A las dificultades que padecen la gran mayoría de inmigrantes que se aventuran a dejar sus países de origen y recalan en Euskadi, se suman los rigores de la crisis que a este colectivo les afectan con mayor intensidad que al autóctono. Sufren más el desempleo y registran mayores porcentajes de desahucios. Esta dramática situación y la falta de trabajo que se perpetúa en muchos casos les obliga a volver sobre sus pasos. Pero este retorno de los inmigrantes hacia sus países de origen, que se presenta con frecuencia como masivo, no es tan intenso como se percibe por la ciudadanía. “Se están yendo pero no tantos como pensamos. Se nos traslada que se van en masa y no es así. Ni se van de forma masiva el inmigrante ni se va el autóctono”, asegura el director del Observatorio Vasco de Inmigación, Gorka Moreno. Sí es cierto que según recogen las estadísticas manejadas por dicha entidad en los últimos doce meses 3.729 personas extranjeras se han marchado de Euskadi, aunque esta cifra es un tanto engañosa. No todos ellos han abandonado la comunidad vasca, ya que muchos de los que se han nacionalizado, luego siguen aquí -una práctica muy común entre la población colombiana y ecuatoriana- están englobados en ese recuento.
Estas son algunas de las reflexiones compartidas en la conferencia “Inmigración, integración, exclusión social e impacto de la crisis”, impartida por Gorka Moreno y organizada por la Plataforma de Derechos Sociales de Gasteiz y la coordinadora de ONG de Euskadi con motivo de la celebración de la Semana de la Pobreza.
En la charla Gorka Moreno abordó las razones que motivan al coelctivo extranjero a permancer en Euskadi pese al azote de la crisis. La situación en sus países de origen es peor en muchos casos y la decisión de volver es muy meditada. “Muchos tiene miedo a perder la situación administrativa que han conseguido si emprenden la marcha y después es muy complicado recuperarla. Algunos deciden que sea el cabeza de familia quien emprenda el viaje de retorno, mientas el resto de la familia, que en muchos casos ya ha echado raíces, sobre todo los latinos, se quedan aquí. Con frecuencia comparten pisos dos o más familias para recortar gastos. prueban varias estrategias de superviviencia antes de tomar la última alternativa, el regreso”, relata Moreno.
El ponente desgranó datos sobre algunas de las variables económicas indicadoras de pobreza como son la percepción de la Renta de Garantía de Ingreso (RGI) o las dificultades para llegar a fin de mes. Del total de perceptores de RGI por ejemplo en Álava, sólo el 0,8 % de la población autóctona es beneficiara de esta prestación mientras que el porcentaje de perceptores extranjeros sube hasta el 14,4. Estas cifras reflejan que hay poca población en situación de vulnerabilidad entre los autóctonos y mucha entre los inmigrantes. Uno de cada cuatro subsaharianos cobra la Renta de Garantía de Ingresos; en el caso de los magrebís, es uno de cada cinco.
Otro dato sigificativo es el referente a las dificultades para llegar a fin de mes. En términos comparativos la situación general es mucho peor en otras comunidades. “En Euskadi hay un alto bienestar que redunda en la población autóctona pero no la disfruta el inmigrante y a los datos me remito: solo el 14 % de los autóctonos tiene dificultades para llegar a fin de mes, mientras que ese procentaje es del 55% entre los extranjeros, unas cantidades que han subido porque los datos que disponemos no están actualizados. Las coyunturas económicas óptimas no afectan al inmigrante. Las negativas, sí” revelaba el director de Ikuspegi.
Las conclusiones que se extrapolan de estos y otros datos ofrecidos en la conferencia es que la mayoría de los inmigrantes están en riesgo de exclusión social. A los padecimientos económicos se une su precaria situación administrativa -que les niega derechos sociales y les impide ejercer el derecho a participar en política- y el aislamiento y la conflictividad social que muchos sufren. De ahí la insistente reclamación de las plataformas y movimientos que trabajan con coletivos en riesgo de exclusión de más programas específicos enfocados al inmigrante. “Han de diferenciarse los recursos. Ellos necesitan una atención asistencial, dígamos que un albergue o colegio mayor y un apoyo económico como la RGI que usan de trampolín para acceder a un primer trabajo. El problema es que se mezcla a estas personas con los autóctonos en riesgo de exlcusión, que han llegado esa situación derivados de problemas de drogadición o alcoholismo o de otra índole. Al juntarlos se contagian esos males al inmigrante y cronifican estas situaciones. Es lo que llamamos la tela de araña”, relataba Moreno.