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LA BURBUJA ADAPTATIVA

En Cosmópolis de Don Delillo (por cierto, recientemente llevada al cine por David Cronemberg en una prometedora versión), el protagonista lee no la realidad sensible que tiene ante sus ojos, sino el discurso de imágenes que le muestran las pantallas de su limusina, y en particular un flujo numérico incesante como el código de Matrix de los hermanos Wachowski: Son las cotizaciones en tiempo real de todos los mercados financieros del globo. Me gusta pensar en la cultura de manera semejante… como una corriente continua de signos en constante mutación transmitiéndose por todos los canales posibles, al alcance de quienes posean los códigos para su descifrado. prefix = o ns = “urn:schemas-microsoft-com:office:office” /

Viejas historias para nuevos medios…

Adaptación, hibridación, remediación, transducción… los términos que utiliza la semiótica son muchas veces adaptaciones metafóricas tomadas de las ciencias naturales y la biología. Y si en un sentido, naturaleza se ha opuesto a cultura desde la antropología y las ciencias socio-humanas, en otro ¿no sería posible proyectar las leyes esenciales de la una sobre la otra? Resulta cuando menos muy sugerente pensar en la adaptación en este sentido: si el objetivo de una célula es dividirse para producir células nuevas, el de una especie perpetuarse a través de la reproducción de sus individuos mejor adaptados, el de un gen transmitir información codificada para crear seres semejantes, pero siempre diferentes en último término ¿no hace otro tanto el sistema cultural al trasvasar de manera igualmente incesante y mutante, un repertorio altamente codificado desde hace varios milenios, adaptándose a los diferentes ecosistemas artísticos y tecnologías narrativas? En parte, si fuera así, podríamos explicarnos mejor el porqué seguimos poblando nuestras ficciones de sobremesa de Alejandros, Troyas, Termópilas, Romeos y Julietas, mosqueteros y templarios, sin achacarlo a la falta de inventiva consustancial de nuestros escritores y creadores.

El nombre de la criatura

En cualquier caso, no deja de resultar revelador que la conversión de una obra en otra escrita en un nuevo lenguaje, reciba el nombre de adaptación, que las mutaciones entre la literatura y las artes, la literatura y los medios, o de éstos a las artes y la literatura, para crear obras en parte iguales, en parte distintas, parezcan obedecer por igual a la misma y precisa máxima darwiniana de la adaptación al medio.

Falta ahora una genética y una botánica de la cultura, que aspire a cartografiar y catalogar con precisión esas nuevas especies y los tipos fundamentales de esas mutaciones. Adaptación, en este sentido, es una categoría que se nos ha quedado definitivamente pequeña.

En Cosmópolis de Don Delillo (por cierto, recientemente llevada al cine por David Cronemberg en una prometedora versión), el protagonista lee no la realidad sensible que tiene ante sus ojos, sino el discurso de imágenes que le muestran las pantallas de su limusina, y en particular un flujo numérico incesante como el código de Matrix de los hermanos Wachowski: Son las cotizaciones en tiempo real de todos los mercados financieros del globo. Me gusta pensar en la cultura de manera semejante… como una corriente continua de signos en constante mutación transmitiéndose por todos los canales posibles, al alcance de quienes posean los códigos para su descifrado. prefix = o ns = “urn:schemas-microsoft-com:office:office” /

Viejas historias para nuevos medios…