Suena un clarinete en la oscuridad. Lo rompe un grito: “¡Judíos, escribid!”. Los ecos de la historia traen las palabras de Simon Dubnov. El escenario solo ilumina nueve velas apagadas sobre una delicada mesa artesanal. Cada una de ellas conmemora a los múltiples colectivos que fueron asesinados bajo la Alemania nazi hace menos de un siglo.
Son las vísperas del Día de Recuerdo del Holocausto en la Fundación Tres Culturas. Un 27 de enero de 1945, las tropas rusas entraron en el campo de concentración de Auschwitz (Polonia) y liberaron al puñado de reos que aún se mantenían en pie. Hace algo más de una década, la Asamblea de la ONU convirtió este día en la jornada para conmemorar la muerte de millones de personas en la Alemania de hace 70 años.
En algún rincón oscuro de la sala, se suceden las notas del clarinete. Es música sefardí. En un silencio sepulcral solo roto por el instrumento de viento, van subiendo al escenario nueve personas que, una a una, encienden las nueve velas. Son miembros de la comunidad judía, gitana u homosexual, colectivos golpeados por el nazismo.
Portan en sus manos el fuego de la memoria, para recordar a cuatro millones de prisioneros de guerra, tres millones y medio de polacos, seis millones de judíos, un millón de discapacitados, medio millón de gitanos, 250.000 homosexuales, las mujeres, los niños, los andaluces de Mauthausen… todos ellos asesinados, de una manera u otra, durante el Holocausto a manos de un Estado nacionalsocialista, que según los últimos estudios, aniquiló a 20 millones de personas.
Filosofía combativa
La noche es fría y negra, como aquella etapa de la humanidad. La oscuridad en una Isla de la Cartuja de Sevilla fantasmagórica apenas retrocede en contados puntos de luz. Como una metáfora de lo ocurrido durante el ascenso del nazismo y la II Guerra Mundial, cuando solo un puñado de mentes clarividentes alzaron la voz contra la barbarie.
Este año, Naciones Unidas ha decidido dedicar el día de conmemoración a la educación contra el totalitarismo. Pepa Rull, miembro de Legado Sefardí, rescata a tres filósofas de la época que lucharon contra el pensamiento totalitario y sus devastadoras consecuencias: Edith Stein, Simone Weil y, por supuesto, Hannah Arendt. Mujeres, todas ellas, que consiguieron “arrojar luz en tiempos de barbarie y convulsión. No tuvieron el mayor reparo en denunciar aquello que separaba al ser humano de su dignidad. Defendieron la libertad de las personas contra el totalitarismo”, según palabras de la propia Rull.
La banalidad del mal
La alemana Hannah Arendt fue una de las mentes que mejor consiguió radiografiar la esencia del nazismo. Durante el juicio al dirigente nazi Adolf Eichmann en Jerusalén comprendió que aquel hombrecillo enclenque había cometido una monstruosidad sin parangón tan solo cumpliendo órdenes y ejecutándolas con la minuciosidad de un cirujano, con la diligencia de un funcionario. Lo llamó “la banalidad del mal”. “La lección que su larga carrera de maldad nos ha enseñado es la lección de la terrible banalidad del mal, ante la que las palabras y el pensamiento se sienten impotentes”, escribía Arendt sobre aquel funcionario alemán responsable de la Solución Final.
Edith Stein, una monja holandesa que terminó muriendo en las cámaras de gas de Auschwitz, también fue una mujer valiente que ante los titubeos (por no decir, apoyo tácito) del Vaticano con los nazis, le escribió una carta al Papa Pío XI en la que se leían frases como ésta: “Desde hace semanas vemos que suceden en Alemania hechos que constituyen una burla a todo sentido de justicia y humanidad, por no hablar del amor al prójimo”.
Simone Weil fue, por su parte, una valiente polaca que se enroló en las brigadas internacionales y luchó, de acto y pensamiento, contra los totalitarismos. Trabajó en una fábrica y comprendió que “la desdicha misma impide la actividad del pensamiento por la humillación que representa y crea una zona de silencio”. Las lecciones del industrialismo más feroz le sirvieron para enfrentarse al totalitarismo.
Con el ejemplo de estás tres mujeres brillantes, la Fundación Tres Culturas ha querido secundar la idea de que el fascismo se combate con la educación y el pensamiento. Como ha concluido José Manuel Cervera, director de la institución multicultural, “tenemos la obligación moral de conmemorar la shoa. Las circunstancias del mundo nos obligan a estar alerta: no está escrito en ningún lugar que el holocausto no vuelva a repetirse. El ”nunca más“ sigue siendo necesario hoy en día, hay que llevar la práctica de los derechos humanos a nuestro día a día”.