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El kilómetro cero de tu vida

Fotograma de la película 'The External World' de David O´Reilly.

Begoña Huertas

Periferia, extrarradio, suburbio… El mundo real es así, tiene centros y periferias por todas partes. Los mandalas parten de un núcleo que se extiende hasta los bordes. Una ciudad se divide entre la zona céntrica —su kilómetro cero— y los alrededores. La capital de cada país es su foco neurálgico.

La literatura, como reflejo de la vida, está hecha de centros y de periferias. Casi todas las novelas se pueden clasificar en dos grupos: aquellas cuyos personajes realizan el viaje desde los márgenes al centro, o aquellas en las que hacen el trayecto inverso, desplazándose del centro a los márgenes. Ejemplos paradigmáticos de lo primero serían esos personajes “trepa” de Balzac, Flaubert, Stendhal, jóvenes que viajaban de la provincia a la capital cargados de ambiciones. En el otro extremo, hay relatos cuyos protagonistas se encuentran en un alejamiento a menudo voluntario; quieren perderse —quizás decepcionados del mundo—, abandonar el centro, dejar atrás el torbellino de los focos y refugiarse en la oscuridad de las esquinas. Eso ocurre en Joseph Conrad, que explora el descenso al corazón de las tinieblas; o en Juan José Saer, cuyos “héroes” siempre regresan a “la zona”, un territorio periférico que ni siquiera se nombra. En La montaña mágica Thomas Mann también saca a sus personajes del centro de la Historia para llevarlos a un sanatorio recóndito en los Alpes suizos desde el que mirar lo que sucede. O Patricia Highsmith, que crea caracteres instalados, sí, en la cresta de la ola, pero solo como contrapunto al subfondo marginal que llevan dentro. Bueno, ejemplos hay muchos.

Al contrario del mundo real, internet no tiene centro. Estés donde estés tardas lo mismo en llegar a la página de un clásico gigante comercial que a la de una comunidad de artesanos. Tan lejos o tan cerca queda en la pantalla El Corte Inglés como www.etsy.com. Con el mismo gesto de un click puedes ir a la web de la BBC o a la de una pequeña radio en la costa californiana: Luxuria Music. La rapidez con la que accedes a ver un programa de Telecinco es la misma que si optas por mirar un Go Ibiza, go de los Pioneros del Siglo XXI

Es lo que se llama “neutralidad de la red”: las compañías telefónicas transportan los paquetes de datos sin entrar a valorar su contenido. Crucemos los dedos, algunas empresas de telecomunicaciones que proveen el acceso a internet han barajado alguna vez la posibilidad de “dar más valor” a la información que transportan. Y ya podemos imaginar lo que significa eso, establecer un centro bien iluminado y accesible a la medida de sus intereses, y entonces, adiós a los márgenes.

Cuando casi todos los dedos parecen señalar al mismo sitio, crece la satisfacción de encontrar otros focos de atención en los que fijarse. Al centro, en principio, queremos ir todos, es como un primer impulso del cerebro inconsciente, pero en una segunda vuelta las cosas cambian, y si lo pensamos mejor a menudo es más grato divagar por los alrededores en lugar de alcanzar el centro por la línea recta.

Por otro lado, sucede que uno siempre se toma a sí mismo como el punto de referencia, y en consecuencia la periferia es lo que nos rodea. ¿Sí? ¿Todo gira en torno a nuestro ombligo? Y si así es, ¿dónde está el kilómetro cero de nuestra vida?, ¿cuál sería el kilómetro cero de nuestro yo? Para darle una vuelta a todo esto, no te pierdas The External World, el super premiado film de animación de David O´Reilly (desde luego un excéntrico) que puedes ver en la red: http://www.theexternalworld.com/

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