La primera vuelta de las elecciones locales francesas un seísmo político, dada la alta abstención (38,7%, la mayor en 40 años) y el impactante (aunque limitado) crecimiento del Front National [FN, Frente Nacional] que lidera Marine Le Pen. ¿Cuál ha sido la cuenta de resultados de estos comicios? La crónica de Miguel Mora en El País (24/III/2014) la RESUMÍA así, siendo muy notable si se tiene en cuenta que en el 2008 el partido no logró ninguna alcaldía:
Ante este balance de resultados, es interesante analizar cómo se ha producido este cambio. Como mostramos a continuación, en él han confluido diversos factores. Unos son de carácter general, como la crisis económica, el desgaste del bipartidismo o la erosión política de los principales líderes de las fuerzas tradicionales.
Sin embargo, otros son de carácter endógeno y obedecen al cambio que ha supuesto la dirección política de Marine Le Pen (nacida en 1968), como exponemos a continuación.
De le Pen padre a Le Pen hija
Su ascenso en el firmamento político tuvo lugar en el 2011. Su acceso a la jefatura frentista en enero de ese año demostró que las formaciones de ultraderecha no solo pueden sobrevivir a la desaparición de la escena de sus líderes-fundadores, sino que pueden renovarse y hasta ser incluso más atractivas para el electorado.
Recordemos que la dilatada trayectoria de este partido -fue constituido en octubre de 1972- ha sido inseparable de la de su líder inicial, Jean-Marie Le Pen (nacido en 1928), un routier de la ultraderecha que le ha conferido un perfil de partido “anti-sistema”, que la política de coaliciones (los llamados “cordones sanitarios” o “frentes republicanos”) por la que ha optado el resto de formaciones para aislarla, ha acentuado.
En 1999, esta situación originó una crisis interna de la formación, cuando Bruno Mégret intentó darle un giro y orientarla a acuerdos con la derecha mayoritaria. Se generó entonces el Mouvement National Républicain [MNR, Movimiento Nacional Republicano], liderado por el primero, de nulo impacto electoral.
La campaña para la sucesión de Jean-Marie Le Pen se inició oficialmente en septiembre del 2010 y en ella pugnaron su hija Marine -vicepresidenta del partido desde su congreso de noviembre del 2007- con el eurodiputado y también vicepresidente Bruno Gollnisch (nacido en 1950) y se saldó en enero de 2011 con la victoria de la primera.
Mucho más que una sucesión dinástica
Lejos de ser la mera escenificación de una sucesión “clánica”, se produjo en el partido un amplio debate interno. En él, la hija de Le Pen y Gollnisch encarnaban realidades distintas, generacionales e ideológicas: el segundo encarnó al núcleo más “duro” del partido frente a la flexibilidad de la primera, que se alzó con la presidencia del FN con un 67,3% de votos de los delegados al congreso.
Si bien el patriarca continúa siendo presidente de honor y eurodiputado, su hija es el nuevo rostro frentista, fogueada desde que en el 2002 fuera nombrada su portavoz.
Debe subrayarse que el inicio del mandato de la hija de Le Pen coincidió con un reposicionamiento favorable del FN, pues sus resultados en las elecciones regionales de marzo del 2010 anunciaron el abandono de su marginalidad: obtuvo 2.223.800 votos en la primera vuelta, doblando sus pobres resultados de los comicios europeos de junio del 2009 (1.091.691 votos).
Las regionales del 2010: “el retorno” del FN
Esta tendencia fue valorada por el politólogo Pascal Perrineau como “el retorno del Frente Nacional”. Los buenos resultados en las elecciones cantonales de marzo del 2011 confirmaron esta tendencia: logró el 15% de los sufragios y disputó la segunda vuelta en 394 cantones, aunque sólo obtuvo dos consejeros regionales.
Superado este test con éxito, las elecciones presidenciales de abril del 2012 dibujaron un escenario aún más favorable para la nueva líder. Los sondeos ya lo anunciaron y una encuesta de Le Monde (12.01.2012) indicó que su intención de voto se situaba en el 21,5% frente al 23,5% del presidente Nicolás Sarkozy y el 27% del socialista François Hollande, mientras un 31% de franceses estaría de acuerdo con sus ideas. Finalmente, obtuvo un respetable 18% de los votos en la primera vuelta.
Asimismo, en los comicios legislativos celebrados ese mismo año logró que 61 de sus candidatos pasaran a la segunda vuelta, cosechó un 17.3% de los votos y logró dos diputados. Todo un premio a lo que se ha denominado estrategia de “dulcificación” o “desdiabolización” del FN.
Nuevo liderazgo y nuevo partido
El ascenso de Marine Le Pen está asociado a un cambio profundo de su formación. Ésta ha introducido cambios en su discurso, que Perrineau en el 2011 concretó en estos términos: “intenta introducir un discurso exento de referencias sulfúreas a la Segunda Guerra Mundial y a sus dramas, jugando con las referencias al discurso republicano (laicismo, patriotismo) y reforzando el componente cultural y no étnico del discurso identitario (denuncia de la islamización, del bilingüismo)”.
En este aspecto, el “marinismo” se dibuja como -quizá- el más exitoso fenómeno de aggiornamiento de la derecha populista, dado su éxito: ha logrado que el FN deje de ser un partido de oposición al sistema (meta de Le Pen padre) para pugnar por ser un eventual partido de gobierno o, cuando menos, aspira a reemplazar al principal partido de la derecha, la UMP, que pasa por sus horas bajas, a la par que erosiona a un socialismo desnortado.
El espectacular ascenso del FN en la primera vuelta de las elecciones locales celebradas este 23 de marzo ha confirmado que el sistema de partidos francés parece hallarse en una embrionaria transición del bipartidismo al tripartidismo, con el “marinismo” como tercera fuerza emergente, a tenor del crecimiento sostenido que éste experimenta. No obstante, las variaciones del voto marinista (fluctúa del 18 % de las presidenciales al 4.5% de las locales) dificultan establecer conclusiones rotundas en este sentido.
Así las cosas, todo indica que las elecciones europeas de mayo supondrán la superación de una nueva reválida del FN, que puede recuperar el liderazgo de un grupo político de derecha populista en el parlamento de Bruselas, que perdió en 1989 y no ha vuelto a recuperar.