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La cultura uigur en el punto de mira

María Baeza

esponsable del trabajo sobre China de Amnistía Internacional en España —

En estos días las autoridades chinas llevan a cabo una campaña de “mano dura” contra el terrorismo, como consecuencia del atentado con explosivos contra un mercado de Urumqi, capital de Sin-kiang al noroeste del país, presuntamente cometido por grupos uigures, y que se saldó con 39 muertos y 94 heridos.

Dentro de esta campaña se están produciendo detenciones difícilmente justificables. Una de ellas es la del intelectual uigur, Ilham Tohti, conocido por su compromiso con la no violencia y el diálogo entre grupos étnicos, que ha sido recluido en secreto y sometido a malos tratos. Los constantes esfuerzos de las autoridades para silenciarle y encarcelarle son un paso más en la represión generalizada de la población uigur en China.

Sin-kiang es una región muy rica en minería y su población originaria, uigur, es de origen turkumano y de religión islámica. Tiene reconocido en la Constitución el estatus de región autónoma. Pese a ello, desde mediados de los 90, el gobierno chino ha ido aumentando el control y las restricciones sobre esta etnia. La persecución a las manifestaciones de la cultura uigur ha llegado al punto de que, actualmente el gobierno chino asocia las actividades culturales, la práctica religiosa y el disentir públicamente, con terrorismo, separatismo y extremismo religioso, arrestando y deteniendo arbitrariamente a miles de uigures. Por si fuera poco, a partir del 11 de septiembre 2001, las autoridades catalogaron el descontento uigur dentro del marco del terrorismo internacional.

Denunciar pacíficamente las violaciones de los derechos de la población, enseñar su lengua o practicar su fe no es terrorismo, pero maestros y religiosos se ven perseguidos y encarcelados por ello, bajo la acusación de “atentar contra la seguridad del estado”. Recibir enseñanza en el propio idioma o acudir a la mezquita está cada vez más castigado.

Tras confesar bajo tortura, personas como el líder religioso Abdukiram Abduveli o el hijo de la presidenta del Congreso Uigur en el exilio, Ablikim Abdiriyim acumulan años de cárcel acusados de “incitar a la propaganda contrarrevolucionaria”, o de “instigar e implicase en actividades secesionistas”, sufriendo en prisión tortura y malos tratos, tan solo por su significación uigur. El gravísimo deterioro que sufre la salud de estos presos pone en peligro su vida, convirtiéndose en otra forma de condena a muerte. Otro caso significativo es el del escritor y poeta uigur Nurmemet Yasin que enfrenta una condena de 10 años de prisión, acusado de “incitar al separatismo”, por escribir un cuento que las autoridades chinas interpretaron como una crítica al gobierno

Estamos en un momento clave en Sin-kiang, ya que el 5 de julio se conmemora el 5º aniversario de una gran manifestación uigur que desembocó en enfrentamientos con la etnia china mayoritaria, Han, y en una posterior oleada de represión que provocó miles de detenidos y desaparecidos, con cientos de condenas a prisión y decenas de penas de muerte. El malestar entre ambas etnias se debe en gran medida a que el gobierno chino ha potenciado la migración de la etnia Han a la región de Sin-kiang, favoreciéndoles en el plano laboral y convirtiendo la población uigur en minoritaria en su propio lugar de origen.

Tratar por igual a quienes defienden pacíficamente su cultura y sus derechos y a quienes planean o llevan a cabo atentados terroristas es un grave error que puede agravar y extender la situación de inseguridad en la región, “justificando” la violación de los derechos humanos con la excusa de la seguridad. Aunque no todo son malas noticias, hace unos meses que el Partido Comunista reconoció la necesidad de abordar asuntos que preocupan desde hace tiempo a la población uigur como el desempleo, el reparto de los recursos naturales y la necesidad de un entendimiento mutuo. Solo falta que pasen de las palabras a la realidad.

En estos días las autoridades chinas llevan a cabo una campaña de “mano dura” contra el terrorismo, como consecuencia del atentado con explosivos contra un mercado de Urumqi, capital de Sin-kiang al noroeste del país, presuntamente cometido por grupos uigures, y que se saldó con 39 muertos y 94 heridos.

Dentro de esta campaña se están produciendo detenciones difícilmente justificables. Una de ellas es la del intelectual uigur, Ilham Tohti, conocido por su compromiso con la no violencia y el diálogo entre grupos étnicos, que ha sido recluido en secreto y sometido a malos tratos. Los constantes esfuerzos de las autoridades para silenciarle y encarcelarle son un paso más en la represión generalizada de la población uigur en China.