En las últimas semanas diversas encuestas han revelado una nada desdeñable intención de voto hacia Podemos, circunstancia que ha dado pie a proclamar el fin del bipartidismo en España. Aunque esas intenciones todavía se han de convertir en votos y escaños, vamos a dar por buenas las predicciones y vamos a tratar de dilucidar si el ascenso de Podemos puede modificar el sistema de partidos en España.
¿Cómo ha sido hasta ahora el sistema de partidos en España?
Por sistema de partidos, de acuerdo con Giovanni Sartori, se entiende el conjunto de interacciones resultantes de la competición partidista siendo la más relevante el control del ejecutivo. De acuerdo con ello, si hasta la fecha el sistema de partidos en España se ha calificado de bipartidista ha sido porque la alternancia en el gobierno sólo ha sido posible entre dos partidos (UCD y PSOE inicialmente, y PSOE, AP-PP después) y porque nunca ha habido gobiernos de coalición, aunque no siempre el partido de gobierno haya gozado de mayoría absoluta (de hecho sólo en 5 de las 11 legislaturas ha sido así). Además, la concentración de votos y de escaños, es decir la suma de los porcentajes de dos primeros partidos, ha sido extremadamente elevada (la media de concentración parlamentaria es del 85,4%) y el tercer partido se ha situado siempre a mucha distancia. Estas circunstancias, sin embargo, han sido compatibles con la existencia de numerosos partidos con representación parlamentaria, muchos de ellos partidos de ámbito no estatal, es decir partidos que circunscriben su ámbito de actuación a una parte restringida del territorio. Lo que habitualmente se conoce, aunque no sea del todo exacto, como partidos nacionalistas.
En ocasiones, y esta ha sido una de las singularidades del sistema de partidos español, estas formaciones, en particular Convergencia i Unió, han sido el tercer partido. Y lo ha sido no porque el sistema electoral beneficie especialmente a los partidos nacionalistas cuyo voto se encuentra concentrado en un territorio, sino porque penaliza a los pequeños partidos estatales cuyo voto se halla disperso y en muchas circunscripciones sus votos se pierden y no obtienen representación. El peso parlamentario de los partidos nacionalistas, CiU, PNV y CC principalmente, junto con su posición central en la fractura izquierda-derecha y su posición moderada en la fractura territorial, los ha hecho atractivos a ojos del primer partido, otorgándoles potencial de coalición o chantaje, y les ha permitido jugar un papel relevante en el conjunto de la política española en ausencia de mayoría absoluta. Estos partidos, sin embargo, siempre han preferido actuar desde fuera del gobierno a pesar haber sido invitados a participar, especialmente CiU, y han optado por garantizar la gobernabilidad mediante apoyos parlamentarios, lo que les ha valido el apelativo de partidos de presión. En cambio, los pequeños partidos estatales (PCE-IU, AP, CDS, UPyD) nunca, ni por cuestiones ideológicas ni personales han resultado atractivos para el primer partido ni han resultado imprescindibles para configurar mayorías.
¿Qué puede cambiar si se cumplen las predicciones?
Si Podemos obtiene los buenos resultados que le auguran algunas encuestas las características del sistema de partidos pueden experimentar un cambio radical y efectivamente el sistema puede dejar de considerarse bipartidista. En primer lugar se ampliará a tres –PP, PSOE y Podemos- el número de partidos que competirán por el control del ejecutivo, algo que desde esta misma plataforma se ha calificado de paso al tripartidismo. Y si ello sucede será porque la concentración de votos y de escaños entre los dos primeros partidos será más pequeña, y a su vez porque se reducirá la distancia con el tercer partido, que esta vez será sin duda un partido de ámbito estatal.
Si no hay mayoría absoluta, tal y como se prevé, parece difícil que se constituya un gobierno monocolor como hasta ahora. A menos que el primer partido esté dispuesto a asumir un elevado grado de inestabilidad y a vivir bajo la amenaza constante de una moción de censura. Más plausible parece la hipótesis de un gobierno de coalición. De acuerdo con la teoría de las coaliciones hemos de esperar que se constituya una coalición mínima ganadora, es decir, la que obtenga como mínimo la mitad más uno de los escaños integrando al mínimo número de partidos posible. De modo que lo más plausible es una coalición entre dos de los tres primeros partidos, más que una coalición entre uno grande y muchos pequeños. El problema es que las coaliciones no sólo han de ser matemáticamente posibles, sobretodo han de ser ideológicamente viables. Y hoy por hoy parece poco viable ideológicamente cualquier coalición entre PP, PSOE y Podemos a pesar de la indefinición ideológica de este último. Pero ese seguro que es un obstáculo que se puede sortear.
En cualquier caso lo que se deduce de este escenario es un sistema de partidos en el que los partidos nacionalistas pueden perder la relevancia que han tenido desde la Transición. Para muchos quizás se trata de una buena noticia, pero no lo es. En un momento en que CiU, el más importante de estos partidos, ha radicalizado su posición y ha situado en la agenda política el debate en torno a la estructura territorial del estado, cualquier solución debe evitar dejar a los partidos nacionalistas al margen. Aunque no todo está perdido para ellos. Pueden explorar fórmulas imaginativas para tratar de ser o de reducir la distancia con la tercera fuerza. Y además, no lo olvidemos, siendo España un sistema de gobierno multinivel, la relevancia de los partidos nacionalistas en España dependerá en último término de las alianzas que se forjen tras las elecciones autonómicas de mayo, ya que éstas alianzas, de acuerdo con la tesis de la congruencia, tienden a condicionar las alianzas a nivel estatal.
¿Se puede deducir de todo ello que se acaba el bipartidismo? Sí, si lo que se produce es un cambio en la fórmula del gobierno. No, si lo que se produce es la emergencia de nuevos partidos, el realineamiento de las bases sociales de apoyo a los partidos o la emergencia de nuevos temas. En unos meses tendremos la respuesta.