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ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/

Las alegrías de la Andalucía oficial

Turistas

Sara Rebollo-Bueno

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Comencemos con un poco de esfuerzo por hacer memoria: el verano pasado la campaña publicitaria para fomentar el turismo en Andalucía tenía un eslogan que decía “No hay alegría pequeña”. Es cierto, parece que Andalucía se torna en el mejor lugar de descanso, fiesta y disfrute en el que pasar el verano, las navidades o cualquier festividad. Las alegrías no son pequeñas, pero el problema es que no es así para todos y todas. Por un lado, están los y las que vienen a disfrutar de las alegrías y, por otro lado, estamos los y las que nos aseguramos de regalar nuestra tierra a manos ajenas para que sea disfrutada.

El turismo siempre ha atravesado la vida de los andaluces y andaluzas. El problema es el modelo con el que estamos conviviendo desde los últimos años. Este nos deja claro que no estamos aquí para disfrutar de nuestras terrazas, nuestros bares y nuestra gastronomía; estamos para servir y mostrar un intento barato y desmejorado de nuestra cultura y nuestra forma de vida, rozando lo caricaturesco. Eso conlleva que siempre estemos detrás de la barra, casi nunca al lado o delante. Mientras los precios en nuestros cascos históricos suben y la calidad desciende, estamos empujados a vivir en barrios y pueblos que, todavía, no han sido devorados por el turismo, pero nunca se sabe qué ocurrirá mañana y si tendremos que volver a irnos. Es irónico cómo estos turistas buscan, supuestamente, conocer nuestros valores y nuestra cultura a la vez que no están dispuestos a pagar por ellos. Un turismo low cost que suena a ruedas de maletas en adoquines camino de pisos turísticos, a batallas campales y a ciudades a las que se les arrebata la identidad. Un turismo que destroza los locales de siempre para construir hoteles y, a su vez, vecinos y vecinas a los que les compran sus casas y tienen que dejar su vida para que construyan apartamentos turísticos (como si hubiese pocos).

Si antes nuestras abuelas nos decían que estudiáramos para poder salir del trabajo casi esclavo que había en el campo, ahora se torna a intentar salir de la hostelería, actividad que está lejos de cumplir la ley en nuestra tierra

Si antes nuestras abuelas nos decían que estudiáramos para poder salir del trabajo casi esclavo que había en el campo, ahora se torna a intentar salir de la hostelería, actividad que está lejos de cumplir la ley en nuestra tierra. Para ejemplificarlo, les voy a pedir otro pequeño esfuerzo de memoria para recordar a esos “empresarios” que aseguraban que trabajar ocho horas era imposible en la Feria de Abril, pues parece que pagar salarios dignos y tener horarios laborales legales es incompatible con los beneficios que ellos quieren sacar. Aquí, en Andalucía, no importa la ley porque, de nuevo, nosotros y nosotras estamos hechos para servir, vivimos en un intento constante de tener que evitar y salir de trabajos en los que se nos ofrecen condiciones que nos dan, como mucho, para malvivir. Trabajos que, casualmente, a los andaluces y las andaluzas se nos presuponen; tal vez en el momento de asignación estuvimos durmiendo la siesta (nótese la ironía) o, al menos, eso piensan todavía ciertas personas.

En la columna anterior, A de Andalucía, quería destacar cómo los de fuera de Andalucía se apropiaban y sacaban rédito de nuestra cultura. Este modelo de turismo es el ejemplo de cómo esto mismo se están haciendo con nuestras ciudades a través de salarios irrisorios, jornadas eternas y servidumbre. Los mismos que se erigen como defensores del sector turístico sin importarles lo que los Ayuntamientos quieren y piden, son los que nos muestran datos de que el desempleo tiene una tendencia descendiente. La pregunta que tenemos que hacernos es qué tipo de empleo es y a costa de qué. Si me permiten el spoiler, se lo aventuro: a costa de nuestra gente y nuestros barrios.

La pregunta que tenemos que hacernos es qué tipo de empleo es y a costa de qué. Si me permiten el spoiler, se lo aventuro: a costa de nuestra gente y nuestros barrios

Me quiero detener en este refuerzo institucional que recibe esta economía basada en la sangría y en un folklore manufacturado que arraiga en nuestra tierra con trabajos estacionales, condiciones laborales inexistentes y regalando nuestras ciudades. Para expresar lo que siento al respecto espero que al maravilloso periodista Jesús Quintero no le importe, allá donde esté, que le tome unas palabras: “Yo me siento muy querido por la Andalucía real […] Pero la Andalucía oficial no me quiere”. Para mí esa Andalucía real es la de mi casa y la de mi barrio, en la que no importa dejarle fiao a la vecina cuando así venía mes. También es la Andalucía que cree en el “Andaluces levantaos”, el que, sin duda, lleva implícito un “yo te levanto si tú no puedes”. La Andalucía real es la que se queja de lo que importa y ruge todo lo que le alcanza la voz, en la que los cuidados de ventana a ventana son prioridad. Parece ser que esta misma Andalucía es la que incomoda.

Así defino lo real de mi tierra y de mi gente. Sin embargo, espero que puedan perdonarme que me dirija en las líneas finales a esa Andalucía oficial. Les pido, casi como exigencia, que nos devuelvan las ciudades, nuestros encuentros, nuestros barrios y que dejen de instrumentalizar nuestra cultura y a nuestra gente. Permítanme recordarles que no estamos en venta y eso conlleva que nuestras condiciones laborales y de vida no sean moneda de cambio para un turismo que quiere vivir Andalucía sin andaluces y andaluzas.

Y como Pintarraheô dejaba patente en una de sus imágenes... “Naide da peçetâ a realê”.  

 

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ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/

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