El PSOE y Ciudadanos han convivido en Andalucía durante tres años y medio sin apenas sobresaltos. Hasta hace unos días, los socialistas reconocían en el partido de Albert Rivera a su socio más cómodo, más que el Partido Andalucista y mucho más que IU, con quienes compartieron Gobierno cuando estuvieron en minoría. Susana Díaz llegó a trabar amistad con Juan Marín, el portavoz y candidato de Cs, incluso quedaban para cenar con sus respectivas parejas. “Mi Juan”, le llamaba cariñosamente. Marín, de naturaleza moderado, ha dejado varias intervenciones en el Parlamento para el recuerdo. “Susana Díaz es de fiar. Su palabra es su patrimonio y cumple”, dijo de la presidenta en una sesión de control.
En cuatro meses, desde que rompieron el acuerdo en septiembre, PSOE y Ciudadanos han dinamitado todos los puentes y buscan minar la credibilidad del otro. Los socialistas siguen necesitando a la formación de Rivera, pero estos ya se han olvidado del PSOE. Susana Díaz, y toda la maquinaria comunicativa de su partido, trata de colocar a Albert Rivera ante el espejo deformante de Vox.
Ciudadanos y PP entretanto negocian un Gobierno conjunto en Andalucía, el primero de centro derecha tras 36 años de socialismo en el poder. Pero suman 47 diputados y necesitan ocho más para sacar adelante la investidura. Díaz avisa de que ese apoyo vendrá de la extrema derecha, situando a Rivera fuera del plano de los líderes liberales conservadores europeos que, como Emmanuel Macron en Francia o Angela Merkel en Alemania, han marginado a los ultraconservadores en sus parlamentos.
Rivera intenta capear como puede sus contradicciones. Entrar en un gobierno que apoya Vox desde fuera rompería todo su discurso contra Pedro Sánchez, basado en que fueron los independentistas los que lo llevaron a La Moncloa a pesar de que tal y como ha evidenciado la negociación presupuestaria ni PDeCAT ni ERC tienen un acuerdo estable con el PSOE.
El jueves el líder de Ciudadanos estuvo en Bruselas reunido con otros dirigentes liberales y aseguró que “no irá de la mano de quienes van con Le Pen”. “Ellos me han invitado y están muy tranquilos”, bromeó. No calificó a Vox de “extrema derecha”, pero sí les llamó “populistas”. Al día siguiente aterrizó en Sevilla, participó en una conferencia organizada por la Cadena Ser, estuvo hablando y respondiendo preguntas durante hora y media y en ningún momento pronunció el nombre de Vox.
Ciudadanos ha pasado de nueve a 21 diputados en Andalucía, ganando terreno electoral sobre todo al PP, pero también rebañando votantes de PSOE y Podemos. Cuando le preguntaron si temía perder al electorado progresista ante la campaña decisiva que se avecina por aceptar el apoyo de Vox en Andalucía, respondió sin vacilar: “No sé cuántos votantes conservadores tiene Ciudadanos y cuántos progresistas. Pero sé que todos nuestros votantes quieren un cambio político en Andalucía. El PSOE tiene que irse a la oposición”.
De Bruselas a Andalucía, 48 horas evitando a Vox
Rivera viajó de Bruselas a Sevilla para tratar de convencer de que no está escrito que el futuro Gobierno andaluz de PP y Cs dependa exclusivamente de los votos de Vox. El líder naranja reclama al PSOE que se abstenga para facilitar la investidura de un nuevo presidente de la Junta. Un escenario matemáticamente posible, pero políticamente poco probable: pese al hundimiento del 2 de diciembre, Díaz recuerda que ella es quien ganó las elecciones. Rivera da a entender que no le afecta la presión en la Alianza de los Liberales y Demócratas por Europa (ALDE, por sus siglas en inglés): Ciudadanos tiene mucho peso en el seno del grupo parlamentario liberal. De hecho, la dirección del partido, de la que forma parte como vicepresidente el responsable económico de Ciudadanos, Luis Garicano, expulsó a los independentistas catalanes del PDeCAT, a la sazón, fundador de ALDE.
Ciudadanos trata de marcar distancias con Vox en Andalucía pero, en todo caso, recuerda que ya hay gobiernos liberales en Europa apoyándose en la ultraderecha: Bélgica, hasta el domingo pasado, Austria, Dinamarca...
Rivera tampoco acusa la oposición interna en España respecto a Vox, porque cada vez que le mencionan este nombre, responde que el Gobierno de Sánchez se sustenta gracias a “populistas como Podemos, independentistas, nacionalistas y anticonstitucionalistas”. “Prefiero gobernar con los constitucionalistas que con los populistas. ¿Susana Díaz nos va a dejar gobernar con los constitucionalistas: sí o no?. Espero que ella no se deje llevar por el sanchismo y no bloquee el Gobierno de cambio en Andalucía”, dijo el viernes en Sevilla.
Aunque Ciudadanos esté pertrechado en un relato a prueba de Vox, la presión mediática y política no se va a detener. El partido de extrema derecha se siente clave en la futura gobernabilidad de Andalucía y no quiere facilitar sus votos a cambio de nada. Los “desprecios de Rivera a los 400.000 votantes andaluces de Vox” han hecho saltar a la palestra al líder nacional, Santiago Abascal, para reclamar su espacio en la negociación entre PP y Cs. Quieren un puesto con voto en el órgano de gobierno del Parlamento, y sólo pueden lograrlo si PP y Cs se lo ceden, porque por reparto sin negociación se quedarían fuera. También quieren que sus políticas se incluyan en el futuro programa de Gobierno y, sobre todo, exigen “que no les ninguneen”.
El PP se ha desangrado en las elecciones andaluzas por dos vías, de una se ha beneficiado Cs y de otra Vox. Los de Abascal compiten con Rivera por erigirse como alternativa al PP en el largo ciclo electoral de 2019. Los populares andaluces, que han pasado de 50 a 26 diputados en sólo cuatro años, ni mucho menos se niegan a dialogar con Vox al que ven como una tabla de salvación tras su descalabro electoral. Y Casado necesita buenas noticias que vender al partido para refrendar su liderazgo. “Nosotros no queremos ningún cordón sanitario”, responde Juanma Moreno a la propuesta del PSOE de aislar políticamente a la extrema derecha. El PP nacional quiere usar Andalucía como “laboratorio” para replicar este acuerdo a tres en otras comunidades, ayuntamientos e incluso en Moncloa.
Con Rivera de visita en el Parlamento andaluz, el candidato de Cs, Juan Marín, se enteró por La Sexta de que el líder del PP-A con el que había estado negociando una hora y media el martes, salió de aquella reunión directo a un hotel del centro de Sevilla, donde se citó con el candidato andaluz de Vox, el juez Francisco Serrano. Oficialmente, “para conocerse y tomar un café”.
Amago de ruptura de las negociaciones
La negociación de Gobierno en ciernes se tambaleó, pero sólo lo justo. Marín reaccionó en caliente asegurando que “rompería” el acuerdo con el líder del PP andaluz si éste estaba negociando “en paralelo” con Vox. Al candidato naranja se le vio contrariado ante su líder nacional. Esta misma semana ha recibido llamadas del ex portavoz parlamentario del PSOE, Mario Jiménez, y de la líder regional de Podemos, Teresa Rodríguez, para tantear un posible acuerdo de reparto de los siete puestos de la Mesa del Parlamento que deje fuera a Vox. Marín, “por deferencia con el PP andaluz”, respondió “educadamente” que no tendría negociaciones paralelas.
Sin embargo, en tanto la puerta del PSOE esté cerrada, Juanma Moreno seguirá tanteando “discretamente” al candidato de Vox para amarrar su apoyo. Primero, el próximo 27 de diciembre, para lograr mayoría en el órgano de gobierno de la Cámara, si quiere evitar que un socialista ocupe la Presidencia; luego en su propia investidura y, finalmente, en la negociación de los Presupuestos Autonómicos, en cada ley, en cada medida que quieran sacar adelante en esta legislatura.
Esta semana PP y Cs han mantenido reuniones técnicas para compaginar sus programas electorales y establecer las prioridades políticas del futuro Gobierno. Los naranjas se inclinan por ceder la Presidencia a cambio de mantener áreas clave, como Economía y Hacienda, Educación y Fomento, según fuentes del partido. El lunes 17 volverán a encontrarse Moreno y Marín, asistidos por los secretarios generales de sus partidos a nivel nacional, para repartirse las carteras y poner nombre al presidente. En ambos partidos reconocen que el elegido es el líder del PP andaluz, aunque Rivera no perdió la oportunidad el viernes de sembrar dudas. “Yo quiero que el Gobierno de cambio en Andalucía lo encabece alguien limpio de corrupción. Imagínese que Moreno es presidente y luego le imputan por el caso Bárcenas y tiene que ir a declarar a los juzgados. O que su partido vuelve a ser condenado por corrupción”, dijo, ante la cara perpleja de muchos asistentes de Cs.
Juanma Moreno fue señalado durante la campaña electoral por el exalcalde de Boadilla del Monte (Madrid), Arturo González Panero, conocido como el Albondiguilla. Éste declaró ante el juez que en noviembre de 2005 advirtió al líder del PP andaluz de que el ex tesorero del partido Luis Bárcenas le estaba presionando para que concediera contratos a Constructora Hispánica, una empresa de Alfonso García Pozuelo, a cambio de dinero. En aquella época, Moreno era responsable de Política Autonómica y Local en el Ejecutiva nacional del PP. El dirigente andaluz lo negó rotundamente y anunció “una querella criminal por falso testimonio” contra González Panero. Nada de eso consta en el sumario del caso Gürtel.
Las 48 horas que Rivera lleva huyendo de Vox no son un episodio nuevo. Su partido trata de evitar al de Abascal desde mucho antes de la noche electoral del 2 de diciembre. El líder de Cs sabe que sus socios europeos de ALDE están vigilantes. La primera felicitación que recibió Vox el 2 de diciembre fue de la líder ultraderechista francesa Marine Le Pen, a la que la derecha europea ha acordonado por sus ideas xenófobas y racistas.
No daban crédito a que la ultraderecha triunfara
La relación de Ciudadanos con Vox ya empezó a complicarse hace dos meses. Desde que el pasado 7 de octubre el partido de Abascal desbordó el palacio de Vistalegre, los de Rivera han venido defendiendo que eso no significaba el preludio a una irrupción de la extrema derecha en las instituciones. Algunos diputados de Ciudadanos se empeñaron en minimizar el éxito de aquel mitin asegurando que “era relativamente fácil” llenar un recinto como la antigua plaza de toros madrileña “si llegan autobuses de toda España”.
Hace ahora justo un mes, 14 de noviembre, la encuesta del CIS pronosticaba que el partido de Santiago Abascal iba a lograr un escaño por Almería y sería la receptora del 3,17% de los votos en el cómputo general de las elecciones en Andalucía. El PSOE, según el sondeo, lograría mantenerse pudiendo gobernar de nuevo con el apoyo de Adelante Andalucía, mientras el PP bajaba perdiendo diez escaños y empatando con Ciudadanos - el único partido que crecía- con una horquilla de 20 a 22 escaños. Ciudadanos y el PP arremetieron contra el presidente del CIS por inflar las expectativas de los socialistas. Como se ha demostrado ahora, la muestra de Tezanos erró en todo.
Ciudadanos también restó importancia al dato sobre Vox. “Habrá que verlo en las urnas”, señalaba Ignacio Prendes, vicepresidente primero de la Mesa del Congreso y diputado de Ciudadanos por Asturias. Días después, en conversaciones de pasillos con los periodistas, el secretario general del partido, José Manuel Villegas, se mostraba incrédulo sobre el ascenso de la formación de Abascal.
A partir de ese momento, la estrategia de los de Rivera fue ignorar a Vox. “No vamos a hablar ni a dar más publicidad a un partido que es extraparlamentario, si entran en las instituciones los combatiremos”, insistían.
El 21 de noviembre, en plena campaña electoral, en una entrevista con Pepa Bueno en la cadena Ser, Rivera se negaba a calificar ideológicamente a Vox y a llamarles “extrema derecha”. “Yo no soy analista político, eso se lo dejo a ustedes”, se zafó de las preguntas visiblemente incómodo. El mismo Rivera que no había escatimado adjetivos sobre Podemos o los partidos indepedentistas a los que llamó golpistas, populistas, bolivarianos, extrema izquierda.
Abascal ya no es “mi buen amigo Santi” para Rivera
Los días han ido pasando y mientras el Partido Popular y su líder Pablo Casado, no han tenido complejos en aceptar que ideológicamente están muy cercanos en muchos aspectos de Vox, y de su excompañero de siglas, Abascal, en Ciudadanos tratan de distanciarse de ellos. Y eso que no hace tanto el líder de Ciudadanos presumía de su buena relación con “Santi” y aseguraba que su recién nacido partido, Vox, no era un “enemigo” político para Cs.
Los 12 escaños logrados por Vox el 2D en el Parlamento de Andalucía cayeron como un jarro de agua fría en la formación de Rivera, que aterrizó de golpe en la realidad. Susana Díaz no logró apoyos para repetir pero la suma de PP y Cs tampoco bastaba para formar gobierno. Cualquier salida para poner fin al socialismo, con el que Ciudadanos ha gobernado estos últimos tres años, pasaba por Vox, que empezó a ser “ese partido del que usted me habla”.
Un día después de las autonómicas, al ser preguntado si iban incluir al partido de Abascal en un futuro acuerdo, José Manuel Villegas reconocía que “no era capaz de descartar ningún escenario”. El propio Rivera se reafirmaba en que, dados los resultados del 2D, “ahora mismo sería irresponsable descartar cualquier solución” para hacer posible “el cambio” en Andalucía.
Mientras su hombre para la candidatura de Barcelona, el exprimer ministro francés Manuel Valls, alertaba contra cualquier intento de acercamiento a la extrema derecha de Abascal. El propio Valls propuso establecer “un cordón sanitario” en torno a los “populistas” de Podemos, como a “extrema derecha”, como Vox. La reacción de Abascal enviándole a la Martinica hizo saltar por primera vez contra él a Villegas que recomendó al dirigente de Vox: “Vosotros podéis quedaros con Le Pen”. El rifirrafe tuvo lugar justo en vísperas de que Rivera y Abascal coincidieran en un acto de España Ciudadana en Alsasua, previo a la campaña andaluza que acabó con una gran tensión. Ahora se necesitan. Rivera quiere llegar a las municipales y autonómicas gobernando en Andalucía. Y Vox ya ha avisado que exigirá condiciones. Que no va a regalar un gobierno como el andaluz a cambio de nada.