Londres, 14 feb (EFE).- Meses de arduas negociaciones no evitaron que el Brexit se olvidara de barcos como el Kirkella, varado en un escollo burocrático que lo mantiene lejos de las aguas norteñas donde solía faenar para suministrar el 10 % del pescado que venden los “fish and chips” en el Reino Unido.
La embarcación, considerada el “orgullo” de la pesca británica en aguas distantes, frecuentaba los mares árticos de Groenlandia y de Noruega, su principal caladero hasta el pasado enero, cuando se consumó el divorcio entre Londres y Bruselas.
Antes del Brexit, el Kirkella operaba al amparo de acuerdos de la Unión Europea con terceros países, pero ahora que el Reino Unido es un estado costero independiente, el arrastrero debe esperar a que el Ejecutivo británico selle pactos bilaterales.
Mientras tanto, el barco apenas se mantiene a flote gracias a una licencia parcial para pescar bacalao en las aguas del mar ártico de Barents, donde se encuentra faenando desde inicios de febrero, tras semanas de inactividad anclado en el puerto de Hull (Inglaterra).
“Ahora podemos pescar un poco en Svalbard (en el mar de Barents), pero eso es solo una fracción de nuestra cuota normal y sin acuerdo con Noruega no tenemos ninguna certeza de cara al futuro”, explica a Efe Trevor Datson, portavoz de UK Fisheries, empresa propietaria del Kirkella.
NEGOCIACIONES POS-BREXIT
La industria pesquera, partidaria en su gran mayoría de romper con la UE, fue un punto clave en el diálogo con Bruselas, aunque el sector apenas supone el 0,1 % del producto interior bruto británico, con 6.000 barcos y 12.000 empleos.
A pesar de centrar las negociaciones, el sector de la pesca amaneció tras el Brexit con un acuerdo que dejaba flecos pendientes de perfilar mediante futuros pactos como el que, de confirmarse, permitirá a barcos como el Kirkella recuperar el acceso a las aguas que antes navegaban.
Según indica a Efe un portavoz del Ministerio británico de Medio Ambiente, Alimentación y Asuntos Rurales, “las primeras negociaciones anuales con Noruega y las islas Feroe concluirán tan pronto como sea posible, pero no sería raro que continuaran en el próximo año de pesca”.
Esta “incertidumbre”, a ojos de UK Fisheries, supone un mazazo para la pesca británica en mares árticos, que “sin cuotas ni licencias” ya anticipa que sus trabajadores tendrán que “buscar otros medios para mantener a sus familias”.
“Queremos que el Gobierno (británico) se dé cuenta de que estamos en una posición extremadamente fuerte para negociar un buen trato con nuestros socios en el mar del Norte”, asegura el portavoz de la empresa, de un centenar de empleados.
Los procesadores de pescado noruego, comenta Datson, “dependen en gran medida del acceso libre de aranceles al mercado del Reino Unido, y es razonable que esperemos algo a cambio en forma de preservación del acceso a sus aguas”.
UN FUTURO A LA DERIVA
Hasta que no se materialice el acuerdo, el Kirkella navegará a la deriva a merced de una tormenta burocrática que le impide ver ni planificar nada “más allá de marzo”.
Esto supondrá, según UK Fisheries, un contratiempo para “muchas” de los 10.500 establecimientos del tradicional “fish and chips” del Reino Unido que optan por servir bacalao ártico capturado por la pesca británica, “algo que actualmente solamente suministra el Kirkella”.
“Nosotros somos el último vestigio de una orgullosa tradición pesquera británica en aguas lejanas -señala Datson-, y en las próximas semanas veremos si 2021 será un nuevo comienzo o un triste final”.
Pilar Tomás