Jean Monnet fue el primero que utilizó la metáfora de la construcción europea como una bicicleta. Si dejas de pedalear, la bicicleta no sólo se para, si no que simplemente, cae. Las teorías académicas sobre la construcción comunitaria, desde el neo-funcionalismo hasta el constructivismo, incluyen esa idea de movimiento. Europa es evolución, es un proceso permanente de reinvención y de re-imaginación. Al ex eurodiputado Jean-Louis Bourlanges le gusta decir que los manuales de la Unión Europea no sirven para nada. Total, al cabo de tres años hay que reescribirlos por completo.
Hoy Europa se enfrenta a su enésima refundación. En las peores circunstancias sociales y por primera vez frente al riesgo real (¿e irrecuperable?) de una desafección ciudadana. Detrás de la polvareda diaria, la ecuación fundamental que se perfila a medio y largo plazo es determinar qué futuro le espera a la Unión Europea, cómo redibujar el marco institucional de una Unión en sus horas más bajas.
Parte de ese proceso se ha ido implementando desde 2008, aunque la pésima gestión comunicativa y política de la crisis ha impedido el análisis y la asimilación por parte de la ciudadanía. En 2010 se creó el ‘Semestre Europeo’, que otorga poderes ex ante a la Comisión en materia presupuestaria. Siguieron el ‘Euro Plus Pact’, el ‘Six Pack’ y el ‘Two Pack’. Medidas que oficializan nuevos compromisos entre los Estados, así como nuevos poderes de supervisión macroeconómica para la Comisión. Sin olvidar los primeros pasos de Unión Bancaria, o el famoso Tratado de Estabilidad en 2012 –el pacto Fiscal-, el tratado intergubernamental que entronizó en las constituciones nacionales el límite de 3% de déficit público. Todas ellas decisiones históricas, que implican una transferencia de soberanía masiva.
En ese contexto la prestigiosa Fundación Friedrich Ebert es uno de los think tanks que han reflexionado sobre los escenarios que siguen. En un estudio compilatorio publicado este semestre proponen cuatro escenarios para 2020 –Future Scenarios for the Eurozone-:
Escenario 1: Una casa sin tejado
Seguir con una gestión de la crisis a ‘trancas y barrancas’, privilegiando el sistema intergubernamental para la toma de decisión y dando prioridad al día a día. No hay tiempo para una ‘pausa creativa’, ni tampoco para tomar distancia de la situación. Este sería el escenario actual.
Escenario 2: La casa se derrumba
La eurozona fracasa, algunos estados optan por volver a sus monedas nacionales y vuelven las narrativas más nacionalistas y proteccionistas.
Escenario 3: Dividir la mansión
Europa se escinde en dos grupos, a dos velocidades. Un grupo de Estados liderados por Alemania decide ampliar los recientes acuerdos, al mismo tiempo que lanza un nuevo marco institucional para cooperar en materia fiscal y coordinar los presupuestos nacionales. Los estados ‘periféricos’ –el pelotón- solo pueden aspirar a integrar la avanzadilla en función del cumplimiento estricto de las reglas establecidas.
Escenario 4: Reparación y construcción completa
En ese escenario la Unión Europea avanza decididamente hacia la mutualización de las deudas nacionales –mediante la creación por ejemplo de Eurobonos y un fondo de redención común-, al mismo tiempo que se otorgan mayores recursos económicos y mayor legitimidad al conjunto de instituciones comunitarias.
Las conclusiones del estudio señalan que la gran mayoría de expertos consultados argumentan que la opción óptima es la cuarta, aunque consideran dicho escenario como poco probable, debido a las reticencias políticas y el febril apoyo ciudadano.
A modo comparativo, vale la pena leerse íntegramente el estudio que publicaron hace unos meses Sebastian Dullien y José Ignacio Torreblanca -‘What is Political Union’-. Los dos expertos del ECFR (European Council for Foreign Relations) también apuestan por examinar diferentes escenarios futuros, centrándose en detallar las diferentes definiciones cuando se habla de ‘Unión Política’. El estudio analiza tres disyuntivas.
- La primera es entre un federalismo económico limitado, que se contenta simplemente en estabilizar el euro, o un federalismo económico avanzado, donde la Unión Europea ostenta prerrogativas referentes al derecho laboral, a la fiscalidad, a los mecanismos redistributivos o las políticas sociales.
- La segunda disyuntiva es entre un sistema político regido principalmente por reglas, o un sistema que otorga más flexibilidad para la innovación política.
- La tercera disyuntiva es entre un sistema que prima la legitimación indirecta (vía los Parlamentos o los gobiernos nacionales), o un sistema que prima la legitimidad directa (vía por ejemplo un sistema parlamentario donde el ejecutivo europeo emanaría del Parlamento Europeo).
Lo interesante de las disyuntivas propuestas es que pueden ser incompatibles entre ellas. Es difícil prever un federalismo económico avanzando basado simplemente en formas de legitimidad indirecta (como es el caso hoy en día). El peligro, tal y como está ocurriendo, es que los ciudadanos sientan que han perdido ‘el control’ sobre sus representantes, o peor aún, que otros ‘países’ toman decisiones por ellos.
En vistas a las elecciones europeas de 2014 los ciudadanos podrán reflexionar sobre su voto en función de estos y otros escenarios. Algunos campos plantearán los comicios como una dialéctica política entre austeridad y crecimiento, otros entre norte y sur, otros entre izquierda y derecha, y otros incluso entre anti-europeísmo y fervor europeísta.
El quid de la cuestión es que muchas de estas batallas sólo son creíbles si la Unión Europea acomete algunos de los cambios institucionales que proponen fundaciones como la Friedrich Ebert o el European Council for Foreign Relations. Una UE sin recursos económicos propios, por ejemplo, tiene un poder limitado para lograr dinamizar el crecimiento continental. Otro ejemplo, sin una reforma que permita al Parlamento Europeo proponer legislación europea –actualmente competencia unilateral de la Comisión- se hace difícil argumentar que una mayoría socialista/conservadora en el Parlamento Europeo vaya a marcar la diferencia proponiendo ‘tal o tal ley’.
Los partidos europeos deberán ir hasta el final de su razonamiento si no quieren decepcionar a unos ciudadanos que en 2014, por primera vez, exigirán que su voto tenga un impacto muy real. Está en su interés promover y explicar el diseño institucional que quieren para Europa. ¿Qué partido ofrece defender una Europa más parlamentaria? ¿Cuál se contenta con un federalismo limitado, y por qué? ¿Cuál es la visión institucional europea de los cabezas de lista?
Las múltiples batallas comunicativas que se avecinan, entre rigor o expansión, entre progresismo o conservadurismo, están supeditas a la madre de todas las batallas en Europa: refundación o status quo. Seguir pedaleando o bajarse del sillín.
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