A principios de mayo empezaron a circular entre pescadores del Estrecho vídeos parecidos a los que ya se pasaron de móvil en móvil el año pasado, y el anterior. Están grabados desde embarcaciones pesqueras, y tienen un contenido similar: un atún flotando sobre las aguas del Estrecho, a tiro de piedra de la costa. A veces acude una gaviota a darse un festín, mientras alguien a bordo comenta la escena:
“Después no nos dejan pescar. Mira, ahí hay uno. Ahí tenemos otro. Ya van apareciendo por montones. Claro, van llegando las fechas, se pudren y salen a flote”, se escucha en uno grabado el 14 de mayo, antes de enfocar al cuadro de mando: coordenadas 36°09'12.7“N 5°57'11.3”W. Esto es frente a la playa de Barbate, muy cerca de donde esas semanas se llevan a cabo las levantás de la almadraba atunera.
Este medio ha recibido hasta ocho de estos vídeos. Otro está grabado frente a Tarifa el 7 de mayo. Sobre la arena, un atún ya parcialmente descompuesto. “Aquí tenemos un atún de la almadraba, que está ahí afuera”, dice quien graba, mientras gira la cámara hacia donde se sitúa la pesquería. “Esto es uno de cientos que mueren atrapados en las redes. Lo que pasa es que las corrientes se los llevan casi todos al medio del Estrecho”.
“Ahí está, pegaíto a la almadraba”, se escucha en un tercero, mientras una gaviota se posa sobre el cadáver. Otro está registrado el 5 de mayo, al comienzo de la campaña: “Comenzamos con los atunes de los chinitos ahogaos, de las almadrabitas”. “Ya llevamos tres hoy”, dice un pescador en otro vídeo, antes de explicar que la cola partida demuestra que ha estado amarrado y luego ha salido a flote. El último recibido por elDiario.es Andalucía es del 1 de junio: “No los podemos coger, pero ahí tienes la gaviota”.
Según estos pescadores, son indicios gráficos (y temporales) de una práctica que denuncian desde hace años, sin que hasta ahora se haya probado o exista constancia de sanciones: algunas almadrabas estarían descartando bajo el agua ejemplares de atún de menos valor (por peso o índice graso) o dañados. La corriente, caprichosa, puede alejarlos de la orilla, pero otras veces los deja a flote a la vista de los pescadores o los deposita en las playas de Barbate o Conil.
Las almadrabas lo niegan. La propia naturaleza de la pesquería (abierta) hace innecesario el descarte de ejemplares, dicen: si no interesa el pez, se libera y se pasa al siguiente, de modo que solo se sube el atún que se mata. “He escuchado rumores de ilegalidades de todo tipo, pero nunca he visto a hacer eso”, señala Ana Santos, de la Organización de Productores Pesqueros de Almadrabas (OPP51), que agrupa a las almadrabas gaditanas, de Zahara, Conil y Tarifa. Hay otra en Barbate.
“Más controlados que las almadrabas no hay nadie”, dice Santos, que insiste en que hay inspectores a bordo y que siempre puede presentarse la Guardia Civil. Cada vez hay más atunes, y los ejemplares muertos pueden proceder de cualquier pesquería (cerco, palangre, pesca tradicional) que opere en la zona.
La Dirección General de Pesca tiene constancia documental de los atunes muertos que aparecieron el año pasado, y también de los de este año. La Federación Nacional de Pesca Artesanal, FENAPA, le remitió al final de la pasada campaña de la almadraba un informe con fotos y vídeos. Este año, FENAPA ha vuelto a informar a los responsables del Ministerio y ha denunciado la situación en redes sociales: “Esta es la única forma que tenemos la flota que mal vivimos asfixiados por el alga asiática de poder capturar atún, y es ya podrido y desechado por otras pesquerías. Hasta cuándo piensan que podemos aguantar??”.
“No tengo constancia ni de respuesta”, lamenta Mari Carmen Díaz, presidenta de FENAPA. “Si apareciera un atún en el barco de un pescador artesanal, estaría en la cárcel. Aquí se mira a otro lado. Coincide con la época de la almadraba, pero a nosotros no nos corresponde buscar responsables”.
También Ecologistas en Acción denunció ante el Ministerio la aparición de 22 atunes muertos en la playa de El Palmar (Vejer de la Frontera-Cádiz) a finales de abril de 2021. “Hechos como el que ha ocurrido en El Palmar han ocurrido con demasiada frecuencia en las mismas fechas en los últimos años”, advertían. Los ecologistas explicaban que los temporales o los accidentes en las redes pueden provocar que algunos atunes queden heridos, mutilados o que segreguen determinadas toxinas (histaminas), limitando su valor, lo que explicaría qué interés hay en descartarlos. “A veces, simplemente mueren y otras se les hace desaparecer y son enviados al fondo del mar para que no cuenten dentro del cupo de pesca permitido”, se explicaba en aquella denuncia pública, que los ecologistas no han reproducido en campañas más recientes.
El año pasado, la Secretaría General de Pesca aseguró a este medio que los Servicios de Inspección Pesquera realizan un “control exhaustivo” sobre la actividad de las almadrabas, y que siempre hay algún inspector presente en las levantás. La Inspección no encontró ningún descarte de atún rojo, a pesar de que por estas mismas fechas circuló una decena de vídeos de atunes muertos en el Estrecho.
Este año, elDiario.es Andalucía ha vuelto a preguntar a la Secretaría General por el origen de los atunes muertos aparecidos este año, si ha abierto alguna investigación o inspección, por las actas de inspección levantadas en otras temporadas y las posibles sanciones, si las almadrabas pueden descartar atunes sin imputarlos a su cuota y por las tareas de inspección que supuestamente se desarrollan durante la campaña de almadraba. A pesar de la insistencia, no ha habido respuesta.
El atún rojo vale mucho y se reparte de manera desigual. Cada atún pesa en torno a 250 kilos y en 2022 tuvo un precio medio de 9,84 €/kg en las lonjas andaluzas, según las cifras oficiales, aunque fuentes del sector explican que este precio puede triplicarse en el mercado internacional, principalmente el japonés. De la cuota asignada a España, 6.783,67 toneladas (783 más que el año pasado), la flota de cerco (pesca intensiva e industrial), la almadraba y la flota de cebo vivo del Cantábrico se llevan el 87,15%, mientras que el 11,69% queda para los buques cañeros canarios y los barcos de artes menores del Mediterráneo y el Estrecho.
Estos últimos son apenas 40 barcos, con una autorización especial para capturar cada año 487,6 kilos de atún (en la práctica, dos ejemplares). En total de 19 toneladas: el 0,28% de la cuota española. Solo 40 tienen autorización, porque se exige acreditar un histórico de venta en lonja en un periodo (2014-2018) en el que, precisamente, ellos la tenían vedada. Por eso, para ellos ver pasar los atunes devorados por gaviotas clama al cielo.
“Solo queremos que a la flota artesanal se le dé una oportunidad de supervivencia”, reclama Díaz, que pide que estos barcos puedan capturar más, por ejemplo, a través de un mecanismo para que la almadraba transfiera a los pescadores artesanales los ejemplares de atún que no quieren por motivos comerciales. “Llevamos cuatro años pidiendo que nos dejen capturar un atún a la semana”, dice Díaz, que cree que esto les salvaría de un estado crítico, cercano a la ruina, debido a la reducción drástica de capturas de otras especies, el alza de los insumos o la agresiva extensión del alga invasora rugolopteryx okamurae.
“Tenemos la flota prácticamente amarrada a puerto”, se queja Díaz. Según un informe elaborado por la Universidad de Málaga y el ministerio, las capturas en el Mediterráneo español se han reducido en todas las especies y algunas especies, como el sable, han desaparecido.
Mientras, la almadraba nada en la abundancia. “Es una barbaridad la cantidad de atún rojo que hay; ya hemos tenido que soltar pescado”, titulaba La Voz de Cádiz en un reportaje de hace unas semanas. Ana Santos admite que este año han soltado cientos de ejemplares. “Ahora hay muchos que pasan por la zona de almadraba que ni los capturamos”. Por eso, todas las pesquerías coinciden en pedir un aumento de la cuota, una decisión que toma la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico, ICCAT.
La almadraba goza del prestigio social, porque tiene el sello de la sostenibilidad y de la tradición y genera un buen número de empleos (temporales) en una comarca tradicionalmente azotada por el paro. En los últimos años, han introducido mejoras en las técnicas de pesca para limitar el sufrimiento del animal, que ya no muere asfixiado sobre cubierta, sino de un disparo o mediante la técnica japonesa Ike Jime: se introduce un alambre que cortocircuita su médula espinal. La técnica permite conservar la textura y el sabor de la carne.
El atún rojo atlántico se dirigía hacia la extinción por la sobrepesca hasta que en 2007 la ICCAT diseñó un plan especial de recuperación con medidas muy diversas: reducción de cuotas de captura, vedas temporales, prohibición de pescar ejemplares por debajo de 30 kilos, control de la pesca furtiva. El plan ha sido un éxito: la especie está recuperada y, al mismo tiempo, mantiene un alto valor de mercado. Las pesquerías creen que se podría pasar de las 42.000 toneladas de capturas anuales en todo el mundo a las 50.000.
El temor ahora en el Estrecho es que la sobreabundancia de atún rojo repercuta sobre otras especies de la zona de las que es depredador. Las almadrabas piden más cuota; la pesca artesanal, que le dejen por lo menos lo que otros, quizá, no quieren.
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