Para los castillejinos, divisar el toro negro de Osborne en la carretera A-472 significa que ya están llegando a casa. Detrás de la loma sobre la que destaca su figura, está su pueblo, Castilleja del Campo, que con sus 625 habitantes es el municipio más pequeño y más apartado de la comarca del Aljarafe sevillano. Una localidad que en los 40 años de democracia local transcurridos, además de avanzar en servicios públicos y mejorar sus infraestructuras, ha querido recuperar su acervo cultural sobre las tablas de un escenario. Porque si hay algo que les gusta a sus vecinos es el teatro.
Como explica el cronista oficial de la villa (recibió oficialmente este título de su Ayuntamiento en 2011), Juan Carmelo Luque, la tradición teatral hay que buscarla en patios y corrales. No se sabe con precisión en qué momento del siglo XX arranca, pero lo primero que tienen documentado es la creación en 1943 de la primera compañía de actores aficionados. Sainetes y obras se estuvieron representando en los cuarenta dando pie diez años después a un teatro de variedades, donde el cabaré se daba la mano con musicales y zarzuela. Como recoge Luque en su blog, era tal el éxito de las representaciones en la casa de la marquesa de Castilleja del Campo, que las programadas en 1956 se tuvieron que repetir todas tres veces durante el año siguiente.
“El teatro siguió vivo hasta los años 70 y 80, en esa época era la gente joven la que lo sacaba adelante, pero luego decayó”, explica Luque, quien destaca el renacer de este pueblo en el escenario gracias a las medidas puestas en marcha en el último decenio: un teatro y un certamen. En la recuperación de esta “pasión” el motor ha sido el Ayuntamiento y su alcalde, Narciso Luque, que ostenta el bastón de mando desde 2011. “El teatro lo llevamos en nuestros genes, es una de nuestras señas de identidad y teníamos que recuperar ese legado. Después de años utilizando una nave como teatro, decidimos que era el momento de construir un teatro en condiciones y, con la ayuda de la Diputación, pusimos en marcha un espacio escénico con capacidad para 150 personas. Una entrada modesta, pero que no lo es tanto si se tiene en cuenta que es un cuarto de la población”, explica el primer edil, que es el primero al que le gusta subirse a las tablas, aunque sólo sea para hacer un cameo.
La construcción de este espacio, moderno, con vistas a la campiña y un horizonte de casas blancas de las localidades onubenses de Escacena y Paterna del Campo, dio pie a que se creara un grupo de teatro, que luego daría paso a un certamen que este año ya celebra su séptima edición. Cada mes de octubre, una veintena de compañías de aficionados se dan cita cada fin de semana bajo los focos. No hay premio más que el que otorga el público y una subvención para los participantes por desplazamiento (400 euros).
Mil metros
Pero el teatro no ha sido la única infraestructura que ha cambiado las opciones de ocio de este pequeño municipio. Además de una casa de la cultura y del centro Guadalinfo, también cuenta con un polideportivo y una piscina municipal que están a pleno rendimiento, según su alcalde. En materia educativa, aunque es un municipio con poca población, cuenta con una escuela infantil pública con tan buenas prestaciones que “niños de otros pueblos cercanos vienen aquí”, detalla, aunque para cursar Primaria y Secundaria hay que desplazarse a la vecina Carrión de los Céspedes.
No es una gran distancia, apenas un kilómetro, pero esos mil metros de titularidad autonómica se han convertido en un motivo de queja. Las dos poblaciones reclaman desde hace años que esa carretera sin arcén, con un quitamiedos y una zanja lateral imposibilitan cubrir esa distancia a pie o en bicicleta, salvo que se haga poniendo en riesgo la vida. Luque se queja de que hasta ahora se haya hecho oídos sordos a una reivindicación que es lógica “por motivos de seguridad, porque para hacer ese paseo no se requiere de una inversión muy grande y porque se favorecería una movilidad sostenible de la que sí gozan localidades como Olivares o Salteras pese a tener trayectos más largos”, critica.
El mismo PGOU desde 1977
En momentos en los que el discurso político se centra en la despoblación, el alcalde reclama que se pase “de las palabras a los hechos” y se ayude a los vecinos que resisten, aunque sea con pequeñas medidas, como la construcción de ese paseo, u otras bien importantes como la tramitación de su plan de ordenación urbanística que pueda atraer actividad económica que revitalice el pueblo. Castilleja sigue desde 1977 con el mismo PGOU, pero no ha sufrido grandes cambios en su fisonomía, ya que su padrón ha permanecido más o menos estable, superando los 600 habitantes (el pico máximo fue en los años 50, cuando llegó a los 764 habitantes), y porque su suelo es un 90% agrícola (antaño de olivar y vid, y hoy para cereal y girasol). Pero ahora urge aprobar su modificación: el único suelo industrial que posee está ocupado por una conocida quesería y existe la opción de impulsar suelos productivos en una parcela colindante de 15.000 metros cuadrados.
“Esto ha sido la travesía del desierto, nos ha tenido asfixiados, pero esperamos tener el plan listo en 2020 y poder desarrollar ese suelo industrial municipal. En eso tenemos puestas las miras porque con 8 ó 10 empresas que se instalaran allí, tendríamos el futuro garantizado”, explica Luque. Ese sería un buen instrumento para que se pudiera mantener este municipio, que padece de envejecimiento y empieza a mostrar los primeros síntomas de despoblación (en una de las calles principales, de 20 viviendas, tan sólo están ocupadas dos). Otra herramienta sería económica. Y en esto el regidor es reivindicativo: no quiere que le hablen de la financiación local, pero sí de que le quiten de encima esa losa que impide a los ayuntamientos gastar su superávit y que tiene encorsetada su capacidad de maniobra para la mejora de los servicios públicos, como por ejemplo, tener ese policía local del que hoy carece este Ayuntamiento.
Y si no les dan más recursos otras administraciones, al menos que no les quiten lo que tienen, aunque sean cosas simbólicas, como ese toro de Osborne. El Ayuntamiento ha tenido que emplearse a fondo para impedir que ese reclamo publicitario, declarado Patrimonio Histórico Cultural y del que tan sólo se contabilizan 21 en Andalucía, no se lo llevaran junto a la autovía A-49. La solución: el toro de Castilleja se queda y tal vez se coloque otro en esa cercana vía de alta capacidad.
En 40 años de democracia local, si algo ha caracterizado a Castilleja del Campo ha sido su estabilidad poblacional, económica y también social, aunque como señalan tanto el alcalde como el cronista oficial, “el gran cambio ha sido la educación”, porque la gente del campo se esforzó para que sus hijos llegaran más lejos, incluso hasta las aulas de la universidad. Esa casi inmutabilidad también ha sido política porque siempre ha gobernado el PSOE y por mayoría absoluta, pero tras las últimas elecciones municipales del pasado mes de mayo, es más absoluta aún si cabe. Los socialistas hicieron pleno al conseguir los siete concejales que tiene su Ayuntamiento. El voto de derechas, capitalizado por el PP, cuyos resultados siempre le habían proporcionado 1 ó 2 ediles, se quedó esta vez en nada.