Ángela Armero es guionista de cine y televisión. Además imparte clases en la escuela creativa Hotel Kafka, colabora en diversos medios, ha escrito y dirigido dos cortos (“La Aventura de Rosa” y “Entrevista”) y ha publicado una novela juvenil (Alexandra y las Siete Pruebas.) Es una adicta a las series y dice que no quiere quitarse.
Falsificación: Don Draper
Todo en Don Draper es falso. (Si no has visto la primera temporada de Mad Men, pasa al siguiente párrafo, atención espoiler.) Su prestancia, la arrogancia con la que conduce las reuniones, las miradas con las que desarma a las mujeres, la caricia con la que se despide de sus hijos, la elegancia con la que viste las camisas, la verticalidad de su tupé, la sonrisa de triunfador, todo falso, salvo la mirada en el fondo del vaso. Porque Don Draper viene del barro, ha llenado los zapatos de un muerto para convertirse en un espejismo perfecto de seducción, triunfo y liderazgo. Solo la falsedad puede ser tan perfecta, o dicho de otro modo, solo la perfección puede ser tan falsa.
Mad Men, una de mis series favoritas, que es hoy día mucho mejor que la mayoría de las películas, tanto técnica como artísticamente, es en mi opinión un monumento a la falsificación, al protocolo habitual de la impostura diaria que se esconde en nuestras vidas, la dosis de material clasificado que complementa nuestra mejor cara. Mad Men es una serie que cuenta mucho más con lo que omite que con lo que muestra. Sus silencios son más expresivos que sus diálogos. Porque ese es el lenguaje que corresponde a los secretos, a las traiciones, a la impostura.
Mad Men habla de las decepciones, de las mentiras, de la infelicidad larvada en la vida del que, aparentemente, lo tiene todo. Del tedio, de la imposibilidad de ser feliz más de quince minutos, del deseo como enemigo de la tranquilidad, de la adicción como desahogo a la condición humana, de abrir brechas en la máscara de la rutina. Y es que esa es la maldición de la vida del triunfador: que quien tiene éxito, un buen trabajo, una buena casa, una bonita familia con una mujer que le adora, siempre desea jugárselo todo en algún momento, por puro aburrimiento, por el deseo de reinventarse, por ponerse a prueba, o quizá porque solo deseamos las cosas hasta que las conseguimos, y cuando ya las tenemos, deseamos otras.
Todo en Don Draper es falso. Y eso, si cabe, le hace aún más fascinante.
Para los adictos, un vídeo promocional “sneak peek” de la sexta Temporada, que llega a España el 8 de Abril. (Inglés, ojo espoilers.)
Todo en Don Draper es falso. (Si no has visto la primera temporada de Mad Men, pasa al siguiente párrafo, atención espoiler.) Su prestancia, la arrogancia con la que conduce las reuniones, las miradas con las que desarma a las mujeres, la caricia con la que se despide de sus hijos, la elegancia con la que viste las camisas, la verticalidad de su tupé, la sonrisa de triunfador, todo falso, salvo la mirada en el fondo del vaso. Porque Don Draper viene del barro, ha llenado los zapatos de un muerto para convertirse en un espejismo perfecto de seducción, triunfo y liderazgo. Solo la falsedad puede ser tan perfecta, o dicho de otro modo, solo la perfección puede ser tan falsa.