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Explosión de monedas sociales

Desconocido para la inmensa mayoría de los ciudadanos hasta poco tiempo, el fenómeno de las monedas sociales ha crecido exponencialmente en España desde que comenzó la crisis. Si en 2009 sólo había cuatro ejemplos de esta herramienta alternativa para efectuar intercambios comerciales, hoy existen alrededor de un centenar por todo el territorio. Tienen nombres como chavico, la oliva, el espronceda, el ekhi, el boniato, el puma, la mora, la canica… Todas las comunidades autónomas tienen al menos una. Andalucía y, sobre todo, Catalunya destacan sobre las demás.

Estas monedas son, en esencia, locales. Con frecuencia, su uso no va más allá de un barrio, un pueblo o una comarca. “Más que el número de usuarios, las principales características del fenómeno son la diversidad y su originalidad”, explica Julio Gisbert, autor del libro Vivir sin empleo (Los Libros del Lince) y del blog del mismo nombre, quien calcula que sólo unas 10.000 personas las utilizan con asiduidad en España. Es muy difícil calcular cuánto dinero mueven estas monedas, ya que no hay estadísticas oficiales.

Existen distintas modalidades de monedas sociales —también llamadas “complementarias” o “locales”— y de plataformas tecnológicas para darles soporte. Sea cual sea su formato y el término utilizado para denominarlas, sus promotores tienen un objetivo común: favorecer una economía más justa y sostenible que evite la acumulación de beneficios por parte de las multinacionales; es decir, que el dinero utilizado para comerciar acabe en los bolsillos de los pequeños comerciantes y productores locales en lugar de en el de grandes empresas que se lleven sus ganancias a otro lado.

Una de las monedas complementarias más antiguas de España es el zoquito. Creado en 2007 por una asociación de consumidores de productos ecológicos de Jerez de la Frontera, el zoquito circula exclusivamente por la provincia de Cádiz y se utiliza para intercambiar todo tipo de bienes y servicios. En su red participan empresas, movimientos sociales, asociaciones y ciudadanos de a pie. Se pueden pagar con zoquitos, parcial o completamente, reparaciones de teléfonos móviles, servicios de un despacho de abogados o cursos de yoga y meditación. Cada dos meses, sus promotores organizan un mercadillo donde se puede vender y comprar tanto con zoquitos como con euros. Los intercambios se apuntan en una cartilla en papel que cada usuario recibe al inscribirse en la red.

Sistema democrático

El ekhi, la moneda nacida hace dos años en el Casco Viejo de Bilbao, también tiene paridad y es intercambiable por el euro. Uno de sus promotores, Miguel Ángel González, explica que la razón fundamental de su existencia es el deseo de potenciar el pequeño comercio local. Los billetes de ekhi (‘sol’, en euskara antiguo) caducan a los tres meses y, si no se utilizan en ese plazo, pierden el 2% de su valor. Es el fenómeno conocido como oxidación, cuyo fin es evitar la acumulación de billetes y fomentar su circulación. Los comercios tienen la opción de convertir los ekhis a euros, pero sólo se les devuelven 95 céntimos por cada ekhi. Los beneficios obtenidos en estas operaciones se destinan a fines sociales. Ekhi presume de ser una moneda democrática. Su órgano máximo de decisión es la asamblea anual, en la que tanto los socios como los comerciantes y las empresas adheridos tienen voz y voto. La asamblea elige un órgano permanente compuesto de cinco personas por un período de un año.

Otro ejemplo de moneda complementaria es el puma, nacida en el barrio sevillano del Pumarejo y ligada a la Red de Decrecimiento de Sevilla. Como explica el economista Israel Sánchez, uno de sus gestores, el puma no es sólo una vía de intercambio comercial, sino una pieza más de un amplio proyecto de transformación social. Su ámbito es la zona norte del casco histórico de la ciudad, aunque no es necesario ser residente en él para participar. El puma sigue el sistema de monedas complementarias LETS (Local Exchange Trade System), de intercambio local por puntos, donde la suma total de todas las cuentas es siempre cero. El puma no existe físicamente. La manera de comerciar con él es vender productos o prestar servicios a otras personas de la red. Como en el caso del zoquito, los intercambios se apuntan en una cartilla.

Uno de los proyectos más ambiciosos en este terreno está gestándose en la Comunidad Valenciana, donde la Asociación de Economías Biorregionales pretende crear la primera moneda complementaria que abarque toda una comunidad autónoma. El plan, impulsado desde la Asociación de Economías Bioregionales por Franco Llobera, Enric Montesa y Fulgencio Tortosa, es poner en marcha este año tres proyectos piloto en cada una de las provincias de la comunidad, incluyendo zonas urbanas y rurales. La iniciativa, que cuenta con el apoyo de las consejerías de Economía y Agricultura, promoverá el intercambio de residuos agrícolas y ganaderos por la moneda social, que podrá utilizarse para comprar otros productos en comercios adheridos a la red. En la ciudad de Valencia circula desde hace dos años el orúe, patrocinado por una asociación de comerciantes y vecinos del barrio de Russafa.

Agenda política

Quizá el caso de mayor éxito en Europa sea la libra de Bristol. En la ciudad inglesa, hasta el alcalde cobra el cien por cien de su salario en la moneda local. Los ciudadanos pueden pagar el autobús, y hasta sus impuestos, en libras de Bristol. La eurodiputada verde Molly Scott Cato, impulsora de las monedas sociales en Reino Unido, sostiene que éstas permiten a los ciudadanos abandonar el sistema bancario tradicional y participar en una economía no especulativa: “Es una economía para la gente, no para las multinacionales”.

La asignatura pendiente de las monedas sociales españolas es su integración en la agenda política. Sus promotores se han dirigido al Parlamento Europeo para solicitar la publicación de un Libro Blanco que dibuje un marco de actuación común y sirva de carta de presentación ante las autoridades locales y regionales. Aunque las monedas complementarias suelen ser iniciativa de organizaciones sociales, sus defensores insisten en que su pleno desarrollo no es posible sin el apoyo de ayuntamientos, empresas, universidades y otras instituciones de la sociedad civil.

Así lo pusieron de manifiesto los representantes de monedas locales españolas que asistieron recientemente en Bruselas a una jornada informativa organizada por la coalición Primavera Europea, de la que forman parte Compromís y Equo, entre otras formaciones, y a la que fue invitada Alernativas Económicas. Durante los debates, el portavoz de Equo en Bruselas, Florent Marcellesi, que colaboró en la creación del ekhi en Bilbao, afirmó que las monedas locales sirven para combatir la crisis económica, ecológica y social que vivimos y para impulsar “una sociedad poscrecimiento que ayude a vivir una vida digna y salvar el planeta”.

[Este artículo ha sido publicado en el número del febrero de la revista Alternativas Económicas, a la venta en quioscos, librerías y app. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripciónAlternativas Económicas, una suscripción]

Desconocido para la inmensa mayoría de los ciudadanos hasta poco tiempo, el fenómeno de las monedas sociales ha crecido exponencialmente en España desde que comenzó la crisis. Si en 2009 sólo había cuatro ejemplos de esta herramienta alternativa para efectuar intercambios comerciales, hoy existen alrededor de un centenar por todo el territorio. Tienen nombres como chavico, la oliva, el espronceda, el ekhi, el boniato, el puma, la mora, la canica… Todas las comunidades autónomas tienen al menos una. Andalucía y, sobre todo, Catalunya destacan sobre las demás.

Estas monedas son, en esencia, locales. Con frecuencia, su uso no va más allá de un barrio, un pueblo o una comarca. “Más que el número de usuarios, las principales características del fenómeno son la diversidad y su originalidad”, explica Julio Gisbert, autor del libro Vivir sin empleo (Los Libros del Lince) y del blog del mismo nombre, quien calcula que sólo unas 10.000 personas las utilizan con asiduidad en España. Es muy difícil calcular cuánto dinero mueven estas monedas, ya que no hay estadísticas oficiales.