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250 sanitarios andaluces sufren Covid persistente: “Nos facilitaría las cosas que las autoridades nos comprendieran”

Álvaro López

13 de abril de 2022 20:02 h

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Más de dos años después del estallido oficial de la pandemia de la Covid-19 en España, el coronavirus sigue siendo una realidad para algunas personas. Partiendo de la base de que aún se siguen produciendo contagios y que a pesar de que se ha entrado en una fase más próxima a la endemia, el virus no ha desaparecido, si es común pensar que es un problema del pasado. Sin embargo, hay quienes se han contagiado en algún momento y que aún ahora siguen arrastrando a diario las secuelas que les ha provocado la infección. Unas secuelas que se presentan de múltiples formas y que se engloban en lo que se conoce como 'long Covid' o Covid persistente. Precisamente en la sanidad pública hay profesionales que están teniendo la mala fortuna de atravesar ese trance. En Andalucía, según cifras oficiales, hay alrededor de 250 trabajadores del total de unos 100.000 que engloban el Servicio Andaluz de Salud (SAS) que están en esta situación.

Una realidad casi paralela a la del resto porque constituyen una pequeña proporción del total de casos de contagio por coronavirus que se han dado desde el inicio de la pandemia en el invierno de 2020. Según los datos regionales, un tercio de la plantilla sanitaria se ha infectado desde entonces. A pesar de ello, también es una realidad que sus víctimas quieren que se solucione y que se pongan todos los medios posibles para que se acabe. Hasta hace un año, la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía no contaba con un protocolo de atención integral para estos pacientes. Ahora lo está implantando con unidades específicas en hospitales como el Virgen Macarena de Sevilla y va dando pasos hacia el tratamiento de un cuadro de dolencias tan alargado como dispar en función de la persona que lo padece. Sin embargo, aún falta mucho por hacer, tal y como reconocen los afectados.

Como ya se ha dicho, en Andalucía hay alrededor de 250 profesionales de la sanidad pública que están diagnosticados con Covid persistente. Trabajadores de la salud que tienen que lidiar con la suya propia para, en muchos casos, ayudar también al común de los ciudadanos que necesitan de sus servicios. Una tarea que resulta titánica cuando el cansancio o los dolores son la tónica diaria en unas personas acostumbradas a trabajar por los demás y que ahora piden que las administraciones y la ciencia se vuelquen para darles una solución a ellos. Para conocer sus historias, elDiario.es Andalucía se ha adentrado en la situación que tienen varios profesionales con Covid persistente diagnosticado.

Trabajar con dolor a diario

Raquel Velázquez es uno de estos ejemplos. A sus 45 años, pertenece al grupo de ciudadanos que se contagiaron en la primera ola de la pandemia en marzo de 2020. Con un lustro de trabajo en el SAS a sus espaldas, Raquel tuvo que lidiar con la Covid en un momento en el que no había tratamientos específicos y en el que ella misma tenía que dar todo de sí para ayudar al resto. En su caso, trabaja en el ala de pediatría de la que es la responsable de que no falte material de ningún tipo, por lo que tiene un trabajo muy físico que requiere que esté en buena forma, pero la realidad es que la batería de dolencias que padece lo hace imposible. “Sufro de sensación de falta de aire, dolores de todo tipo, cansancio, la tensión lo mismo se me dispara que se me baja, el azúcar está regular y estoy en un estudio digestivo porque parece que también tengo inflamación intestinal”.

Así se encuentra Raquel dos años después de contagiarse. En aquel momento, cuando contrajo la enfermedad, comenzó a tener febrícula y a sentir quemazón en la garganta acompañado de mucho malestar. Con el paso de los días se le presentó una neumonía bilateral que obligó a ingresarla durante nueve días en el hospital. “Me salieron incluso ronchas por todo el cuerpo y para mí girarme en la cama era un esfuerzo tan grande como si moviese un camión”. Por fortuna mejoró lo suficiente como para recibir el alta sin imaginar que aquellos problemas derivarían en otros por los que hoy es una de las trabajadoras del SAS aquejada de Covid persistente. Al principio, estuvo medio año de baja por la fase aguda que le llevó a ser ingresada, pero posteriormente las cosas no fueron mucho mejor.

“Desde que pasé la fase más dura, siempre me quejé de que el corazón se me salía porque tenía taquicardias. Eso fue lo primero que noté. El pelo se me cayó muchísimo. Cuando me llamó la inspección yo dije que iba a trabajar, porque para lo mala que había estado, no estaba tan así. Le dije a la inspectora que quería que quedara reflejado toda mi sintomatología”, cuenta Raquel. De esa forma, se incorporó en agosto, pero en septiembre en su propio hospital se vio obligada a pedir ayuda. Indignada, cuenta que se le realizó un informe médico en el que se le recomendaba que perdiese peso e hiciera yoga para mejorar si situación clínica. El desconocimiento acerca de la Covid persistente era absoluta.

“A partir de ahí el ánimo se te va viniendo abajo. Raro es el día en que puedes respirar bien. Entonces, hablé con mi neumólogo de pediatría y a partir de ahí empezaron a tratarme. Las pruebas salían regular y al hablar con otras personas descubrí que teníamos los mismos síntomas. Que yo no estaba loca ni necesitaba hacer yoga. Tengo sintomatología que sigue ahí y que nadie sabe nada, pero que tú estás mal”. Con daños en la visión de su ojo derecho e inflamación en su pierna, en agosto de 2021 consiguió ser derivada a la unidad de Covid persistente del Hospital Virgen Macarena de Sevilla donde recibe un tratamiento para cada una de sus dolencias. Porque además del sufrimiento, la crueldad de esta enfermedad es que aún no hay un remedio que permita tratar todos los síntomas al mismo tiempo.

La importancia de la comprensión

Ahora está de baja porque su salud empeoró mientras estaba trabajando. Una situación muy dura que para Raquel está repleta de incomprensión: “Como te ven haciendo tus tareas, escuchas comentarios del tipo de que tan mal no estará”. Pero sí que está mal, tal y como lo demuestran la retahíla de pastillas y remedios que ha de seguir para no sucumbir al dolor y al desánimo. “No sé qué pasará cuando vuelva a trabajar, igual me reubican en otro sitio o limitan mis funciones”. Lo que sí tiene claro es que si ha conseguido aguantar trabajando tanto hasta la fecha ha sido gracias al respaldo de sus superiores.

La comprensión es vital para estos casos. Esther Santos, trabajadora en logística del Hospital Virgen de las Nieves de Granada, reclama sobre todo que se les trate de entender por parte de las autoridades. Si nadie toma conciencia de las situaciones que atraviesan, es difícil que alguien les pueda ayudar. Con 54 años, se contagió hace tan solo unos meses. Fue en octubre de 2021 cuando a pesar de estar vacunada la Covid le golpeó tan duro que hoy en día sigue siendo persistente. “Cogí tres semanas de baja, pero cuando volví a trabajar ya tenía muchas secuelas”. Sufre dolores de cabeza y molestias continuas en el pecho y en la garganta. Sin embargo, no puede permitirse el lujo de dejar de acudir a su puesto porque necesita ganar dinero para poder alimentar a su familia.

En su caso, a los problemas propios de la Covid persistente se sumó la actitud de alguno de sus jefes que, según denuncia, no trata de entenderla, sino que le complica las cosas. “Uno de mis superiores me decía que no estaba apta para trabajar por tener tos y que le molestaba”. Como tantos trabajadores del SAS, sabe que su labor es imprescindible y que, si ella falta, los problemas se acumularán para otros compañeros. Por eso, estima que lo que les ha sucedido “hará que se tengan que dar cuenta de que se necesita ayuda”. Aun lidiando con todos los síntomas que acaban afectándole anímica y personalmente, reclama que se les respalde y que no se les abandone. “Nos facilitaría la cosa que supiesen lo que nos pasa. Que hubiese comprensión por parte de las autoridades porque vivimos presionados. Sobre todo en la sanidad donde hay muchas bajas y tenemos un gran volumen de trabajo porque si faltamos, no funciona el sistema”. 

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