Tres días después de dar a luz a su cuarta hija, una niña llamada Hawler, Peroz decidió que la situación en su ciudad natal, Hassake (Siria), era demasiado peligrosa para ellos. Decidió emprender el difícil camino al Kurdistán, en el norte de Irak. En el camino, Hawler y ella enfermaron. “Estaba aterrorizada pensando en que mi bebé podía morir”, afirma Peroz, de 27 años. “Comprobaba en todo momento que estaba viva”.
A pesar de que la frontera estaba cerrada, los guardias sintieron compasión por el bebé recién nacido y permitieron a Peroz y a su familia entrar en Irak.
Unos días después, Peroz y sus hijos volvieron a reunirse con su padre y ahora todos viven junto a cientos de refugiados en un pequeño parque en las afueras de Erbil. Luchando contra los mosquitos y las altas temperaturas con poco más que unas mantas y pan y queso para comer, Peroz y su marido esperan ser transferidos a un asentamiento en los próximos días.
En las últimas semanas, miles de sirios han cruzado al norte de Irak huyendo de la violencia en Siria. Con los campos de refugiados superando su capacidad, muchas familias buscan refugio en cualquier lugar. El gobierno local ha comenzado a transferir a familias desde el parque de Quashtapa a un campo cercano construido por las autoridades locales. ACNUR está registrando a los refugiados recién llegados y les está asistiendo con tiendas y materiales de primera necesidad.
Tres días después de dar a luz a su cuarta hija, una niña llamada Hawler, Peroz decidió que la situación en su ciudad natal, Hassake (Siria), era demasiado peligrosa para ellos. Decidió emprender el difícil camino al Kurdistán, en el norte de Irak. En el camino, Hawler y ella enfermaron. “Estaba aterrorizada pensando en que mi bebé podía morir”, afirma Peroz, de 27 años. “Comprobaba en todo momento que estaba viva”.
A pesar de que la frontera estaba cerrada, los guardias sintieron compasión por el bebé recién nacido y permitieron a Peroz y a su familia entrar en Irak.