Los medios de comunicación en la lucha contra la violencia de género
El movimiento feminista y las actuaciones políticas han sido fundamentales en la lucha contra la violencia de género. Pero los ciudadanos no conocen el problema a través de activistas o de políticos, sino a través de los medios de comunicación. Así lo constata una encuesta que se realizó en el año 2010 a 1200 ciudadanos por iniciativa del Centro Reina Sofía (clausurado por el Partido Popular). La mayoría de encuestados conocen el tema a través de la televisión (un 69,7%) y un 37,3% a través de la prensa escrita. Un 87,9% cree que la violencia de género está muy extendida y un 90,6% considera que es totalmente inaceptable.
El compromiso de los medios de comunicación en la lucha contra la violencia de género ha sido una característica específica de España, que puede explicar el elevado conocimiento del tema por parte de la ciudadanía, lo que ha legitimado las políticas públicas que se han llevado a cabo. Esta actitud proactiva ya se constata en la década de los años ochenta y noventa, cuando eran los medios quienes contaban el número de mujeres asesinadas y denunciaban la existencia de maltrato en el hogar. Contribuyeron a dar visibilidad a lo que inicialmente se denominó 'violencia doméstica' y que pasaría a denominarse ‘violencia de género’ a partir de la aprobación de la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género en el 2004.
El asesinato de Ana Orantes en diciembre de 1997 marcó un antes y un después en este compromiso de los medios. Recordemos que intervino en un programa de Canal Sur explicando los malos tratos que había sufrido por parte de su marido y que tuvo que aguantar debido a su dependencia económica y a los once hijos que habían nacido de su matrimonio. Pocos días después, José Parejo, su exmarido, la apaleó y la quemó viva. Por decisión judicial, compartían la misma casa después de la separación legal: ella vivía en una planta y su exmarido en la otra, por lo que estaba en riesgo permanente. La necesidad de cambios legales y de protección a las víctimas fue un clamor. La imagen de Ana Orantes, una mujer normal y corriente, se difundió por todo el país. Era un ser humano y no sólo una cifra estadística. La brutalidad del caso conmocionó a la opinión pública, creó un intenso debate social, político y académico, e interpeló a los propios medios sobre su papel y responsabilidad social.
A partir de este momento se introducen cambios en la manera de informar sobre la violencia de género, de manera que las noticias van más allá de ser una crónica de sucesos, y pasan a enfocarse como un problema social. Los informes de seguimiento que anualmente lleva a cabo la Associació de Dones Periodistes de Catalunya muestran una mejora sensible en el tratamiento del tema por parte de la prensa escrita respecto a años atrás. En el caso de la televisión, también los programas informativos cumplen este papel de información y sensibilización ciudadana. Un informe del Consejo del Audiovisual de Catalunya del año 2010 muestra que en las televisiones analizadas no hay ninguna noticia que justifique implícitamente la violencia: ni se culpabiliza a las víctimas ni se atribuye a patologías del agresor. Tampoco aparecen estereotipos o tópicos que banalicen la violencia contra las mujeres. Y las noticias no se centran sólo en las agresiones, sino también en las actuaciones policiales y judiciales (que muestran que no hay impunidad para el agresor), introducen declaraciones de políticos y de activistas sociales, y muestran el rechazo de la ciudadanía en forma de concentraciones o manifestaciones. Los medios también introducen noticias temáticas, con estadísticas sobre violencia de género, encuestas, programas específicos para su erradicación, etc.
Lo destacable de este proceso, y más allá de problemas concretos que pueden persistir en el tratamiento informativo de la violencia de género, es que se produce un cambio en el enfoque de las noticias, entendidas como un problema social y no sólo como algo que pertenece al ámbito privado. Los medios de comunicación hacen así una contribución importante a la lucha contra la violencia de género. Pero podrían hacer más. Y quiero referirme específicamente a la televisión, por el fuerte impacto que tiene en la opinión pública.
En el caso de la televisión, el problema no está tanto en los programas informativos, sino en algunos programas de entretenimiento emitidos por televisiones privadas, en los que la imagen de las mujeres se presenta plagada de estereotipos y prejuicios, que valoran el cuerpo de las mujeres y no tanto sus capacidades, y alimentan la idea de desigualdad, que es el sustrato profundo por el que se reproducen y naturalizan esquemas inconscientes patriarcales. Programas como ¿Quién quiere casarse con mi hijo? (emitido por Cuatro) o Sálvame, de Telecinco, son un ejemplo. Y en algunos programas incluso se ha hecho de la violencia de género un espectáculo directamente.
Así sucedió en el programa El diario de Patricia, de Atena3. Se invitó a la expareja de Svetlana Orlova, un hombre maltratador a quien ella había denunciado, y que ante las cámaras insistió en casarse nuevamente con ella. Svetlana se negó y pocos días después Ricardo Antonio Navarro la asesinaba. La dirección del programa esgrimió que no conocía la situación de esta pareja, pero en todo caso no podía justificar el incumplimiento del “Acuerdo para el fomento de la autoregulación sobre contenidos televisivos e infancia” firmado en el año 2004 entre el gobierno español y las grandes cadenas televisivas. El acuerdo se renovó en el 2007, después de este terrible suceso, con el objetivo de poner límites a la “telebasura”, al menos en horario de protección infantil. Tampoco este acuerdo fue respetado y el programa en cuestión siguió invitando a hombres con antecedentes de malos tratos para intentar una reconciliación ante las cámaras con su expareja maltratada. Según la Comisión Mixta de Seguimiento del Código de Autorregulación, El diario de Patricia fue uno de los programas que más denuncias recibió por vulnerar dicho Código. Desde agosto de 2011 se dejó de emitir. Quiero creer que como efecto de estas denuncias.
El programa que sí dejó de emitirse como fruto del rechazo social fue La Noria, de Telecinco, a raíz de la entrevista con Rosalía García, madre de el Cuco, uno de los acusados del asesinato de Marta del Castillo, a la que se retribuyó con 9000 euros. Esto fue en octubre del 2011, y el programa tuvo aquel día una importante cuota de pantalla, un 15,1%. Pero las redes sociales se movilizaron en su contra, y todos los anunciantes retiraron la publicidad. Después de ser relegado a horario nocturno, el programa fue definitivamente cancelado en abril del 2012.
En los dos casos señalados fue la ciudadanía quien influyó en el declive de los programas, y esto es esperanzador. Pero no lo es para nada que las grandes cadenas privadas, en su disputa por la audiencia, recurran al uso del cuerpo de la mujer y a la violencia como espectáculo. Como tampoco lo es la debilidad de los gobiernos ante el poder de los medios. Ni la autorregulación por sí sola ni la regulación aisladamente pueden conseguir que se avance hacia una mejor calidad en los contenidos y programas. La combinación de ambas puede ser como una lluvia fina que vaya impregnando el quehacer cotidiano de los medios. Pero sobre todo, y esto es básico, necesitamos una sociedad exigente respecto a los contenidos de los medios y, para lo que estamos tratando, esto implica el rechazo de la violencia de género y el que las aportaciones de las mujeres tengan visibilidad. Porque, finalmente, se trata de combatir todo tipo de violencia contra la mujeres y de avanzar en la igualdad de derechos y oportunidades.