La prensa nacional ha empezado a publicar encuestas sobre las europeas, de hecho el domingo 27 coincidieron los tres periódicos principales, aunque desde enero se han publicado algunas. En las próximas semanas se publicarán más. Responden al modelo “horse race” (carrera de caballos) en el que sólo interesa quién gana o pierde y el análisis lo pone el medio. No obstante, su seguimiento puede permitir extraer algunas conclusiones, más allá de lo obvio.
Partamos de la desconfianza sobre la precisión de las estimaciones de estas encuestas. Basta ver los saltos que dan algunas empresas en unas semanas para recelar. Los votantes son bastante estables en su comportamiento, cambiar de partido al que se vota es un proceso traumático, por tanto, las oscilaciones en la intención de voto son lentas definiendo una tendencia, o violentas para estabilizarse, pero no van en vaivén: subidas de un 7% o caídas de un 4% en un mes son difíciles de creer. Es por ello que analizadas en conjunto pueden aportar informaciones relevantes.
Conviene resaltar que ninguna de las empresas que han publicado encuestas publican los resultados de campo, sino sus estimaciones. En España a esto se le denomina “la cocina”, lo que transmite una idea poco profesional. Quiero creer que los responsables de estas encuestas utilizan metodologías estadísticas sólidas que les permitan corregir los sesgos que hayan detectado en sus trabajos de campo. Sería conveniente conocerlos como parte de un ejercicio profesional transparente.
Como procedimiento de “análisis casero” se expondrán primero los datos ordenados de estimación de voto y escaños de cada empresa/medio.
A partir de estos datos se extrae fácilmente la media de estimación de voto de las encuestas publicadas en cada “fecha” (tabla 3).
Sin embargo, como es conocido, cada empresa tiene sus sesgos (en los trabajos de campo y, sobre todo, en sus modelos de estimación), sus querencias hacia uno u otro partido. Estos sesgos se pueden detectar cuando coinciden los trabajos de campo y fechas de publicación, de manera que se pueden depurar con una sencilla operación estadística. En realidad, esto consiste sólo en obtener una media estandarizada (tabla 4):
Hay que pensar que aunque las redes de campo y los procedimientos de estimación de cada empresa tienen sesgos diferentes, al estandarizar los datos se puede observar la tendencia de la intención de voto, hay que pensar que los trabajos de campo están recogiendo informaciones muy parecidas. Es decir, aunque las estimaciones de cada empresa/medio puedan estar contaminadas, en conjunto “tienen que” recoger con fiabilidad las alteraciones en la opinión pública.
La principal conclusión, representada en el gráfico 1, es que algo sucedió entre marzo y abril que alteró la dinámica que encaminaban las europeas, de manera que la “igualdad” entre PP y PSOE se desequilibró a favor del PP. Como se trata de estimaciones sobre “voto válido” es imposible saber si lo que sucedió fue que creció el PP, como parece sugerir el gráfico (pero podría ser engañoso), o descendió el PSOE. Es llamativo también que en esa fecha comiencen a registrar un descenso de UPyD (sobre todo la encuesta de Metrocopia-El País). Se podría argumentar que la proximidad de las elecciones activó a los votantes de los grandes partidos, pero parece raro que pasase afectando especialmente a UPyD. Quizás lo único que se activó fue la tendencia de los “estimadores” a volver a lo “conocido” cuando se acercan elecciones. Es muy llamativa también la fuerte coincidencia de las encuestas publicadas el domingo 27 de abril, aunque algunas empresas habían dado datos bastante divergentes recientemente, véase en febrero Gad-3 y Metroscopia.
Señalar que esta media estandarizada no es una estimación de voto, desde luego no es la mía, es sólo un “artefacto estadístico” que debería permitir detectar los movimientos de la opinión pública, a partir de los datos que se vayan publicando. Los resultados pueden ser diferentes, y habrá que ver si los datos que vayan apareciendo siguen “dando saltos” en algún caso o se estabilizan.
Los datos sobre la imagen de los candidatos no son muchos, y son coincidentes. Arias Cañete es algo más conocido que Valenciano, y algo mejor valorado en la escala de 0 a 10. Esto es muy llamativo tratándose de un candidato del PP. Las respuestas a la valoración de un político no reflejan la “calificación” que tal político inspira a los entrevistados, sino más bien la distancia ideológica entre el político y el entrevistado. El PP, y por ende, todos sus candidatos, está más distante de la ubicación ideológica de la mayoría de la población que los candidatos del PSOE, por tanto, es relevante que Arias Cañete obtenga esta valoración, y una valoración mejor que Valenciano. También es llamativo que Cañete obtenga una buena valoración entre sus votantes (6,7) mientras que la de Valenciano es más débil entre los suyos (5,7) (según los datos de Metrocopia).
La imagen de Arias Cañete se basa en su “especialidad” en la Agricultura y en elementos ideológicos típicos del centro derecha: defensa de los intereses de España y, en este caso, a la recuperación económica. Por contraste, Valenciano está asociada a la igualdad de la mujer. En verdad, no son datos que esclarezcan nada imprevisible.