Este grafico no es mío, está extraído de este artículo en The Atlantic y corresponde a Estados Unidos.
Cinco años después del colapso de Lehman, las dinámicas de economía política que llevaron al colapso siguen sin corregirse. El mundo financiero está en expansión imparable con beneficios por encima de los de 2007 y las promesas de refundar el capitalismo para adecuar la hipertrofia financiera a las necesidades de la economía real (y no al revés) se han quedado en papel mojado. La enorme influencia del mundo financiero en el proceso de decisión política en EEUU ha permitido que la regulación de productos derivados siga siendo muy débil y que las entidades “too big to fail” (demasiado grandes y conectadas para permitir que quiebren) sigan engordando y representando un creciente riesgo para el sistema.
El otro gran problema que sigue sin solucionarse es el de la deuda. Una de las razones que llevó al colapso del sistema fue el apalancamiento excesivo (es decir, el famoso cuento de la lechera) a nivel sistémico, alimentado por el dinero barato. En paralelo a la economía norteamericana y coincidiendo con la entrada en el euro, que eliminó la percepción de riesgo en las economías periféricas, España entró en un boom de crédito que multiplicó la deuda de las familias hasta el 230%, generando una percepción (como muy bien ha explicado Rajun Rajan) de que las clases medias, así como las instituciones, eran mucho más ricas de lo que en realidad eran.
Hoy, esa deuda se ha trasladado en parte a los balances públicos, pero el problema permanece. Los países del sur de Europa no podremos crear superávits primarios suficientes para eliminar esa deuda a través de mayores dosis de “devaluación interna”, porque, afortunadamente, vivimos en democracias (a diferencia de lo que sucedía con el patrón oro a finales del s.XIX). El mundo financiero tendrá que aceptar restructuraciones de la deuda si queremos evitar la japonización del sur de Europa y deberemos construir una Unión Bancaria para eso.
En el futuro una regulación más estricta del sector financiero será clave para evitar mayores desastres. Serán necesarias reglas estrictas contra cíclicas como mayores requerimientos de capital y limites en el crédito (algunas, aunque pocas, ya presentes en Basel III). Solamente así, forzando un shift hacia la economía productiva y gobernando el mundo financiero, podremos garantizar que los trabajadores no sigan perdiendo relevancia en el capitalismo global. De momento la batalla la siguen ganando los mismos: los culpables del desastre.