Profesora Laura Lechuga: “Esto nos puede volver a pasar en el futuro y hay que estar mucho más vigilante”
La profesora Laura Lechuga echa de menos Cádiz pero ahora ni puede pensar en eso. Ha investigado en muchos laboratorios y lleva años trabajando en el Instituto Catalán de Nanociencia y Nanotecnología (ICN2) como Profesor de Investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Es desde allí donde lidera uno de los 17 grupos de investigación que han sido financiados de forma “urgente” por la UE para luchar contra el coronavirus. En su caso, para lograr un diagnóstico rápido y fiable. “Va a ser un año largo para todos”, vaticina en una entrevista telefónica con eldiario.es Andalucía. Pero está deseando volver a pisar las playas gaditanas “cuando todo esto acabe”. A veces se despierta pensando que va a levantar la persiana y que “todo era una pesadilla”. Pero se muestra optimista. “Esto pasará”.
La imagino liada.
Trabajando mucho; se está organizando toda la comunidad científica a nivel internacional en esta situación de emergencia.
Eso suena bien. Y en esa movilización está su equipo. ¿Cuál es exactamente el objetivo del proyecto que está liderando?
Es un proyecto de diagnóstico rápido de la enfermedad COVID-19. Permitirá la detección del coronavirus en unos 30 minutos, directamente a partir de la muestra del paciente y sin necesidad de realizar los análisis en laboratorios clínicos centralizados.
Es un proyecto basado en una tecnología biosensora que ya hemos desarrollado y probado antes para otras patologías. Se trata de aplicarla ahora al caso del coronavirus. Utilizamos biosensores, que son dispositivos análogos a los que usan, por ejemplo, los diabéticos para la medida de su nivel de glucosa. Hemos desarrollado una tecnología biosensora nanofotónica en la que anclamos unos receptores biológicos que atrapan a las proteínas de la cápsula del virus de forma muy específica, y por tanto son capaces de captar el virus en una pequeña muestra (fluido nasofaríngeo o quizás saliva). Estamos desarrollando dos versiones del biosensor, uno para ese diagnóstico rápido y un segundo para dar seguridad al diagnóstico mediante un análisis genético del ARN del coronavirus, analizando determinadas secuencias específicas que las reconoceremos con el biosensor. La diferencia en este último caso en comparación con las técnicas que se usan habitualmente (como PCR) es que nosotros no necesitamos amplificar la señal y, por tanto, el tiempo de análisis es más corto. Lo que buscamos es tener un diagnóstico 100% fiable.
Además en el proyecto también está previsto utilizar esta tecnología para monitorizar otros coronavirus presentes en animales y así poder vigilar que esto no vuelva a ocurrir y que estos virus no “salten” a los humanos.
¿Cómo explicaría el concepto nanotecnología biosensora? ¿Cómo explica ese uso de la nanotecnología?
Un biosensor es un dispositivo integrado y autónomos que incluye un chip sensor en contacto con moléculas biológicas selectivas (en la superficie del sensor se colocan por ejemplo antígenos, anticuerpos o sondas de ADN, específicos para aquella sustancia, molécula o patógeno a detectar). Cuando se captura lo que se quiere medir se producen unos cambios fisicoquímicos que son detectados por el sensor e inmediatamente procesados en un valor. Nosotros diseñamos y fabricamos estos dispositivos biosensores a escala nano, lo que es beneficioso porque es la misma escala del virus y de las moléculas que lo detectan. La nanotecnología es ideal porque habla en la misma escala y usamos principios físicos que operan a esas escalas.
Este diagnóstico precoz ya lo han utilizado en otras patologías y ha dado buenos resultados antes.
Sí, sí. Y eso es muy positivo porque nos permite no empezar de cero. La UE convocó el 30 de enero ayudas rápidas para la investigación del COVID-19 y decidimos presentarnos. Porque tenemos desarrollada ya la tecnología de diagnóstico y porque somos expertos en anclar los receptores biológicos para atrapar al virus en un medio complejo. Lo hemos hecho antes con patologías como la tuberculosis, la sepsis o para diagnóstico precoz del cáncer. Y además, sabemos emplear el dispositivo para analizar muestras reales de pacientes, lo cual es mucho más complejo. Así que estamos preparados para hacer este trabajo. Tenemos un año por delante y estamos trabajando todo mi equipo sin parar (con el riesgo que conlleva también) para tenerlo tan pronto como sea posible.
Esta investigación se está desarrollando con más equipos europeos, ¿verdad?
Somos un grupo en el que participan investigadores de la Universidad Aix-Marsella en Francia, el Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas en Italia y la Universidad de Barcelona (con quién ya habíamos hablado de iniciar trabajos en coronavirus de animales). Nosotros aportamos la tecnología y la experiencia del diagnóstico por esta vía y ellos aportan el conocimiento biológico, clínico y epidemiológico sobre el coronavirus y el material biológico, y las muestras de los pacientes para hacer las pruebas. Estos tres grupos son grandes especialistas en virus emergentes y en coronavirus. Nuestros colegas comentan que esto nos puede volver a pasar en el futuro y que hay que estar mucho más vigilante. Vamos muy bien acompañados.
Para cuándo ese test rápido.
Tenemos un año y lo vamos a hacer lo más rápido posible. Después contamos con otro año para avanzar en la monitorización de otros coronavirus en animales. Queremos que la tecnología también sirva para tareas de vigilancia en el futuro y facilitar así el trabajo de los virólogos.
¿En qué se diferencia su prueba diagnóstica de los test rápidos que se están adquiriendo ahora?
Son conceptos distintos. Hay test rápidos que también analizan el virus completo, pero sólo dan una respuesta cualitativa (sí/no) y tienen un gran margen de error (más del 15%) aunque son muy rápidos y por tanto muy útiles. Con nuestra tecnología podemos además cuantificar para conocer la carga viral de cada paciente, incluso durante el periodo de incubación, y es más fiable.
Esto es todo un reto para la ciencia: se les están pidiendo no sólo resultados si no que lleguen rápidos.
Es una necesidad apremiante y es comprensible. Pero es la primera vez que se están autorizando tests de diagnóstico sin pasar por todos los filtros y comprobaciones por los que normalmente pasan, sin hacer todas las pruebas de validación. Hasta cierto punto es comprensible porque la situación es muy grave, pero la ciencia tiene sus tiempos.
¿Y cómo se siente trabajando contrarreloj?
Las primeras semanas han sido de locura. Pensamos que podemos abordar este proyecto y más gracias a la compañía de los grandes expertos que nos acompañan. Pero casi desde que nos dieron el proyecto nos están preguntando si lo teníamos “ya”, y yo decía: “si estoy organizando el trabajo y poniéndonos en marcha”. Estamos trabajando todas las horas. Y además tomando todas las precauciones, claro. Pero es lógico, nunca hemos estado en una situación límite como esta y es normal la presión.
¿Esta situación puede servir para que volvamos a valorar la ciencia y el trabajo investigador?
Creo que en general se valora el trabajo científico. Pero espero que esto sirva para que nos hagan más caso y se escuche más a los científicos. De hecho, ya se venía avisando de que algunas prácticas alimentarias, fundamentalmente chinas, eran arriesgadas. Los virólogos no se han sorprendido de lo que ha sucedido.
También creo que se han cometido errores. Un error de esta pandemia fue compararlo con la gripe. Porque el principal problema es que nunca hemos tenido un virus con esta capacidad de infección, que infecta cuando es asintomático. Y aún desconocemos durante cuánto tiempo los que pasan la enfermedad quedan inmunizados.
¿En este caso la UE ha reaccionado desde el punto de vista científico con cierta celeridad…?
Sí, es verdad, aunque ya sabes que para presentar un proyecto europeo hay que fundamentarlo muchísimo. Nosotros pensamos que podíamos hacerlo. Aunque creo que en casos como este deberían flexibilizar las convocatorias e ir directamente a buscar a los grupos que necesiten, porque en una situación de emergencia esto ralentiza la acción.
¿Cómo ve el futuro?
Dentro de un año tendremos una vacuna y mejor diagnóstico, pero tenemos que estar atentos a la capacidad de contagio. Va a ser el principal campo de batalla.
A pesar de estar centrada en el ahora, la profesora Lechuga mira a EEUU con preocupación por la gestión de la pandemia y, pese a todo, se congratula de estar en Europa. Aún así no pierde la capacidad de poner las luces largas: “Lo siguiente que nos puede atacar en gran extensión son las bacterias de tipo resistente y tenemos que estar preparados”.
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