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Algunos apuntes sobre devaluación interna

La fórmula del gobierno para salir de la crisis es hacer una devaluación interna. Es un eufemismo. Plantean una bajada salarial generalizada que requiere de una debilitación de la negociación colectiva. Es por ello que vale la pena examinar el concepto de la devaluación interna con detalle.

Los apoyos teóricos e históricos son profundamente debiles

Para justificar los recortes, los políticos podían confiar en las nociones ya desacreditados de “austeridad expansiva” de Alberto Alesina, así como el trabajo de Carmen Reinhardt y Kenneth Rogoff. La devaluación interna tiene una cobertura académica pobre. Las pruebas en su favor son débiles y se apoyan en ejemplos muy problemáticos de algunos casos del Báltico. Lo que sí sabemos seguro es que bajar los salarios es una receta deflacionista, y difícil de llevar a cabo en una democracia. Mussolini llevó a cabo una reducción del 20% en los salarios, pero afortunadamente sus métodos hoy no son aplicables.

Se propone una devaluación interna porque todas las propuestas anteriores han fracasado

Los defensores de la devaluación interna descartan una recuperación impulsada por la demanda interna. Saben que la recuperación no será impulsada por un estímulo del sector público, dado que apoyan el marco existente, que obliga a los países como España a seguir con la austeridad. También saben que la recuperación no será impulsada por un sector privado sobreendeudado que se está desapalancado muy lentamente. Una reducción de los salarios hará que las deudas reales sean mayores, generando un espiral de deuda–deflación. Al bloquear alternativas mejores (estímulo fiscal y reforma monetaria) los defensores de la devaluación interna acaban por proponer una estrategia muy dañina.

Devaluar no es una buena estrategia para el desarrollo a largo plazo

Los partidarios de la devaluación interna sostienen que la recuperación económica debe ser impulsada por las exportaciones, y la clave para exportar más es ganar competitividad. El último informe del FMI sobre Francia explícita el argumento: el crecimiento sostenido de los salarios reales es malo para la competitividad internacional. Dado que países como España comparten una moneda común, no pueden abaratar sus exportaciones mediante la devaluación de sus monedas, por lo que deben llevar a cabo la “ devaluación interna”, una reducción de salarios y precios. Vale la pena recordar que una devaluación clásica (externa) puede ser una solución a corto plazo, pero no es una estrategia de crecimiento a largo plazo. Abaratar los costes no es un sustituto del aumento de la productividad (mejorar la técnica y el conocimiento). Alemania exporta un conjunto de bienes más diversificado y complejo que la cesta de productos de España; algo semejante no se puede lograr mediante una reducción de los salarios.

La devaluación interna no es un instrumento racional para recuperar la ventaja competitiva de las exportaciones

¿Y cómo se consigue esta bajada salarial? El comisionado de economía de la Unión, Olli Rehn, ha sugerido un gran pacto, pero la reducción de los salarios y los precios en todos los ámbitos es complicada (por no decir imposible) y muy difícil de coordinar; encima, es una tomadura de pelo teniendo en cuenta la deriva unilateral de las políticas laborales en este país. Pero sin este acuerdo, la Comisión propone otros mecanismos. El primero, según la Comisión Europea consiste en la reducción de los salarios en el sector público con el fin de “(ejercer) la presión a la baja sobre los salarios en el sector privado y con ello reducir los costes de producción de las empresas y provocar una depreciación del tipo de cambio real para restaurar la competitividad. ” Por ejemplo, bajando el sueldo de un funcionario público en Cuenca para que un trabajador en el sector automovilístico en Zaragoza modere sus demandas y por lo tanto se exporten más coches. No es un método muy racional. Para nada. La segunda propuesta consiste en combinar la reducción de las cotizaciones sociales con un aumento de los impuestos sobre consumo. Ni los entusiastas de la austeridad en Portugal han podido aplicar esta vía, debido a sus enormes consecuencias regresivas.

La obsesión con los salarios hace que se ignoren otros costes de producción

Un ajuste adecuado requeriría un ajuste de todos los costes en todos los ámbitos. Los partidarios de una devaluación interna se centran casi exclusivamente en los salarios. Ellos olvidan, por ejemplo, los costes energéticos a pesar de ser los países de la periferia los más dependientes de Europa en este ámbito. Asimismo, como Dean Baker ha indicado, se podrían bajar costes a través de políticas de suelo. Cuando el precio de la vivienda aumenta, si no se suben los salarios se pierde poder adquisitivo. Pero el Banco Central Europeo no tiene en cuenta el alquiler en la cesta de la inflación, así que durante la burbuja inmobiliaria, no se registraba esta pérdida de poder adquisitivo. Facilitar el acceso a la vivienda sería una forma mucha más suave de moderar las demandas salariales, al bajar los costes de vida, por ejemplo.

Por definición busca favorecer el capital a costa del trabajo

El producto nacional se puede descomponer entre trabajo y capital. Implícitamente, la devaluación interna busca que el trabajo disminuya su peso frente al capital. Esto, que puede sonar a marxismo es, de hecho, simple aritmética, tal y como como Jesús Felipe y Utsav Kumar han demostrado. La participación del trabajo dentro del producto nacional ha ido disminuyendo en toda la OCDE durante los últimos 30 años; una devaluación interna supondría una intensificación de esta tendencia. El diseño de la unión monetaria tiene unos sesgos estructurales que perjudican al trabajo, sobre todo en cuanto a su obsesión por el control de la inflación, pero las instituciones políticas nacionales todavía afectan la distribución entre el trabajo y el capital. La devaluación interna es la política menos socialdemócrata posible; no podemos tirar la toalla a nivel estatal.

Hay alternativas

La austeridad continua en el sector público, combinada con el desapalancamiento del sector privado, representan obstáculos más graves para la recuperación económica que una falta de exportaciones. Paul Krugman y Gauti Eggertson cuentan que en una situación de desapalancamiento de la deuda importa si los agentes están financieramente restringidas o no. El aumento de la renta de una persona que está abrumada por la deuda y apenas puede llegar a final del mes tendrá un mayor efecto multiplicador beneficioso que el aumento de la renta de una persona que todavía puede pedir préstamos. En este contexto, resulta que la distribución de las rentas es muy relevante. Del mismo modo, Michael Kumhof y de Roman Rancière del FMI sugieren que el aumento de la capacidad de negociación de los más pobres es la mejor manera de reducir el apalancamiento. Todo lo contrario de lo que propone el PP y el gobierno de España. Esto se podría combinar con la idea de Robert Shiller de un “debt-friendly stimulus”, donde los impuestos y los gastos se elevan simultáneamente, para llevar a cabo políticas redistributivas. Es lo que hizo Roosevelt, nos recuerda Shiller. En la situación en la que estamos debemos de saber que la lucha contra la desigualdad y la pobreza no es sólo lo socialmente deseable, sino también la mejor alternativa para lograr la recuperación económica.