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TURISMO
“Ciudades insípidas”: la invasión turística privatiza y despersonaliza los espacios públicos de las capitales andaluzas

Turistas circulan en patinete por el centro de Sevilla.

Antonio Morente

22 de enero de 2023 20:04 h

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Es un proceso que puede advertir cualquiera que pasee por el centro de las principales capitales andaluzas, pero ahora un estudio ha retratado esta realidad bajo el prisma de la investigación científica con datos en la mano. La invasión turística se vende como la principal vía de ingresos tanto para las ciudades como para muchas familias, pero tiene su reverso en la anulación y privatización de los espacios públicos, la pérdida de población y del comercio local o las tensiones sobre el mercado de la vivienda a cuenta de los pisos turísticos. ¿El resultado? “Ciudades insípidas”, como se apunta en este trabajo, con una despersonalización urbana que apuesta por lo estético antes que lo funcional en base a un modelo que persigue consumidores antes que usuarios.

Éstas son algunas de las conclusiones que se recogen del estudio multidisciplinar Turismo, desarrollo urbano y crisis en las grandes ciudades andaluzas, publicado por la editorial Comares y en el que se radiografían fenómenos como la turistificación y la gentrificación en las cinco capitales andaluzas más turísticas: Cádiz, Córdoba, Granada, Málaga y Sevilla. Coordinado por el geógrafo Ibán Díaz y la arquitecta María Barrero, la investigación se divide en 11 capítulos en los que se analiza cómo las ciudades han vendido su alma al diablo a cambio de los ingresos que deja el turismo. “La especialización turística ha sido tan intensa durante el segundo decenio del siglo XXI que se ha traducido en dependencia casi absoluta”, se subraya.

Pese a ello, los gobiernos locales coinciden en asumir con un “carácter acrítico” los riesgos de esta especialización turística “y su íntima relación con las crisis en el complejo inmobiliario-financiero”. “Los discursos públicos y privados muestran una fe ciega en el modelo desarrollado hasta ahora”, subrayan los editores en un artículo que firman conjuntamente, y ello pese a que “las grandes ciudades turísticas andaluzas concentran los barrios más pobres de España”. “No hay visos de un cuestionamiento de la situación en términos estructurales”, lamentan.

“Impensable plantear cambios”

La “ideología turística” que pone el foco en la riqueza que crea el sector “hace impensable plantear cambios o alternativas”, una situación que se construye sobre dos grupos que “son ignorados constantemente”, el primero de los cuales son los estratos laborales que sostienen esta estructura: kellys, camareros, limpiadoras... El segundo colectivo es el de los propios habitantes de las ciudades, “sobre los que recaen casi exclusivamente las cargas del turismo depredador sin recibir ningún beneficio”.

“El crecimiento y la expansión de las ciudades andaluzas han quedado supeditados a los intereses del turismo”, de tal manera que los gobiernos locales han adoptado una constante visión expansiva del mismo “en detrimento de otros sectores económicos”, apunta la investigación, que ha recibido el apoyo del proyecto Impactos del Turismo Urbano Cultural en Andalucía (ITUCA), financiado por el Centro de Estudios Andaluces. El trabajo concluye que la creciente presión turística no sólo se traduce en los centros históricos en pérdida de comercio local y de población (muy vinculada a la avalancha de viviendas turísticas), sino que incluso el diseño de las urbes se ha puesto al servicio de los visitantes.

Así lo denuncian los autores de un capítulo con un título muy significativo, Espacios públicos desamparados, ciudades insípidas, en el que se apunta que los ayuntamientos tienden a aprobar ordenanzas para “pacificar el espacio público”, con lo que en la práctica “se prohíben sin diferenciar una amalgama de conductas tales como la mendicidad, la música callejera, la venta ambulante o los juegos de pelota, todas ellas de muy dudoso atentado contra la convivencia”. Ello es fruto de que se concibe el espacio público como “lugar de no conflicto, únicamente destinado al desplazamiento y consumo, afectando especialmente a los colectivos más vulnerables y limitando el derecho a la espontaneidad colectiva”. En paralelo, y como contraste, “se blanquean y normalizan afecciones sobre el día a día de los habitantes y de los barrios, como las grandes agrupaciones de turistas, la privatización comercial...”.

La vida se aletarga

Y aunque no es sólo la dinámica turística la que “simplifica barrios”, lo cierto es que la presión del turismo “adquiere notable protagonismo” en zonas en las que “el residente estable da paso al alojado temporal, muchas viviendas se travisten en alojamiento turístico, las redes vecinales se debilitan y la vida se aletarga”. Esto lleva incluso a la eliminación del mobiliario urbano o a su orientación a las necesidades del transeúnte ocasional, lo que propicia un espacio público en el que “se resiente su habitabilidad en términos de confort y dinámica de uso”.

“La orientación hacia el visitante del mobiliario o la priorización de lo estético a lo funcional es habitual”, sostiene el estudio, con supresión del mobiliario básico y peatonalizaciones “en las que el consumidor es bienvenido por encima del usuario”. En paralelo, muchos de estos espacios públicos “acaban congestionados por la disposición de veladores, guardavientos, sombrillas y otros dispositivos para la restauración”. La unión de todos estos factores “desplaza a un hipotético vecindario o usuario local que acabará sintiéndose extraño”, ya que la turistificación del tejido comercial y de los servicios “afecta muy directamente a la cotidianidad de uso” de estos lugares.

La orientación al visitante de muchos negocios, con un “pujante papel del franquiciado”, acaba convertido en “un tsunami que va devorando el comercio local, de bienes y necesidades cotidianas”, un escenario en el que solo resisten por ahora ofertas muy específicamente ligadas a entornos concretos y tiendas de moda. A esto hay que sumar “la querencia a la gourmetización de la oferta de restauración, pero también de otros productos”, e incluso el desarrollo de un paisaje lingüístico que va desde la folclorización a la exaltación de un supuesto valor tradicional como estrategia de mercadotecnia y “vacío de contenido”.

Pérdidas de población en el centro

La apuntada gourmetización supone un claro contraste con la tugurización que vivieron durante muchos años unos centros históricos que, ante la oferta inmobiliaria de las zonas de expansión, envejecieron y se despoblaron. Así fue hasta la última década del pasado siglo y la primera del actual, en la que la mejora de estos entornos urbanos (casi siempre gracias a fondos europeos) les devolvió pujanza y unos residentes... que ahora se están marchando por la presión de las viviendas turísticas.

En la práctica, esta vuelta a perder población ha compensado las cifras de nuevos vecinos que trajo la recuperación previa. Así lo constatan las cifras, que sitúan a Granada como el caso más sangrante, ya que entre 2002 y 2012 la zona Centro-Sagrario ganó 5.677 residentes, para a continuación perder 6.213 entre 2012 y 2020. Una situación similar se da en Sevilla (de incorporar 4.611 vecinos al casco histórico a que se fuesen 4.259) y, en menor medida, en Málaga (de 1.149 más en la primera década del siglo XXI a 849 menos en la segunda), aunque en la zona de Heredia Soho sí se produce un pico considerable: de ganar 3.744 a perder 67.

La excepción a esta tendencia la ponen Córdoba y sobre todo Cádiz, ciudades en las que ha sido constante la pérdida de residentes en la zona centro en los últimos 30 años. La capital califal perdió 793 vecinos en la primera década y 1.976 en la segunda, mientras que en Cádiz la sangría es mucho más contundente: 6.272 residentes menos entre 2002-2012 y 3.075 menos entre 2012-2020. 

La presión de los pisos turísticos

Uno de los factores con más incidencia en esta situación es la multiplicación de los pisos turísticos, que en los barrios centrales es “especialmente alarmante” en Sevilla y Málaga al superar el 10% del total de viviendas. Una presión que no solo no se ha reducido en el contexto de la pandemia por coronavirus sino que sigue aumentando “y debería ser afrontada políticamente”, ya que ha afectado particularmente al mercado de viviendas en alquiler, muy por encima de la oferta de casas vacías. Además de detectarse una profesionalización de la oferta de estos inmuebles, con una creciente presencia de fondos de inversión, el fenómeno, además, crece más allá de los cascos históricos, detectándose su expansión por barrios como el Albaicín en Granada y Triana en Sevilla.

Este desarrollo del turismo fuera de sus enclaves históricos es una apuesta clara de los gobiernos locales, hasta el punto de que se utiliza como “discurso legitimador” del ordenamiento. “Se asume la existencia de saturación y conflictos en las zonas más densamente turistificadas y se propone la expansión geográfica como una apuesta por la sostenibilidad”, con lo que al final se blanquea una tendencia que le está quitando vida a unas ciudades cada vez más “insípidas”.

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