Una leyenda, junto a una silueta que blande una bandera verde y blanca. “Manuel José García Caparrós. Un disparo acabó con su vida en Málaga durante la manifestación del 4 de diciembre de 1977 en pro de la autonomía andaluza”. La imagen resume la tragedia que convirtió a un joven malagueño en icono involuntario de la lucha por una “Andalucía libre”.
Un pasaje trascendental de la historia contemporánea de la región. Aquel día, que subraya un texto escrito en vinilo en el suelo del Museo de la Autonomía de Andalucía, más de un millón y medio de personas se lanzaban a la calle para exigir autogobierno. Una suerte de renacer nacional andaluz en una España que salía a duras penas del pozo del franquismo en busca de una democracia que echarse a la cara.
¿Y qué celebra Andalucía, entonces, el 4D? El origen de la actual autonomía plena. Las manifestaciones autonomistas que regaron ciudades dentro y fuera de las fronteras regionales y la asunción de unas señas de identidad, de un perfil comunitario, de un hecho andaluz que desembocó en el referéndum del 28 de febrero de 1980 y el Estatuto del 81. Conciencia andaluza en una jornada que, para muchos, representa el Día Nacional de Andalucía.
Significa “una fecha que mucha gente sigue recordando y revindicando, pero que no forma parte ya del imaginario colectivo”, en palabras del escritor y periodista Juan José Téllez a eldiario.es Andalucía. Un día del que habría “que hacer bandera” porque el 4D “salió a la calle la Andalucía real, cuando todavía no era la Andalucía oficial”. Y una necesidad, entiende, “no por melancolía sino para coger impulso”. En la actual “encrucijada española”, avisa, “está muy bien ser por Iberia y por la Humanidad, pero Andalucía tendría que volver a ser por sí, al menos durante una temporada, para que no quieran convertirnos en un territorio de segunda categoría en la inevitable reforma constitucional”.
La fiesta que acabó en tragedia
Los andaluces batían banderas verdiblancas a dos años vista de la muerte del dictador, Francisco Franco. Era un arranque de diciembre cargado de reivindicación en un país preconstitucional aún. Un pueblo mojado en un puro festejo, en el reclamo del reconocimiento de Andalucía como nacionalidad histórica. Y un sello andalucista más allá del extinto partido atado a ese apellido, del secuestro nominativo del sentir colectivo.
La celebración sorteó a duras penas las continuas provocaciones de grupos de extrema derecha. Como en Málaga, donde un joven escaló la fachada de la Diputación Provincial para colgar la bandera de Andalucía en un balcón donde antes sólo ondeaba la nacional. Poco después comenzaban las cargas represivas de la Policía Armada.
La violenta reacción policial provocó duros enfrentamientos en la retaguardia de la manifestación. El carácter festivo se desvanecía en una auténtica batalla campal. La nota del Gobierno Civil diría que un grupo de agentes, rodeados y hostigados por la muchedumbre, hizo uso de sus armas de fuego reglamentarias. El cuerpo de García Caparrós (19 años) yacía muerto a tiros, por la espalda. Un crimen que permanece impune.
Héroes impensados
Podía haber sido cualquiera. La tragedia señaló al joven trabajador de una fábrica de cervezas y militante de Comisiones Obreras en la malagueña Alameda Colón. Pero había un millón largo de héroes impensados en las calles clamando por la autonomía andaluza. “El año anterior, el 1 de mayo, ya habíamos vivido una manifestación masiva que rindió memoria a los trabajadores represaliados por el fascismo. Fue masiva. Pero la del 4 de diciembre de 1977 atrajo a mucha más gente”, recuerda Juan José Téllez.
“Aquello fue una marea blanquiverde, pero lo mismo ocurrió en Sevilla, con la bandera colgando desde la Giralda o en Algeciras, mi pueblo, donde otra bandera enorme colgó desde la torre de la iglesia de La Palma”. Sobre la tragedia, rememora cómo en Cádiz “provocó gran conmoción el asesinato, en Málaga, de García Caparrós, al que la comparsa Nuestra Andalucía, de Pedro Romero, dedicó en febrero un pasodoble que todavía se recuerda y se canta. Y así tendría que ser, al menos, hasta que se esclarezca el crimen”.
“Tensión en Málaga por la muerte del joven manifestante”, titulaba para El País el periodista Joaquín Marín. La crónica, publicada el 6 de diciembre del 77, subtitulaba: “Partidos, centrales y ciudadanos responsabilizan al presidente de la Diputación”, el falangista Francisco Cabeza. Y seguía: “Una fotografía… [de Caparrós], rodeada de velas y claveles rojos, sirve (…) para señalar el lugar que encontró su muerte el día en que Andalucía y Galicia se echaron a la calle para pedir su autonomía”.
“Un millón cuatrocientas mil personas”, contaba el rotativo, solicitaban sus estatutos regionales “en un ambiente de alegría y exaltación”. “Las provocaciones de la extrema derecha no consiguieron romper el orden de las concentraciones, pero los sucesos de Málaga dieron esa nota triste”.
Una retrospectiva amplia recupera páginas pretéritas de la historia andaluza. El 4D no fue casual. La memoria traza fragmentos que parten del alzamiento revolucionario de 1868, cuando el pueblo de Cádiz reivindicó democracia y descentralización. Revuelta contra el absolutismo duramente reprimida pero que condujo a la proclamación de la primera República Española.
De Fermín Salvochea a Blas Infante. Del director de aquel levantamiento que en el siglo XIX perseguía cumplir demandas sociales y autonomistas, al denominado Padre de la Patria Andaluza, creador de los símbolos, del himno y la bandera, del Ideal Andaluz que publicó en 1918. El federalismo republicano que en Andalucía tiene hitos como la creación de cantones y la Constitución de Antequera de 1883. O el proceso autonomista en la Segunda República, finiquitado por el alzamiento golpista del 36. Un largo paréntesis que se cerraba un 4 de diciembre de hace 38 años.