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La educación afectivo-sexual, clave para generar un #MeToo de abusos en la infancia

25 de noviembre de 2021 20:03 h

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No es cosa de “cuatro depravados”. No es algo tan infrecuente. Entre un 10 y un 20% de la población en España ha sufrido algún tipo de abuso sexual durante su infancia, según distintos estudios, y en la mayoría de las ocasiones los abusos provienen de alguien cercano, de algún familiar, profesor o monitor que aprovecha la “confianza” con el menor para cometer el delito, sin que este sea capaz de identificar que algo realmente grave sucede y sin que sus mayores sean capaces de averiguar que algo pasa.

Andalucía, por supuesto, no escapa a estas situaciones. Hasta septiembre de este año, el programa andaluz de evaluación, diagnóstico y tratamiento de violencia sexual a la infancia de la Consejería de Igualdad de la Junta había recibido 981 nuevos casos de menores en este sentido. Actualmente, son 1.156 las víctimas que están siendo atendidas en la comunidad autónoma. La mitad de los casos atendidos en ese programa se producen en el entorno familiar, como ya informó este periódico, y más del 77% de las víctimas son niñas.

La Junta, consciente de ello, ha incluido en la reciente Ley de Infancia y Adolescencia un artículo específico para la 'prevención y atención ante la violencia sexual', lo que ha convertido a Andalucía en la primera comunidad en adaptar su legislación a la Ley Orgánica de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia, aprobada apenas un par de meses antes que la norma andaluza. La ley habla a futuro, a expensas de su desarrollo reglamentario: “Las administraciones públicas de Andalucía desarrollarán actuaciones de detección, prevención, atención e intervención ante la violencia sexual en niñas, niños y adolescentes que serán desarrolladas reglamentariamente”, dice textualmente la norma andaluza.

Para Antonia Rubio, directora general de Infancia de la Consejería de Igualdad, “todas las políticas de infancia deben ser transversales, y a veces no se entiende así, pero es necesario para ofrecer verdaderos resultados”. Respecto a la nueva ley andaluza, destaca que “se integraron las definiciones claves de la ley estatal en el articulado de nuestra ley”.

La ley autonómica, renovada en agosto 23 años después con el único rechazo de Vox, hace hincapié precisamente en la importancia de tratar de paliar las dificultades para destapar casos de abusos y violencia sexual en la infancia, señalando, igualmente a futuro, que “se impulsará la formación especializada a personas profesionales del ámbito sanitario, educativo, judicial, de los servicios sociales y de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y se fomentará el intercambio de buenas prácticas en la prevención y tratamiento de las víctimas”.

En ese aspecto, Rubio señala que la Junta ya viene trabajando en “evitar la revictimización” de los menores que han sufrido violencia sexual para que “sólo tengan que declarar una vez, con personas de referencia y en un entorno seguro”. En ese sentido, la directora señala que “no solo hay que detectar los casos sino abordarlos de forma integral”. Aquella persona que detecte un caso recibe unas “pautas orienativas” para hacer “que el testimonio sea único”. “Por eso la formación es muy importante, por la víctima y por el proceso judicial que vendrá después”, recalca.

Rubio apunta que la formación que apunta la ley “ya se realiza” de forma específica en el Observatorio de la Infancia y está incluida en el plan formativo del Instituto Andaluz de Administración Pública, abogando por tenerla en cuenta en el plan de formación de 2022. En cualquier caso, la directora de Infancia apuesta por “conseguir que esas formaciones sean obligatorias, porque las personas que más se forman las más sensibilizadas y más motivadas”, apostando por extenderlas lo más posible. Rubio destaca que también se forma en los centros de protección de menores, tanto en situaciones como en comportamientos que puedan presentar los menores que han sido víctimas de violencia sexual.

“No saben identificar el abuso”

La formación y la educación son cuestiones fundamentales para Save the Children. Según Ana Alonso, técnica de Atención a Víctimas de Violencia hacia la Infancia de esta organización, el principal problema está en el déficit en la educación afectivo-sexual en las escuelas y en los hogares. El movimiento #MeToo contra el silencio ante la violencia sexual, surgido hace cuatro años en Estados Unidos, adolece en la edad temprana de un impulso por la tardanza, precisamente, en la detección de casos.

Alonso opina que “igual que los maestros saben identificar cuando un niño lleva un retraso, por ejemplo, en la adquisición de la lectura, porque saben a qué edad tienen que aprender o tienen la capacidad para aprender a leer, y se toman las medidas adecuadas, en el caso de lo sexual y lo afectivo debería ser exactamente igual. Sin embargo, ni profesores, ni monitores de tiempo libre, ni toda la gente que está en contacto con niños o niñas tienen interiorizado ese tema como una necesidad más de los niños que hay que ir evaluando y que hay que ir acompañando a que reconozcan qué es lo normal en cada edad. Si un niño empieza a una edad temprana a notar que algo que le está ocurriendo no sabe ponerle nombre, no sabe lo que es, no es posible tomar medidas. Si a un niño no le hablas nunca de lo que es el sexo, de lo que es lo afectivo y de lo que es lo normal y lo que no es normal, se sienten súper perdidos”.

Según apunta la experta, “lo que por desgracia está ocurriendo es que esos niños no saben identificar el abuso, pero sí identifican que no se encuentran bien y que el vecino le está tocando o que su abuelo le está tocando de una manera que no le gusta o de una forma que no quiere. Los niños no suelen contar las cosas porque sepan lo que les está pasando sino porque se encuentran mal y, si deciden contárselo por suerte a alguien de su familia o de su colegio, lo que pasa es que los padres y madres o los profesores tampoco tenemos formación en educación afectivo-sexual y muchas veces nos da tanto terror que no queremos tampoco darle mucha importancia. Normalmente la respuesta suele ser 'no será para tanto' o intentar pasar por encima, con lo cual lo único que conseguimos es que el niño, cuando se le dice que no tiene importancia, da por hecho que no la tiene y no dice nada más, teniendo en cuenta que nadie en el colegio le explica qué es lo afectivo-sexual normal. Después pasa el tiempo y eso se cronifica”.

Lo sexual en la infancia

Para Ana Alonso, la sexualidad, “queramos o no, sigue siendo tabú y especialmente en la infancia”. “A veces se nos olvida que el desarrollo afectivo-sexual forma parte de los niños y las niñas desde que nacen. Es un aprendizaje que está muy ligado a lo afectivo, al querer, a los abrazos, a que te cuiden. Pero intentamos no hablar de que existe lo sexual en niños y niñas. Además, todavía existen por desgracia muchas políticas que no consideran que debamos hacer ese tipo de educación afectivo-sexual en los años de escolarización, lo que lleva a que surjan problemas muy graves”.

No puede depender “de la sensibilización” de los profesionales que trabajan con la infancia, añade la experta. “No puede ser que la sexualidad se omita” en licenciaturas o grados de educación, y en los currículums formativos no está metido“, insiste, con lo que ”los profesionales no son capaces de identificarlo“. ”En los colegios mayoritariamente tampoco está integrado, aunque a veces un día se le dé una charla a los niños y las niñas y a sus profesores. Se hacen cosas muy puntuales, pero podría estar igualmente integrado como se habla de otro tipo de valores, de otro tipo de necesidades como se hace ahora con las habilidades sociales“. ”No podemos hacer como que no existe lo afectivo-sexual“, asegura.

Una “socialización diferenciada”

Para Rocío Cárdenas, directora general de Igualdad de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, a través de estudios e investigaciones “estamos detectando que a las niñas, con una socialización diferenciada, se las socializa desde muy pequeñas en el aislamiento, en el callarte, en el normalizar esa violencia a la que son sometidas desde que nacen, prácticamente. Todo es por la imagen y la niña que vale es la que tiene esa imagen aceptada socialmente. Estamos haciendo que las niñas se cosifiquen desde muy pequeñas e incluso normalicen determinados comportamientos hacia ellas que impiden luego que puedan verbalizar cualquier tipo de agresión, o que incluso no la vean como una agresión”.

Según explica la profesora del Departamento de Educación y Psicología Social, “se socializan en unos roles, en unos estereotipos de género que hacen que luego les sea difícil verbalizar, y normalizan que una princesa se quede limpiando en una casa con siete hombres. Esos cuentos tradicionales se siguen dando y lo normalizan de tal forma que no saben poner nombre a lo que están sufriendo. Eso lo estamos detectando a través, fundamentalmente, de las representaciones gráficas, con estudios en Primaria y en Infantil, y siempre se ven con esos roles de género, que se siguen perpetuando en las imágenes, en los cuentos”.

“Vamos asumiendo un rol más pasivo, más privado, y se sigue socializando a las niñas en ese tipo de rol que hace que luego no tengan esa fuerza y empoderamiento para poder alzar la voz, para poder denunciar, porque creen que no van a ser aceptadas como las han socializado. La que no es calladita, la que no es guapa, la que no es servicial, o tiene comportamientos masculinos, suele ser atacada. Lo que deberíamos hacer es socializarlas en que sean líderes y en que tengan voz para poder luego sentir que pueden hablar, que pueden representar, porque si no, les será difícil poder salir y decir lo que están sintiendo porque saben que la sociedad se les va a echar encima”.

No es cosa de “cuatro depravados”. No es algo tan infrecuente. Entre un 10 y un 20% de la población en España ha sufrido algún tipo de abuso sexual durante su infancia, según distintos estudios, y en la mayoría de las ocasiones los abusos provienen de alguien cercano, de algún familiar, profesor o monitor que aprovecha la “confianza” con el menor para cometer el delito, sin que este sea capaz de identificar que algo realmente grave sucede y sin que sus mayores sean capaces de averiguar que algo pasa.

Andalucía, por supuesto, no escapa a estas situaciones. Hasta septiembre de este año, el programa andaluz de evaluación, diagnóstico y tratamiento de violencia sexual a la infancia de la Consejería de Igualdad de la Junta había recibido 981 nuevos casos de menores en este sentido. Actualmente, son 1.156 las víctimas que están siendo atendidas en la comunidad autónoma. La mitad de los casos atendidos en ese programa se producen en el entorno familiar, como ya informó este periódico, y más del 77% de las víctimas son niñas.