Ni cerca ni lejos. Esta es la clave para que en sus doscientos años de historia El Ronquillo resista sin perder población. A poco más de media hora de Sevilla, esta joven localidad de la comarca de la Ruta de la Plata, que linda con Badajoz y Huelva, logra mantener prácticamente inalterado su número de habitantes en torno a los 1.400 personas desde las primeras elecciones municipales en democracia, después de un éxodo importante en la década de los 60 hacia Cataluña y común a tantos municipios andaluces. Sin embargo, su alcalde, José Antonio López (PSOE), advierte que pese a esa ventaja de estar “ni cerca ni lejos” que ha permitido fijar su población, no pueden dormirse en los laureles.
“Si hace cuarenta años se produjo una transformación total en cuanto a servicios públicos y dotación de infraestructuras, con un nuevo colegio, un centro de salud, una escuela de música o un pabellón deportivo y una piscina municipal, además de buenas comunicaciones por estar a pie de autovía, lo que ahora precisamos es una mejor conexión con la capital por transporte público y la llegada de la fibra óptica”, explica. Tiene muy claro que no sólo es necesario, sino urgente, acometer estos dos grandes retos ante el riesgo de despoblamiento que se cierne sobre tantos pequeños municipios.
Para retener la juventud y el talento, López hace una llamada a las administraciones públicas y las empresas para resolver lo que él llama el “talón de Aquiles” de El Ronquillo. A día de hoy, son tres compañías las que ofrecen conexiones diarias con Sevilla pero su escasa frecuencia y horarios muy restringidos, sobre todo los fines de semana, hace obligado el uso del vehículo privado o resignarse a quedarse en el pueblo. “Estamos prácticamente desasistidos. La solución pasa por nuestra incorporación al Consorcio Metropolitano de Transportes y estamos a la espera de los informes de viabilidad”, confirma.
Desconectados
Pero si hay algo que casi le preocupa más a este alcalde es la fibra óptica. Es un lastre para todos los negocios existentes y un freno para quienes se atrevan a emprender, y más aún en tiempos en el que el comercio electrónico derriba barreras. Lo que más lamenta es la resistencia de las compañías telefónicas a darles un servicio que requiere una inversión de 150.000 ó 200.000 euros como mucho, según tiene calculado el Ayuntamiento. Una cantidad que consideran irrisoria si se tiene en cuenta el volumen de facturación de las grandes compañías del sector.
López cuenta cómo ha cambiado la gestión del Ayuntamiento desde que cuentan con fibra óptica, en este caso gracias a la Diputación de Sevilla, pero lamenta que sus vecinos sigan con conexiones lentas y que cada vez que llueve se vean interrumpidas. Algo que no es exclusivo de Internet; también sucede con la electricidad, con cortes frecuentes y en eso, sí siguen igual como hace cuarenta años. Si hay una España que se vacía, también la hay desconectada, y el regidor ronquillero quiere una pronta solución y más cuando se acaba de poner en marcha un vivero de empresas y esta localidad vive del sector servicios (turismo rural y hostelería, fundamentalmente).
La capacidad presupuestaria del Ayuntamiento es limitada para afrontar sendos retos (décadas atrás hubo un servicio de autobús a Sevilla fletado por el Consistorio, pero que se dejó por deficitario) y más aún, como se queja López, “con las restricciones que supuso la Ley Montoro, un corsé para las arcas municipales. Es muy triste tener dinero en el banco y que no pueda gastarse”, se queja. En este punto, recuerda cómo los alcaldes que ha tenido El Ronquillo (todos socialistas desde 1991, mientras los dos primeros mandatos fueron de UCD y el tercero de una formación independiente) se han caracterizado por ser unos gestores “muy responsables” y “prudentes”, que “nunca gastaron más de lo que se tenía ni tuvieron facturas en los cajones”, subraya. No se puede quejar de la herencia recibida.
Intensa agenda de ocio
Mientras el transporte público y la fibra óptica llegan o no, una de las fórmulas para retener a los más jóvenes y atraer el turismo es una intensa agenda de ocio y cultural para casi cada fin de semana promovida por el Ayuntamiento, que se completa con un potente calendario de romerías y fiestas que aún perduran, aunque cada vez se incorporan elementos nuevos. Una de esas tradiciones que resisten es la Cachetía, en la que cada 1 de noviembre, con motivo de la fiesta de Todos los Santos, los niños recorren las calles llamando a las puertas, cantando una pegadiza canción popular en la que demandan nueces y castañas.
“Antes se hacía así, ahora ya no son frutos secos o granadas como antes, se les da chucherías, aunque el efecto de Halloween se ha hecho notar porque algunos niños ya van disfrazados”, relata López, mientras lamenta que en la era del whatsapp se estén perdiendo otras fiestas como la Enramá de la noche de San Juan, en la que los jóvenes dejaban mensajes con flores en las ventanas de sus amadas. La tecnología ha reducido esta tradición a que se dejen las flores en la plaza con leyendas recordando su significado. El mastranto, te quiero tanto; la rosa, la más hermosa; el olivo, nunca te olvido.
La posada de El Ronco
Pero la que será la gran fiesta es la que está programada para el próximo abril de 2020. Se cumplirá el 200 aniversario de la independencia de El Ronquillo de Santa Olalla, y los ronquilleros participarán en una representación de cómo pasó de ser una aldea a adquirir entidad propia durante la Guerra de la Independencia en pago a su fidelidad al rey Fernando VII. El que seguro será uno de los escenarios principales será la antigua posada de José Diego Fernández Rufo, El Ronco, donde se urdió un plan para desbaratar los planes de los franceses, por el que fue ajusticiado, y que dio su nombre a este pueblo.
La casa del Ronco sigue en pie. Su fachada está intacta. Si tiene el mismo aspecto que dos siglos atrás no es por preservar un pedazo de historia. La razón es más prosaica. Su dueña, Isabel Gil Romero, que la compró hace 57 años nada más casarse, se justifica: “Me quedé sin dinero para arreglarla por fuera”. Se gastó todo lo que tenía en acondicionarla por dentro: el tejado era de ramas, el suelo de tierra. Está orgullosa porque es la casa más fotografiada de la localidad.
Sentada junto a la fuente que está frente a su casa, Isabel ha sido testigo de cómo ha cambiado El Ronquillo en estos últimos 40 años. “Todo ha cambiado a mejor, muchísimo, tenemos ya de todo, pero lo que ya no es igual es la amistad; las vecinas y las familias ya no son como antes. Todos unidos. La juventud ya no quiere a nadie, van con su móvil”, protesta. A su lado, otros dos vecinos de su misma quinta, que rehúyen dar su nombre, asienten y vaticinan con pesadumbre que el pueblo se va a quedar vacío porque no ven alternativas laborales para esos jóvenes de los que, precisamente, se quejan.