina Cruz de Celia, con el Jean-Pierre Léaud descubierto por Truffaut en Los 400 golpes o, mismamente, con Drew Barrymore, a la que durante una temporada tuvimos hasta en la sopa gracias a que en su más tierna infancia interpretó el papel de la encantadora niña de E.T.
En La lista de Schindler también aparecía una pequeña de aire angelical en medio de esa devastadora historia. Aquella niña tiene ahora 23 años y es noticia, agárrense, porque cuenta que precisamente esa película la traumatizó. Oliwia Dabrowska, que así se llama, comenta ahora que cuando tenía solo 11 años vio la película en la que había participado, y le invadió un horror mezclado con culpabilidad por haber tomado parte en aquello, algo que por un lado no comprendía y por otro le causaba pavor. Aprovechando la coyuntura ha reconocido cierto rencor hacia sus padres por haberle permitido verse involucrada en aquel trabajo a tan temprana edad. Pero, ¿ha sido su actuación, el visionado de la película o el reconocerse a sí misma en ella tiempo después lo que le ha provocado esa sensación? De cualquier manera, ahora dice sentirse orgullosa por haber contribuido a contar esa historia, aunque no parece muy convencida. Los niños “prodigio” no son lo que eran.