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ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/

El reino visigodo son los padres

Web Un Relato Andaluz - 1

Manuel Rodríguez Illana

16 de enero de 2025 20:19 h

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La Mezquita de Córdoba es el monumento europeo mejor valorado por quienes lo visitan, de acuerdo con los datos exhibidos hace poco por un conocido portal del sector turístico que se nutre de las opiniones de los usuarios. Pero también hemos sabido recientemente que esta joya de nuestro patrimonio cultural protagoniza uno de los capítulos del reporte de 2024 de la World Heritage Report, que informa a la Unesco sobre espacios en peligro, puesto que el Cabildo (obispado) que la “secuestra” se dedica a negar sistemáticamente, por medio del borrado de todo su pasado y elementos andalusíes, los valores artísticos, históricos y culturales con que los reconoció precisamente la entidad de Naciones Unidas. “La Unesco incluyó este monumento en la lista del Patrimonio de la Humanidad por ser un ejemplo de arquitectura islámica, no por su valor como catedral”, explicaba la autora del informe relativo a la Mezquita, Vanesa Menéndez Montero.  

En una ocasión el frenillo desenfrenado de Federico Jiménez Losantos se despachaba en su emisora con un tautológico parlamento, bien nutrido de exabruptos en su más fiel estilo, y en el que afirmaba que allí estaba bien visible la Iglesia de San Vicente mártir, supuesta basílica sobre la que se habría erigido la Mezquita y que brindaría cobertura histórica a la jerarquía católica para justificar su apropiación del monumento. El radiofónico viborilla reproducía la narrativa del obispado de la ciudad, que en su web describe el edificio como “Basílica Visigoda de San Vicente”.  

Y es que el hegemónico nacionalismo de Estado considera al reino visigodo como momento y entidad fundadores de España, y al islam, en tanto contraparte, como la anti-España (en realidad asimilar Al Ándalus con islam no deja de ser una simplificación, pero ese tema da para otro artículo). El resultado es una gran narrativa bajo el esquema clásico de unidad, pérdida, lucha y redención de acuerdo con las constantes de todo relato descubiertas por el lingüista Vladímir Propp, y tal como lo explica Miguel Anxo Murado en su libro La invención del pasado. Respectivamente, primero el reino visigodo, luego la presunta invasión programada musulmana, después «Reconquista» y por último toma de Granada. La sempiterna mención a la supuesta basílica bajo la Mezquita de Córdoba no es más que la obstinación historiográfica de un mito cuya difusión se mantiene de manera impenitente ante la total ausencia de evidencias, tal como repasa Fernando Arce Sáinz. A pesar de esta tozuda realidad, no dejaremos de encontrar en varios medios delirantes crónicas con titulares como “La basílica de San Vicente Mártir, la primacía de lo cristiano” y antetítulos igualmente fabuladores como “Restos visibles en la Catedral”. Ni siquiera Radio Clásica se sustrae al recurrente mito historiográfico cuando en un episodio del programa La música de las catedrales, dedicado a “La mezquita-catedral de Córdoba”, la introducción del locutor nos cuenta que “aquella gran joya de Al Ándalus seguiría creciendo vertiginosamente a partir de los cimientos posiblemente de un templo o un edificio cristiano visigótico dedicado a San Vicente”. 

Es una hipótesis a la medida del nacionalcatolicismo español cuya fórmula repite la jerarquía católica de manera sistemática allá donde se le presenta ocasión, como es el caso de Sevilla, cuya iglesia de El Salvador, como todo el mundo sabe, fue construida sobre la primera Mezquita Aljama o principal de la ciudad. A pesar de que el propio guía de las visitas organizadas que organiza el Cabildo Catedralicio de Sevilla reconoce que no hay la menor evidencia arqueológica o crónica que lo confirme, los detentadores de este edificio patrimonial no se arredran y al comienzo de uno de los carteles, titulado “Un espacio para invocar a Dios”, añaden que “La mezquita deriva en esencia de la basílica cristiana”, resaltado en color amarillo el sintagma que aquí marcamos en cursiva; imaginaria basílica que en la recurrente fabulación de los perpetradores de esta fake history habría sido “adaptada a las necesidades del rezo musulmán (con resalte similar para las cursivas).

Aderezado con este chascarrillo de barra de bar, el Jack Sparrow de la fachosfera mediática asimilaba el territorio llamado Hispania (península Ibérica) con el concepto España (actual realidad jurídico-política o Estado).

Este tipo de manipulaciones, naturalmente, no son exclusivas de Andalucía. El carlismo navarro estableció un vínculo entre los orígenes del reino de Pamplona y la conquista islámica, de tal manera que Navarra sería el resultado de la unión de vascones y visigodos en su lucha contra el enemigo común que, como ya se sabe, es el islam. Por ello se ha repetido hasta la saciedad la presencia de visigodos en Pamplona, que ha entrado a formar parte del imaginario colectivo navarro, “no tanto por lo consistente de su discurso” o la intervención de aliados inesperados del carlismo, como dijo el abulense Claudio Sánchez Albornoz (autodeclarado descendiente de navarros) “como por el hecho de que fue implantada a punta de pistola y golpe de cuneta a partir de 1936”. Sin embargo, ni los documentos ni los recientes descubrimientos arqueológicos han avalado la presencia de visigodos en Pamplona. A pesar de que la necrópolis de Argaray, descubierta en 1895, es en realidad un cementerio de francos, el mismísimo Gobierno de Navarra la describe como “necrópolis hispano-visigoda”. En 2004 se procedía a la rehabilitación de la casa del Condestable de Pamplona y más recientemente en una parcela contigua han aparecido nuevos enterramientos con características muy similares a los encontrados en Argaray y a los del yacimiento de Aldaieta, de 1987, con predominio de rasgos continentales sobre los peninsulares, elevada representación porcentual de placas merovingias y, sobre todo, notoria presencia de armamento, cuando es conocida la casi total ausencia de inhumaciones con armas entre los visigodos y la alta frecuencia entre los merovingios. Pues bien, sorteando todas las evidencias, Diario de Navarra empleó el titular “Pellejerías podría esconder parte de la necrópolis visigoda” (Diariodenavarra.es, 29/II/2016; p. 27 en la edición impresa).  

Una web de extrema derecha entrevistaba, por las mismas fechas de la deyección de Losantos, a José Javier Esparza, quien presentaba un libro justamente sobre los visigodos. “Si ellos crean un reino que se llama así, se llaman a sí mismos así, y además blasonan de ello, como Isidoro de Sevilla en su célebre Loa a Hispania, lo lógico es pensar que efectivamente eso es España. Lo raro es pensar que no, que eso era Noruega”. Aderezado con este chascarrillo de barra de bar, el Jack Sparrow de la fachosfera mediática asimilaba el territorio llamado Hispania (península Ibérica) con el concepto España (actual realidad jurídico-política o Estado).  

Justo al día siguiente, el mismo portal volvía a la carga, esta vez con una entrevista a Isabel San Sebastián. En ella encontramos nítidamente una mitificación del reino visigodo que resulta clave para dar sentido teleológico a la evolución de los distintos reinos de la Península en los siglos siguientes. Para poder reconquistar más tarde, primero es necesario haber perdido algo, y para obtener ese algo hay que encajar con calzador al reino visigodo como primera España. Los argumentos son los mismos: “Tenía todas las características de lo que hoy definiríamos como una nación. Todas. Tal es así que san Isidoro de Sevilla, en el siglo IV, cantó la belleza de Hispania. No dijo de Al Ándalus, ni de Sevilla, ni de la Bética… No, no; dijo de Hispania. España existía como realidad. España tenía una identidad”.  

Puede que una mentira repetida mil veces se convierta en una verdad, según la conocida máxima de Joseph Goebbels, pero también dijo José Martí que un principio justo, desde el fondo de una cueva, a la postre es más poderoso que un ejército

Es curioso que para sostener su castillo de naipes tanto Esparza como San Sebastián acudieran precisamente a ese texto que traducen de modo anacrónico como Loa a España, escrito por san Isidoro de Sevilla. Se trata de un prólogo a su Historia de los Reyes de los Godos, escrita en latín. El problema es que la oración con la que comienza dice exactamente que Hispania, o sea, la península Ibérica, es decir, un territorio, es “la más hermosa de todas las tierras” y la alaba como “madre de los príncipes y de las naciones”. Sustitúyase la traducción de “naciones” por ‘pueblos’, o ‘gentes’, si se prefiere, pero queda claro que una cosa es Hispania, el suelo, y otra las distintas colectividades de personas que habitan sus diferentes espacios, con sus respectivas y diferenciadas culturas.  

Pese a la evidencia, se ha puesto un extraordinario empeño en identificar un nombre, el de España, con un territorio, y “en esa ceremonia del desbarajuste se han instalado interesados fabuladores, afanados en convertir a Recaredo y al resto de reyes visigodos o al caudillo don Pelayo en unos «monarcas españoles»”, sentencia José Luis Corral en su obra Covadonga, la batalla que nunca fue. La ideología de la historia escolar trata a toda costa de convertir un territorio en una idea bajo el el firme convencimiento de que todo lo que hay entre una cordillera y un estrecho es un mismo pueblo, sin necesidad de demostración, por predestinación, y que ya desde que el ser humano vivía en cuevas España estaba en marcha y había españoles. Esta ideología oficial de Estado se contrae a temprana edad mediante la historia escolar. “Pero todo esto obviamente es falso. Ni siquiera hoy es cierto después de muchos siglos de intentarlo, por tanto menos aún en otras épocas”, como describe Alberto Arana. “Los godos solo fueron ocupantes, que se superpusieron a las distintas comunidades autóctonas de la Península, ya fueran organizadas o tribales”, apunta Rafael Sanmartín.  

Pero al fin y al cabo los visigodos tomaron la decisión de unificarla y lo hicieron, aducirán los defensores de la ancestral españolidad. Lo que pasa es que tampoco es cierto ni lo uno ni lo otro. En cuanto a lo primero, si fuera verdad que tenían la unificación de Iberia como objetivo final no se entiende, por ejemplo, la despreocupación de Recaredo a la hora de emprender campañas ofensivas, siendo uno de los monarcas más poderosos. En consecuencia, la persecución de la unidad de Hispania no supuso ya una prioridad, sino ni siquiera una parte integrante de su programa político, como se desprende también de los últimos años de reinado de Sisebuto, quien hubiera podido acabar con la dominación bizantina en la Península si hubiera querido. Lo que importaba era el botín de guerra en sí y para el prestigio de los monarcas, cuyo cargo era no hereditario sino electivo. Respecto a lo segundo, los pueblos norteños no fueron integrados en su reino en ningún momento de su historia, tal como delatan las contradicciones existentes entre las diversas crónicas. Hubo imposición visigoda sobre ellos, pero nada de conquista territorial plena, porque ni constan cecas permanentes ni una densa red diocesana radicada en aquellas zonas; de hecho, fuentes tardías como la Historia Wambae transmiten la idea de que la Cantabria constituía una parte ajena al reino (todo ello lo glosa Pablo Poveda Arias) Los propios visigodos tuvieron durante mucho tiempo su centro en el sur de Francia y llamaron a su monarquía regnum Tolosarum; o sea, ‘reino de Toulouse’, ciudad que se ubica en el territorio de lo que hoy conocemos como República francesa. En lo relativo a la religión, la adopción del catolicismo como religión oficial ocurrió el 589, cuando habían transcurrido casi dos tercios de la presencia goda en Iberia, según resume José Álvarez Junco.

Por ejemplo, un aristócrata describió en un artículo de temática cultural el siglo XIX como “posiblemente el más derrotado y vergonzante de nuestra historia patria desde que el reino visigótico sucumbió a los árabes en el 711”. Puede que una mentira repetida mil veces se convierta en una verdad, según la conocida máxima de Joseph Goebbels, pero también dijo José Martí que un principio justo, desde el fondo de una cueva, a la postre es más poderoso que un ejército. Al fin y al cabo, el famoso reino visigodo son los padres (y España, también).

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ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/

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