Dos cabalgatas de Reyes, dos parroquias, dos bibliotecas municipales, dos centros cívicos y, hasta hace bien poco, dos ferias. Todo por duplicado. Así de complicada era y es la gestión de Tocina-Los Rosales, un pueblo con dos núcleos prácticamente idénticos por volumen de habitantes (suman 9.578 personas) y separados por menos de dos kilómetros. Durante la burbuja inmobiliaria existió la tentación de unirlos con promociones de viviendas. Nunca se materializó. Y esta localidad sigue con una doble y muy marcada personalidad, donde es tocinero quien vive en Tocina y rosaleño el que reside en Los Rosales. Hasta para la confección de las listas electorales se tiene en cuenta el equilibrio territorial.
El núcleo de Los Rosales creció a principios del siglo XX en torno a vía del tren, la empresa azucarera y por los colonos llegados principalmente de la provincia de Granada al calor también de los cultivos de regadío de Tocina. Su despegue definitivo coincidió casi con la llegada de la democracia a los ayuntamientos, hace justo ahora 40 años. Desde entonces, los dos núcleos están prácticamente equiparados en población. En ese crecimiento de Los Rosales y la llegada de emigrantes de otras provincias puede estar, según su alcalde, Francisco José Calvo, la clave de ese espíritu luchador y emprendedor de la localidad.
Un “pequeño milagro”
La transformación de Tocina-Los Rosales ha ido en paralelo a la de otros municipios andaluces. De estrenarse la democracia local con ayuntamientos pobres con “pocos fondos” y “muchas infraestructuras deficitarias”, que llegaban hasta lo más básico como llevar el alumbrado donde no lo había, como relata su regidor, a llegar a un punto en el que los servicios esenciales están garantizados. Por eso, el reto está ahora en plantear soluciones a nuevos problemas y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Y en estos momentos, Calvo apunta a la necesidad de buscar alternativas económicas para que la población activa no esté a merced de los vaivenes que tiene la agricultura y, por ende, la industria vinculada a ella.
En materia de desempleo, con un 13% (ocho puntos por debajo de la media de la provincia), esta localidad es un “pequeño milagro”, según su regidor, por su pequeño término municipal (14 kilómetros cuadrados), por sus pocos recursos y por esa duplicidad de gastos que supone tener dos núcleos. Pero se necesita más y, como explica, se está intentando recalificar suelo para la construcción de un micropolígono industrial para el que ya hay demanda. Como constata, este municipio tiene mucha iniciativa, y a la industria transformadora agrícola también se han sumado otros sectores como una pequeña industria auxiliar aeronáutica o papelera.
Sumar al Valle del Guadalquivir
Otro de los ejes sobre los que vertebrar el futuro es el consejo de alcaldes de Córdoba y de Sevilla del Valle del Guadalquivir. “Un proyecto global que requiere una inversión importante, porque no es suficiente un plan local para cambiar la forma de vida, sino que es necesario un proyecto de territorio y vinculado a nuestro modelo productivo, es decir, que abarque la granja, la fruta y el turismo relacionado con el río Guadalquivir. Somos un mismo territorio, con los mismos problemas, las mismas carreteras y los mismos cultivos, y el valle del Guadalquivir nunca ha demandado nada”, detalla, admitiendo que ha tenido que vencer alguna que otra reticencia de alguno de sus homólogos.
En el capítulo de infraestructuras, además de un nuevo colegio para Los Rosales, porque el existente está muy deteriorado, en la red viaria requieren de una mejora de la carretera que conecta con la A-4 y, sobre todo, una “gran carretera”. “Si es posible, necesitamos que esa autovía de La Vega que llega hasta La Rinconada siga por la vega y que haga, de verdad, honor a su nombre. Debe prolongarse porque es una zona con mucho tráfico de vehículos y maquinaria pesada agrícola. El valle no está aún vertebrado y no empieza ni acaba en La Rinconada, hay más pueblos y necesitamos buenas carreteras”, asegura.
Calvo llegó a la alcaldía después de 32 años de mayorías absolutas socialistas. El declive del PSOE en Tocina-Los Rosales le aupó a la alcaldía con un proyecto político nuevo pero que, curiosamente, coincidía también con la decadencia del Partido Andalucista, formación por la que concurría electoralmente. Tan es así, que para esta última convocatoria tuvo que crear su propia marca electoral tras la disolución del PA en 2015. Con Andalucistas por Tocina-Los Rosales (ATR), no sólo ha revalidado por tercera vez su puesto, sino que con sus 11 concejales y un respaldo a su gestión de casi el 80% del electorado es el tercer Gobierno local más votado de los municipios de más de 5.000 habitantes del país. Prueba de su firme convicción andalucista es la bandera andaluza enmarcada que preside su despacho. Fue la bandera con la que tocineros y rosaleños se echaron a las calles el 4 de diciembre de 1977 para reivindicar la autonomía de Andalucía.
Del pueblo y de la villa
El Desavío de La Mari lo regentan Mari y Mari, María del Rosario Martínez y María José González, una de Tocina y otra de Los Rosales. Son amigas, reconocen que los tocineros y los rosaleños son distintos, pero defienden que la convivencia es excelente aunque tiendan siempre a compararse los unos con los otros. “A ella le dicen que es del pueblo, y a mí me dicen que soy de la villa”, suelta divertida María José.
Tras años trabajando como jornaleras recogiendo naranja, melocotón o aceituna, acaban de poner su primer negocio. Lo han hecho junto al Ayuntamiento y en uno de los puntos de más paso. La tienda apenas lleva un mes en marcha y no terminan de despegar. Para llamar la atención de los transeúntes tienen puestos en bucle villancicos. Pero se quejan. “Entran muy pocos al día, y eso que abrimos desde las siete de la mañana hasta la noche”, lamentan.
Creen que el problema es que, aunque la tasa de paro no sea demasiado alta, sus vecinos no están bien económicamente porque los salarios cotizan a la baja. María del Rosario cuenta cómo sus ventas se reducen a pequeñas compras diarias. “Una docena de huevos y una barra de pan, te piden eso y tú sabes de sobra que con eso va a comer una familia entera”, afirma con rotundidad. Las dos hacen el mismo diagnóstico: “Quienes gobiernan deberían de hacer menos esfuerzos por poner tan bonito el pueblo y poner fuentes, como la de la entrada de Los Rosales, y más luchar por traer inversores y que la gente pueda trabajar aquí”. Las dos saben lo que dicen porque han tenido que ir a otras localidades de las provincias de Córdoba, Huelva y también de Sevilla a distintas campañas y recalcan que no compensa lo que cobran con los gastos que asumen por desplazamiento.
Las dos dicen que los jóvenes también se están yendo a otras poblaciones y creen tener una prueba: cuando anochece el pueblo está muerto y “aquella alegría que había antes, se acabó”, recuerdan. Pese a su percepción, lo cierto es que Tocina-Los Rosales nunca ha dejado de crecer hasta hace cuatro años y su leve descenso demográfico parece estar más relacionado con un envejecimiento y baja natalidad, más que con un éxodo real. No obstante, el fantasma de la despoblación preocupa a todos los gobiernos locales, y desde el Ayuntamiento de Tocina-Los Rosales ya hay proyectos para retener a estos jóvenes, no sólo laborales, sino también de ocio, como un auditorio para conciertos al aire libre.