En 2009, con la llegada del Pasok al poder, se descubrieron los engaños en las cuentas griegas perpetrados por el gobierno anterior. El déficit iba a ser el 12,5% y no el 3,7%, la recaudación impositiva era un desastre y el gobierno había estado pidiendo prestado en monedas extranjeras para ocultar sus tejemanejes a la Unión Europea. Para ese momento el mal ya estaba hecho. Lo que viniera después podría aliviar o empeorar la situación, pero sería injusto olvidar que no fueron Bruselas, ni Merkel, ni el BCE ni el FMI quienes llevaron a Grecia a este punto. Cuando un país no tiene dinero para pagar su gasto público, hay básicamente cuatro cosas que se puedan hacer: aumentar los impuestos, reducir el gasto, pedir prestado o imprimir dinero. Dentro del euro, esto último no es posible. Con un gran déficit y una muy mala administración pública la prima de riesgo griega subió enseguida por encima de los 1000 puntos básicos. La Troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y FMI) vino al rescate, pero impuso sus medidas.
Llegados a este punto uno puede pensar que la culpa de todo esto no es de los ciudadanos griegos, sino de sus gobiernos corruptos, o que la Troika podía haberse hecho cargo de parte de la deuda o, por lo menos, podía haber promovido una quita ordenada, y seguramente habría mucho que hablar sobre eso. Pero lo que me importa señalar no es qué pudo haber hecho la Troika, sino qué podía hacer un gobierno cuya única fuente de financiación era una Troika que era como era en 2009 y como seguirá siendo en 2015.
El gobierno de turno (y cualquier otro que estuviera en su lugar) solo tenía dos opciones: las medidas de ajuste o la bancarrota. La primera opción permitía continuar acumulando déficits financiados por la Troika dentro de un orden, y eso es dinero que no hubiera entrado al país de haberse seguido la segunda opción. Una bancarrota hubiera provocado, en ausencia de ayuda exterior, que el gasto público se redujera más de un 20%, muy lejos de lo que se redujo tras el primer rescate.
Otro hecho que hay que poner en perspectiva es el impacto de las medidas de ajuste o austeridad sobre el PIB. Veámoslo con un ejemplo: si yo tengo dos trabajos y por cada uno gano 50, mi renta es de 100. Si pierdo uno de ellos mi renta pasa a ser 50 a no ser que pida prestados otros 50. Entonces mi renta volverá a ser de 100, pero acumularé una deuda. En esta circunstancia, dejar de acumular deuda implica una pérdida de renta, pero seguirla acumulando es una invitación al desastre. Por supuesto, si esos 50 que pedían prestados los usaba para invertir en formación y lograr un nuevo y mejor trabajo, todo iría bien. Lamentablemente, la situación de Grecia se asemejaba más a la del desastre. El argumento que dice que los ajustes son la causa de las caídas del PIB es demasiado simplista y no proporciona un buen diagnóstico de las dificultades griegas.
En 2014, por fin, Grecia ha podido volver a financiarse sin necesidad de la Troika y ha experimentado su primer crecimiento desde el inicio de la crisis. Pero ha ocurrido con demasiado sacrificio y, seguramente, con una política europea viciada de necesidad desde el momento en que la unión monetaria no es también una unión fiscal. Grecia ha llegado a este año con gobiernos inestables y mayorías difíciles de conseguir. El 29 de diciembre no se alcanzó un acuerdo para nombrar presidente y habrá nuevas elecciones, que Syriza podría ganar.
Syriza se presenta con un programa anti austeridad. Aunque su programa dice más cosas, quisiera centrarme en esta parte. ¿Puede Syriza aumentar el gasto público? Sí, si consigue financiarlo de alguna de las cuatro maneras arriba apuntadas. ¿Logrará aumentar los impuestos para no incurrir en más déficits? Yo sospecho que a la Troika le da bastante igual si el déficit se controla por reducción del gasto o por aumento de impuestos. Lo que no quiere es hacerse cargo de la deuda. Pero me temo que Syriza no podrá aumentar el gasto sin traicionar a sus votantes y generar más protestas, puesto que también los aumentos de impuestos se ven como parte de las medidas de austeridad, aunque es lo que debería hacer para ser coherente. Financiarse sin ayuda de la Troika implicará volver a primas de riesgo imposibles de afrontar. Los dirigentes de Syriza parecen descartar la salida del euro, así que nos queda la opción de negociar con la Troika.
La Alemania actual no parece dispuesta a aceptar un plan de estímulos con incidencia en Grecia de la manera en que Syriza quisiera, creo que antes aceptaría una quita parcial y ordenada de su deuda. Incluso si acabara cediendo a algo de esto, lo sería tras obtener garantías de que servirá para inversiones productivas con las que deberían reducir los déficits. Es decir, que la baza de Syriza no está en hacer lo que dice que va a hacer, sino en negociar mejor con Europa. Esto último podría ocurrir si sus dirigentes nos sorprenden con grandes dosis de sensatez o si Europa cree que tiene que hacer regalos a Grecia para evitar que Syriza lleve a la ruina a su propio país.
Si el lector quiere entenderme bien, lo que estoy diciendo es que un gobierno con los problemas de Grecia y con su situación dentro de la UE tiene poco margen de maniobra: ser más eficiente en la recaudación de impuestos, distribuir el gasto público (sus aumentos y sus recortes) de otra manera, imponer más eficiencia en la cosa pública, negociar mejor con Bruselas -lo que implica convencer mejor-, y poco más.
Hasta aquí he hablado de las alternativas sensatas, pero hay otras que no he considerado y que comprometen su permanencia en el euro: confiscar y nacionalizar empresas, pensando que serán más productivas en manos del Estado y que esto no espantará al resto de empresarios, o incrementar el gasto público, creyendo que ello estimulará la demanda, el crecimiento y la recaudación, olvidándonos de todo lo anterior y volviendo al 2009. También está la posibilidad de salirse del euro directamente, devaluar y crear inflación.
No conozco a los dirigentes de Syriza, pero estas son las opciones: o negociar con Bruselas o salirse del euro. Lo primero es lo que se ha hecho hasta ahora. Lo segundo es un camino de consecuencias imprevisibles, es decir, que no podemos prever si serán malas o muy malas.