CUP, sin prisa pero sin pausa: de la marginalidad a ser decisivos
Situado en los dos extremos del tablero político catalán, ha existido en Cataluña desde finales del franquismo un espacio político radical y rupturista definido por tres palabras mágicas: “Socialisme, Independència, Països Catalans”. Este espacio conocido como “Esquerra d’Alliberament Nacional” o recientemente como “Esquerra Independentista” vive ahora su mejor momento. Detrás quedan décadas de marginación y de luchas fratricidas propias de los espacios políticos extraparlamentarios. Hasta hace pocos años las Candidatures d’Unitat Popular (CUP) eran solo las siglas en que se presentaban en algunos pocos municipios en las elecciones locales. Los nombres de otras organizaciones de este espacio político como Endavant, Poble Lliure, Arran o SEPC han quedado eclipsados en poco tiempo por las CUP.
Sin prisa, pero sin pausa, en las elecciones municipales de 2003, 2007 y 2011 las candidaturas de las CUP obtuvieron progresivamente representación en capitales de comarca como Manresa, Vilafranca del Penedès, Valls, Mataró o Berga. Todo cambia en 2012 cuando deciden, dejar de ser un referente municipalista y presentarse a les elecciones anticipadas al Parlament. Decisión difícil porque el Parlament, hasta el momento, lo había considerado una institución ilegítima, al ser creada por el Estatuto, a su vez, hijo de la denostada Constitución Española.
El paso de tres años por el Parlament se salda con nota altísima. Nunca antes 3 diputados habían conseguido tanta visibilidad. El cabeza de lista David Fernández, un independiente que no había ejercido liderato interno, se convierte en el político catalán más valorado al combinar un estilo directo de denuncia, con una elegante insumisión a algunas normas de corrección parlamentarias. Pero quizás lo más relevante de su paso por el Parlament ha sido como han combinado con naturalidad el apoyo sin fisuras al proceso independentista con el ataque crudo y sin paliativos a la política social del gobierno Mas y a la corrupción de su entorno.
Unos meses antes del 27S, se produce otro salto cualitativo en las elecciones municipales de 2015. La CUP, en coalición con candidaturas locales anticapitalistas, penetra en el área metropolitana de Barcelona y de forma sorprendente acaba participando en los gobiernos de grandes ciudades como Ripollet, Sabadell o Badalona. En Barcelona, descartan presentar-se con Barcelona en Comú de Ada Colau ya que ésta recibe el apoyo de ICV, para ellos símbolo de la política de siempre. Para la CUP, anticapitalista, ICV representa igual que ERC, CiU o el PSC los partidos que han gestionado el sistema corrupto del momento.
Y llegamos ya al 27S de 2015 que los sitúa con 10 diputados en el Parlament, con la llave de la investidura del gobierno y por tanto con la responsabilidad de hacer posible la constitución de un gobierno que ponga las bases de la futura República Catalana. Igual que Junts pel Si, la CUP plantea la campaña electoral des de un punto de vista plebiscitario, y avisa que en ningún caso votará la investidura de Artur Mas. Se sobreentiende que, si Junts pel Si no alcanza la mayoría absoluta, la CUP pactará con ellos la abstención de sus diputados y la hoja de ruta para la independencia. Pero finalmente para obtener la mayoría simple se necesitarán un mínimo de dos votos afirmativos de la CUP.
Después de 8 días de silencio mediático para resistir lo que se ha bautizado como #pressingCUP, realizan una conferencia multitudinaria en el que anuncian su disponibilidad total para avanzar hacia la constitución de la nueva República, alejando el foco sobre quien tendría que ocupar la presidencia de la Generalitat. Puesta de largo de la CUP, y portada por primera vez en el Telenotícies de TV3 y en la prensa catalana. La primera sorpresa es que aparecen caras nuevas, ya que los candidatos en la CUP no pueden repetir ni una sola legislatura. Vemos al periodista Antonio Baños que no proviene del independentismo clásico y otras caras, entre las que destacan Anna Gabriel i Josep Manel Busqueta.
La CUP eufórica, mide sus palabras, consciente que toda la presión se centra en ellos. También sabe que en estas elecciones han crecido mucho y que sus electores no son los mismos de antes. La mayoría provienen de ERC y de ICV, son de izquierdas e independentistas, pero diferentes de sus militantes. No pertenecen a la minoría reunida permanentemente en asamblea, que se ha enfrentado a los mossos en las luchas de los movimientos sociales alternativos o que, con tonos, a menudo muy agrios y despectivos, sitúan ERC e ICV en el mismo saco que los partidos “del régimen de 1978”. Un electorado menos duro, que ha participado en primera línea en las grandes movilizaciones independentistas de los últimos años dando la mano, literalmente, a las bases de ERC i de Convergencia. Que al mismo tiempo que han criticado los recortes en la educación pública han respondido en las campañas unitarias como “Som escola” para criticar la Ley Wert y defender la inmersión lingüística. Electores conscientes que las promesas, como la de no investir a Mas, son para cumplirlas pero que, a su vez, lo último que desearían es ser los culpables de abortar lo que para ellos es la revolución democrática más importante de Europa de las últimas décadas.