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Cooper que estás en los cielos...

Hace unos días, los medios de comunicación daban la noticia del hallazgo del cadáver de un perro que llevaba tres meses en una casa de Santovenia de Pisuerga (Valladolid) conviviendo con la familia, el matrimonio y una hija menor.

Fue la menor quien comentó a los vecinos que el animal llevaba tres meses fallecido y que sus padres habían sido quienes lo habían matado y dejado su cuerpo en la cocina de la vivienda en la que habitan. También dijo que su padre pegaba al perro constantemente y en todas partes.

El perro había sido adoptado por la familia en la Asociación de Defensa de Animales en Valladolid (Defaniva), que gestionó la adopción del animal y que, mediante un acto de concentración, ha mostrado su dolor y repulsa ante este acto, presunto delito de maltrato animal.

Cuando acudieron al lugar de los hechos, el escenario que se encontraron fue dantesco: “Entramos en la cocina y nos encontramos un montón de mantas de suelo, acompañado de un sinfín de insectos y un olor nauseabundo. Que debajo de ese montón estaba Cooper, en el suelo de la cocina. Ya solo quedaba su esqueleto y parte de su pelaje, intacto su collar y un trapo que va desde la boca hasta la tráquea: lo que hace pensar que llevaba al menos tres meses muerto en la casa y que su muerte no fue accidental”.

Avisada a la Guardia Civil y el Seprona, quien se encarga de la investigación, será la necropsia realizada la que determine la causa exacta de la muerte del animal e instruirá las diligencias oportunas.

De este terrible hecho, primero queremos mostrar nuestro total apoyo a la mencionada Asociación de Defensa de Animales en Valladolid (Defaniva), respecto a la cual nos consta su impecable actuación en la gestión de la adopción del perro.

Asociación de Defensa de Animales en Valladolid

En segundo lugar, queremos poner de relieve que lo que parece a simple vista una familia normalizada puede no serlo; la presunta violencia inter familiar puede estar en el trasfondo del maltrato del animal.

Proteger a los menores de cualquier tipo de violencia debe ser una prioridad en nuestra sociedad. Así lo entendió el legislador tras la reciente reforma de nuestro Código Penal (2015), que introduce como novedad la agravante de que “los hechos se hubieran ejecutado en presencia de un menor de edad”.

Con dicha previsión se pretende proteger a los menores frente a actos constitutivos de maltrato que pudiesen afectar a su desarrollo adecuado así como por su mayor vulnerabilidad respecto a los adultos.

Por desgracia no son pocos los casos en los que hay una estrecha correlación entre maltrato animal y maltrato en el ser humano, con graves consecuencias: presenciar o perpetrar maltrato animal en la infancia puede desembocar en patologías sociales en la edad adulta; el maltrato animal puede indicar maltrato hacia las personas en edad infantil; el maltrato animal es un recurso de poder en la violencia de género; el tratar de evitar el maltrato animal dificulta el refugio de la persona maltratada.

Y entendiendo por situaciones de maltrato, en sentido amplio:

  1. Provocar sufrimiento o dolor por acciones que van más allá de las formas de disciplina aceptadas en la sociedad.
  2. Causar la muerte de un animal de forma inhumana.
  3. Abandonar un animal en un entorno que no es el propio y en el que no puede sobrevivir.
  4. No ofrecer suficiente cuidado a la vista de las pobres condiciones higiénicas, falta de alimentación, falta de cobijo o reclusión inhumana.

Algunos autores han destacado varios elementos en común entre la violencia contra los animales y la que se ejerce contra los niños en el seno de la familia, considerando que se les utiliza como chivos expiatorios, “víctimas inocentes y sin poder, que son percibidos como receptores de violencia”. Además, en ambos supuestos existe una ‘triangulación’ de la violencia, puesto que la violencia ejercida contra niños o animales suele ser un mecanismo para dañar, cambiar un comportamiento o controlar a algún otro miembro de la familia.

Diferentes informes científicos han llegado a la conclusión de que la evidencia confirma que los niños que han presenciado maltrato hacia animales en su entorno familiar fácilmente han presenciado situaciones de violencia doméstica hacia otros seres humanos o ellos mismos, siendo un mejor predictor de violencia hacia los humanos el maltrato animal que a la inversa: desde un punto de vista estadístico, maltratar humanos no es un indicador significativo de que vaya a producir un maltrato hacia los animales.

Podríamos caracterizar a este tipo de violencia como invisible, porque se produce en el ámbito privado en la mayoría de las ocasiones y porque sólo en raras ocasiones y por su extrema dureza llega a los medios de comunicación. Además, se trata de una violencia silenciosa dado que sus víctimas directas, los animales, no tienen voz propia.

Son las víctimas ocultas de la violencia doméstica.

A Cooper, que ya estás en los cielos, D.E.P.

Hace unos días, los medios de comunicación daban la noticia del hallazgo del cadáver de un perro que llevaba tres meses en una casa de Santovenia de Pisuerga (Valladolid) conviviendo con la familia, el matrimonio y una hija menor.